Capítulo 21: Problemas de Confianza.

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Danielle.

¡Dios! ¡Odio las resacas!

Sé que estuvo mal haberme emborrachado ayer, pero no podía soportarlo; tenía demasiadas cosas en mi mente.

Primero estaba ella. La chica que me mintió. Me traicionó y se fue, dejándome sola. No podía dejar de pensar en eso, y yo odio revivir su recuerdo. Me pone mal.

Pero nada era tan doloroso como ver a Charlie en la cama de enfermería por mi culpa. Si en primer lugar yo no hubiese prestado atención a Shannon, ella no la habría golpeado. Además, la maldita sabía que eso me alentaría a sacar mis instintos asesinos. Y lo logró. Lástima que nos separaron antes de que de verdad comenzara a golpearla, esa estúpida nariz rota no es nada comparado a lo que yo de verdad quería hacerle.

Una punzada recorrió mi cabeza. ¡Ugh! Necesito unas pastillas para el dolor. Urgente.

Abrí mis ojos para levantarme, inmediatamente me di cuenta de que este no era mi cuarto. A diferencia del mío, este tenía las paredes verde pastel en vez de beige. Las sábanas no eran negras, si no azules. Tampoco estaban los juguetes de Helena esparcidos por la habitación. No. Esta era la habitación de Charlie. La reconocía por todas las noches que he pasado con ella aquí, sin hacer nada más que abrazarnos. Además, olía a ella.

¿Cómo llegué aquí anoche?

Mi atención fue desviada cuando una de las puertas de la habitación, la del baño, se abrió. El olor a jabón y champú llegó a mis fosas nasales al mismo tiempo que una Charlie con solo una puta toalla encima aparecía en mi campo de visión. Tragué saliva. Ella me miró, sus ojos negros lucían apagados pero molestos a la vez.

De repente, me sentí mal por como la traté en la enfermería. Ella no tenía la culpa de que mi cabeza estuviera a punto de explotar, no debí tratarla así. Y como he dicho muchas veces: soy una completa estúpida.

—Oh, hola —saludó en un tono seco.

Parece enojada. Muy enojada.

Mierda.

—H-hola —pasé saliva—. ¿C-cómo llegué aquí anoche?

Se encogió de hombros mientras dirigía la mirada a su armario y comenzaba a caminar hacia él, sin mirarme. —Fui a tu casa para hablar. No estabas, así que te esperé. Llegaste tan ebria que tuve que traerte antes de que Connor o tus tíos se dieran cuenta de tu estado—su tono de voz era serio y cortante.

¿Ella había hecho eso por mí? ¿Aun después de lo mal que actué?

—No debiste hacerlo. No lo merezco —murmuré, bajando la mirada.

—Sí. Probablemente tienes razón —respondió igual de seca que antes. Me dolía, no estaba acostumbrada a que mi Charlie me tratara de esa forma—. Igual, no sé tú —en un movimiento, soltó su toalla, la cual se deslizó por su cuerpo, dejándola completamente desnuda ante mí, mientras revisaba uno de los cajones del armario, dándome una muy buena vista de su trasero, ¡me estaba provocando! ¡Qué malvada!—, pero yo voy al instituto. Haz lo que quieras. Mamá ya se fue al trabajo, así que no tienes que preocuparte por ella —hablaba, pero yo estaba concentrada en sus perfectos y redondos pechos una vez que se dio la vuelta. Mierda. Mierda. Grandísima mierda. Ella notó mi mirada fija en su cuerpo y arqueó una de sus cejas. Dios, eso es tan sexy…Cálmate, Williams—. Estoy segura de que te debe doler la cabeza —señaló la mesa de noche, pero ni siquiera la volteé a ver—. Ahí hay unas pastillas para el dolor, tómalas si quieres, o si algún día dejas de verme mientras te muerdes el labio —me dio la espalda para colocarse sus bragas.

¿Qué me estás haciendo, Charlie?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora