Capítulo 16: ¿Somos...?

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Charlotte.

Dani esbozó una sonrisa de medio lado, a pesar de que en sus ojos había una mezcla de tristeza, ira, ternura y cariño.

—No dejaré ni una pizca de ese bastardo en ti —susurró en mi oreja para luego dejar un mordisco ahí. En un movimiento, yo ya estaba de nuevo debajo de ella, algo diciéndome que no le agrada mucho no ser quien lleve el control.

Besó mis labios castamente y luego fue bajando por mi mandíbula hasta mi cuello, intercalando besos, lamidas y pequeñas mordidas. Sus manos recorriendo la piel de mis muslos, haciéndome estremecer.

Finalmente, descendió hasta mi pecho, besando los alrededores del derecho y luego el izquierdo, atrapando a lo último el pezón entre sus dientes y succionándolo, provocando que un gemido saliera de mis labios y mí vientre se encendiera. Ella me miró desde su posición, sus ojos ahora eran negros, con apenas un fino aro gris rodeándolos. Decidí no quedarme sin hacer nada y llevé mis manos a su espalda, donde acaricié de arriba abajo, con mi respiración acelerada por el estímulo de Dani en mi pecho.

¡Oh, mierda! Esa boca es la gloria…

Cuando una de sus manos empezó a encargarse del otro pecho, sin querer clavé mis uñas por su espalda. Me preocupó haberla lastimado, pero parece que eso solo aumentó su excitación, ya que siguió en su trabajo, posicionando su rodilla en medio de mis piernas, justo en mi palpitante centro, el cual empecé a sentir como se humedecía más.

—Dani —gemí—. Por favor… —supliqué. Me estaba torturando lentamente.

Finalmente, la boca de la pelirroja empezó a descender por mi  abdomen, quedándose ahí por un largo rato, besando, chupando y mordisqueando. Cuando creí que ésta tortura nunca terminaría, ella por fin volvió a subir con la misma lentitud hasta mi rostro, besándome apasionadamente en los labios. Entonces, sentí su mano acariciar delicadamente el exterior de mi centro.

Y los recuerdos vinieron.

Sentí sus sucias y rasposas manos por todo mi cuerpo.

 

Su asquerosa voz susurrándome que era su princesa en el oído.

 

Sus rústicos movimientos.

Ya no estaba con Dani, la chica que quería; no, ahora era aquella bestia y mierda de hombre el que estaba encima de mí.

No lo quería.

Lo quería lejos.

Lo quería muerto.

—Charlie —susurró una bella voz.

No era la de él.

No me decía «princesa»; me decía «Charlie», de una manera especial.

¿Qué me estás haciendo, Charlie?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora