Extraño. -24

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" De eso se trata, coincidir con gente que te haga ver cosas que tu no ves.
Que te enseñen a mirar con otros ojos" 

.............

Me fascina darme cuenta de cómo nuestros sentidos se activan a un doscientos por ciento al ocultar uno de ellos, como todo lo sentimos con tanta intensidad.

Pero algo más también se realza, y es la desconfianza.

El miedo a caer, miedo de que nos traicionen, miedo de no ver lo que pasa a nuestro alrededor.

Así me sentía caminando por lo que presentía era una habitación amplia.

Algo me relajaba, y era el escuchar únicamente los pasos de dos personas, el chico, y los míos.

Parecía faltar poco, el por de mientras me conversaba de que luego me mostraría por donde estábamos caminando, pero que quería sorprenderme.

- Espera, dobla a la derecha.

Me giré hacia donde me indicó sin caminar, y él me empujó un poco.

Escuché una puerta abrirse, pero el continuaba a mi lado.

Mis nervios se dispararon al sentir el aroma a playa de golpe, y por un segundo la idea de que el chico iba a tirarme por la ventana me atravesó, haciendo que agarre su brazo.

Si caía, él se iba conmigo.

- Tranquila, voy a sacarte la venda.

Suspiré y sentí sus manos en mi cabello, desatando aquel nudo.

La venda cayó, en conjunto con mis labios, que se abrieron al ver la pequeña terraza iluminada con pequeñas luces y lámparas de suelo.

Una pequeña mesa en el centro rodeada de dos sillas estaba siendo iluminada por pequeñas velas, y encima de ella había dos platos que parecían recién servidos.

Me apoyé contra la pequeña barandilla y observé las enredaderas que se aferraban a las paredes, dejando un ambiente mucho más romántico.

Con una sonrisa comencé a bajar los escalones, pidiéndole permiso con la mirada antes a Armando.

El suelo de madera crujió ante mis pies, pero mi mirada se centraba en el océano que había frente a mí, la luz de la luna iluminaba el agua, dejando ver con claridad las olas chocar con las piedras.

Giré en mi posición observando aquel pequeño paraíso, algunos pequeños arbustos reposaban en bonitas macetas color arcilla a un lado de la silla.

- Definitivamente nadie me ha hecho algo así.- susurré viendo las bonitas flores.

Él sonrió y se acercó a la mesa, sentándose en su silla.

Lo imité y me senté adelante suyo, apreciando la comida.

Fruncí el ceño y lo miré, pensando si no debería casarme con este chico.

- ¿Sabías que la pasta es mi comida favorita?

El ladeo la cabeza sonriendo.

- Se muchas cosas sobre ti.

Mordí mi labio y agarre el tenedor, para darle una probada a la comida.

Noté al instante que era comida comprada, pero lógicamente no dije nada, coño, pequeños detalles.

- Creo que Jack debería hacer más tratos contigo.

Él se rió y comenzó a comer.

- Apuesto que haremos algunos más.

Asentí mirándolo, intentando alejar la idea de que aquello tenía un doble sentido.

La comida había sido excelente, estuvimos conversando sobre la ciudad, la cantidad de delitos, y me habló de su taller.

En conclusión, esta noche fue una bocanada de aire para mi vida caótica.

Me sorprendió que él no se me insinuara, que cumpliera lo que dijo.

Por alguna razón había dejado aquella actitud de desconfianza y enojo a un lado, concentrándome en disfrutar de la compañía.

En cuanto al ahora, habíamos entrado ya que se estaba poniendo realmente frio.

No sabía bien que hacer, si irme, o esperar.

El había ido al baño hace unos minutos, y yo me dedicaba a observar la gran casa.

Caminé a una pared llena de estanterías, varios marcos con fotos decoraban la misma, junto a algunas pequeñas decoraciones.

Pero algo llamó mi atención, en la mesa del costado el cajón estaba ligeramente abierto, dejándome ver un cargador y una tela a un lado, con agujeros en ella.

Me entumecí por algunos segundos mirando aquel cajón, haciéndome las mil preguntas necesarias, pero el ruido de la puerta del baño siendo cerrada me alertó, haciendo que vuelva a sentarme en el sillón.

Apareció nuevamente por la entrada y con una sonrisa se paró a unos pasos de distancia de mí.

- Venga, te llevo a casa.

Asentí y me levanté, siguiéndolo con prevención.

La gélida temperatura del exterior hizo que llevara mis manos a mis brazos, en un intento de mantener mi temperatura corporal intacta, pero rápidamente entramos al automóvil, y encendió el aire acondicionado.

Al llegar a casa noté que había un vehículo rojo en frente de mi casa.

Fruncí el ceño bajándome del coche sin decirle nada.

Armando me siguió hasta llegar al auto.

Agarré el pequeño sobre que había pegada en la ventana del copiloto.

" Para ti, bonita..."

Abrí los ojos sorprendiéndome, y saqué la hoja del sobre, algo nerviosa.

No sabía si abrirla delante de él, pero la curiosidad no me dejó pensar mucho.

Al sacarla y desdoblar el papel, comencé a leer.

"Aquí tienes tu regalo, supongo que en algún momento tendrás que venir a tu casa, aunque tardes demasiado, te llegarán noticias mías pronto.

Recuerda que te vigilo siempre.

Atentamente, tu chico."

Mi respiración se había agitado, realmente no podía creer que este lunático me haya regalado un auto así.

Armando miraba mis expresiones con el ceño fruncido.

Luego de unos segundos metí la carta en mi bolsillo con cuidado, luego me dedicaría a observar detenidamente aquella peculiar nota.

- ¿Algún admirador?- preguntó con una sonrisa mirando el coche.

Alce las cejas suspirando, sin saber muy bien como contestarle.

- Creo que le va mejor idiota.

Pasé mi mano por mis ojos, tratando de calmarme.

- Como sea, muchas gracias por esta cena, la disfruté mucho.

Él me sonrió y se acercó a mí, dejando un beso en mi mejilla.

Se subió a su auto y yo me quedé observando cómo se iba.

Entonces, me di cuenta de algo.

Y rápidamente el sentimiento de estupefacción se implantó en mí, impidiéndome respirar.

¿Cómo Armando sabia donde quedaba mi casa si jamás se lo dije? 

Provocador || Gustabo GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora