Conductas. -35

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"Arrodillarse ante mí. "

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Pocas veces en mi vida mis travesuras o idioteces habían afectado a alguien más, normalmente me encontraba sola, o con personas a las que realmente no les importaba, pero eso jamás me había afectado, me encantaba la vida sin ataduras, en la completa libertad, y sin miedo de que si algo malo me sucediera, la culpa o dolor recayera en alguien.

Ese era el resultado de no haber tenido una relación sentimental alguna con nadie más que Jack, completo desconocimiento de los sentimientos más importantes del ser humano, varios problemas mentales aun no diagnosticados, y el desconcierto de no saber qué hacer en situaciones donde a las personas si le importo.

O también, que cojones hacer cuando las únicas personas a las que les he llegado a agarrar un cierto cariño son apuntadas por tantas armas que no me quede más elección que pensar en cómo salir de aquí.

Tampoco había aprendido como coño no sentir esta exasperante sensación de sofoco que estaba atacándome hace más de quince minutos, o también como sacarme de la cabeza la idea de que todo esto se iba a ir de control, lo que causaría nuestra maldita muerte de inmediato.

Pero claro, tuve que aprender sobre todo lo que es armamento y el comportamiento básico de los atacantes.

-¡Joder!- gritó el gallego al caer de lleno al suelo luego de que el chico de cabello rojo le pegara el puñetazo de su vida, dejándolo en ridículo ante todos.

-Para la próxima te corto en pedacitos y se los doy a comer a tus cabras- dijo poniendo su pie en la espalda de mi amigo, mirándolo con una sonrisa. – quédate quietito.

Sonaba tan demandante, pero tan roto a la vez, que me provocó de cierta manera preocupación por el, estaba más que claro que Armando era una persona muy cercana a él, incluso mucho más de lo que yo pudiera siquiera imaginar, y eso hizo que el remordimiento se apoderara de mi mente, no muchas veces veía a las personas cercanas a las que mataba, no de tan cerca.

Giré mi rostro hacia mis amigos, evitando, de cierta manera, ver las consecuencias de lo que yo había hecho; recorrí con atención cada una de las expresiones de mis amigos al ver lo que sucedía con el gallego, pude ver como Volkov negaba con la cabeza, o como poco a poco Gustabo perdía la paciencia, pero estaba claro que como Rogelio no había ninguno más, él tensaba cada uno de sus músculos, esforzándose monumentalmente por no golpear a ese idiota que le estaba haciendo esto a su primo, pero, no despegaba la mirada de la situación, controlando que no se pasara con la presión ejercida en su espalda.

Bien, no había mucho tiempo para actuar antes de que el salte a golpearlo.

Porque estaba claro que la parte de hacer el tonto había salido pésimo, y no nos había beneficiado de ninguna manera.

Pero antes de que yo pase a la siguiente fase, alguien se me adelantó.

Y con alguien, me refiero al chico rubio con el cual hace tan solo unas horas me había acostado.

Se veía como si lo hubiera hecho impulsivamente, sin pensar en las consecuencias, pero creyendo que todo iba a salir de puta madre.

Había dado tan solo un par de pasos, cuando todas las armas dejaron de apuntarnos a nosotros, y todos los puntos rojos estaban repartidos entre su cabeza y pecho.

-Venga chino, no quieres hacer esto, sabes que hay otras formas de arreglar esto, podemos hablarlo luego, pero déjanos ir, estábamos terminando la fiesta en paz.

El de cabello rojo alzó las cejas, incrédulo ante lo que él le estaba diciendo.

-Ni de puta coña Gustabo, sabemos que son tus amigos y toda esa mierda, pero alguno de ellos fue.- dijo con su característico acento, que me venía llamando la atención todo este tiempo.

El rubio solo rodó los ojos, parecía estar perdiendo la paciencia a ritmos inusuales.

-Mira, mañana hablo con estos idiotas si, la mayoría están ebrios, no te dirán nada que te sirva vale, pasaré por allí a la noche y te comentaré todo.

La piel se me erizó al notar la forma tan despectiva y cínica con la que había dicho eso, además de que claro, lo había casi susurrado, con la intención de que ninguno de nosotros lo escuchara.

Fruncí el ceño al ver como con solo un par de palabras más logró que el tipo se fuera.

Pero en realidad mi cabeza inconscientemente estaba formando una pequeña lista con todos los acontecimientos similares que estaba teniendo Gustabo, cada una de las palabras y tonos con las que había estado hablando las últimas semanas.

Esto era algo que había hecho mucho anteriormente, en ciertas misiones, o incluso en cualquier trabajo o relación, cuando las cosas con las otras personas comenzaban a ponerse extrañas, comenzaba compulsivamente a fijarme en cada detalle, movimiento, o expresión del otro, tratando de formar en mi cabeza una especie de ficha de conducta; para saber exactamente cómo actuar.

Y aunque aún no lo hubiera notado, Gustabo estaba teniendo conductas similares a algunas personas que había visto en mi pasado.

Personas que definitivamente no convenía tener a mi lado.

Lo peor de toda esta situación, fue como una sonrisa se plantó en la cara de aquel chico pálido, que simplemente con un apretón de manos con el rubio, dejó pasar toda esta asquerosa situación.

Entonces, como si de una señal se tratara, al sacar su pie del cuerpo de Segismundo, el resto de tipos dejó de apuntar a Gustabo, y comenzaron a meterse en sus coches, preparados para irse.

Seguro le tenían un gran respeto al que se había convertido en el nuevo líder de los mecánicos, porque sin absolutamente una palabra intercambiada, todos posicionaron sus vehículos de tal manera que el del chico de cabello rojo quedara en el centro, completamente protegido de cualquier amenaza exterior.

El frio que nos atrapo fue casi como una cachetada hacia mis sentidos, que se habían quedado completamente pasmados ante lo que había pasado hace tan solo unos segundos, mis pensamientos, dejaron de ser de completa confusión y desagrado, para convertirse en una frase clara, "Tenemos que salir de aquí cagando hostias."

Golpee el brazo de la persona a mi lado, y todos comenzaron a moverse hacia la gasolinera más cercana, pero al girarme para llamar la atención de Gustabo, me di cuenta de cómo se había quedado mirando en dirección hacia la calle donde recién habían desaparecido todos ellos.

Suspiré, y llevé mi mano a su hombro, haciendo que gire su rostro y me mire.

-Vamos.

El tragó, como si volviera de un trance, pero no se movió ni un centímetro.

-¿Alguna vez estuviste en un grupo como el de ellos?

Esa pregunta me llegó de sorpresa, e hizo que mi mente viaje a un tiempo donde todo era completamente diferente, tanto las personas, como los sentimientos, y lo más importante, yo.

Aquella persona que tuvo un grupo de amigos con los cuales se reía absolutamente todo el día, y no por la gracia de sus chistes, sino por la cantidad absurda de drogas que había en su sistema.

Me había esforzado por esconder todos esos dolorosos recuerdos en lo más profundo de mi mente, y este subnormal no va a hacer que los reviva nuevamente.

Relamí mis labios, sin saber si contestar era lo acertado, pero teniendo la completa seguridad de que salir de aquí era lo mejor, y para eso, el rubio debía moverse rápido.

-Si Gustabo, y las cosas no son tan buenas como ellos te lo muestran.

Entonces, lo arrastré con el resto, agarrando el teléfono rápidamente y marcándole a la única persona que podía ayudarme.

-Más vale que salgas de tu maldito sillón Jack y nos vengas a buscar a la gasolinera, te estoy enviando ubicación, pero o vienes tú, o llamo una ambulancia, pero supongo que no quieres que todos vean a tu comisario más responsable totalmente ebrio. 

Provocador || Gustabo GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora