Ciego. -26

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"Eres demasiado arte para alguien que carece de sensibilidad"

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Apoyé mi mano en mi frente, preguntándome el por qué seguía aquí sentada.

Jack oficialmente me raptó, y ahora estoy viendo como hace su maldito trabajo, el cual, como ya saben, es sumamente aburrida.

Luego del gran inconveniente del ser hallada semi desnuda, y totalmente extasiada encima de uno de sus oficiales más cercanos, el demente se cabreó, dándome la lata por dos horas seguidas.

Y aquí estoy, sentada en su oficina viendo cómo trabaja, que, como ya seguramente sabrán, es totalmente aburrido el papeleo que requiere ser superintendente.

Él pensó que yo me iba a tomar enserio su castigo, ya que, simulé arrepentirme, cosa que, doy por seguro, no pasó.

Ahora, simplemente estoy disimulando por algunas horas ser una buena hermana y mantenerme sentada en la silla de cuero frente a él.

Tenía las piernas por encima de los posa brazos, haciendo que para la perspectiva de Jack, parezca una maldita niña aburrida.

Entonces, la puerta se abrió golpeando luego las paredes, por lo que ambos nos alertamos demasiado y giramos.

Volkov venía arrastrando a Horacio, hasta que lo dejó frente a ambos, el de crestas simplemente tenía la cabeza gacha, y cubría sus manos con los puños de su campera.

Fruncí el ceño porque la situación no parecía nada normal, ni saludable, cosa que me preocupa.

-Que cojones haces Volkov.

Jack no pareció percatarse de la actitud del otro chico, cosa que me sorprendió, mi hermano siempre percibía todo.

Llevé mi mirada al rostro de Volkov, su expresión reflejaba enojo y un profundo miedo que trataba de ocultar con su profesionalismo.

- Conway, mire esto. - seguido de eso se acercó a Horacio.

Cuando mi vista se dirigió a allí, pareció como si en mi estómago se hubiera asentado una maldita roca de 20 kilogramos, y mi boca se cerró por completo, cambiando totalmente mi expresión.

La sangre seca aun rodeaba aquellas dolorosas heridas.

Y algo que jamás había notado, se apareció frente a mis ojos.

Las largas y cortas cicatrices en el antebrazo de Horacio parecían ser infinitas.

Nadie dijo nada por un largo rato, mientras que el de cresta lo único que hacía era permanecer mirando hacia otro lado, y tirar un poco de Volkov, en un frágil intento de que lo deje escapar.

Suspiré levantándome, entendía a Volkov, apuesto que esta acojonado por haber descubierto esto en aquel chico, que, aunque trataba disimularlo a diario, le importaba demasiado, pero realmente no estaba actuando para nada bien dada las circunstancias.

Llevé mi mano al hombro del platinado, haciendo que este se mueva hacia atrás, a lo cual opuso cierta resistencia, pero no mayor a mi orden.

Agarré la mano de Horacio, apretando ligeramente provocando que me mire directo a los ojos.

Dedicándole una sonrisa, y tratando de que sus cristalinos ojos no me hagan llorar, comencé a caminar guiándolo detrás de mí hacia fuera de esta habitación.

Luego de caminar por algunos pasillos, y subir las escaleras, salimos a la terraza, donde estaba el helipuerto.

Di un rápido vistazo a Horacio, y me senté en la H roja del suelo, haciendo que él me siga segundos más tarde.

-Sabes, no tuve una infancia muy bonita.- dije mirando hacia el horizonte.

El cubrió sus brazos y se acomodó, quedando con la clásica posición de un indio.

- Jamás conocí a mis padres, Jack es la única familia que tengo, y bueno, realmente hay muchas cosas donde sí se necesita una madre- susurré lo último, pero él me escuchó- ojo, no quiero decir que el haya sido un mal hermano, todo lo contrario, él se hizo cargo de mi cuando nuestra madre falleció, imagino que no debió ser nada fácil para un niño de 6 años.

Horacio parecía sorprendido, apuesto que Jack jamás le dijo esto a nadie, pero creía que este era el momento indicado para contárselo a este chico.

-En mi adolescencia, Jack se inscribió en la milicia, pero yo era muy pequeña para hacerlo aún, por lo que al principio tuvimos que mudarnos lo más cerca posible de donde el entrenaba, lo cual no ayudo en nada a mi sociabilidad.- suspiré tomándome mi tiempo.- pasaba cinco días completamente sola en casa, que por supuesto, no era un barrio seguro, eran los suburbios de una pequeña ciudad, recuerdo que en mi colegio todos se conocían, pero, nadie quiso integrarme, a esa edad todos son medios bordes supongo.

-No entiendo porque me cuentas esto...

Giré a verlo, notándolo confundido.

-Horacio, a esa edad, solamente 12 años, comencé con las drogas, conocí a unos chicos, ellos eran los típicos aislados del grupo, pero Vivian cerca de mí, y caminar con ellos a estudiar era algo más seguro.- me detuve recordando sus rostros...- al principio solo era algo para encajar en su pequeño grupo, pero Jack no tardó mucho en enterarse.

El alzó las cejas sorprendiéndose, y por el rabillo del ojo pude notar como acariciaba sus cicatrices por debajo de la fina tela.

- Me sacó del colegio, se cabreó, golpeó a todos esos chicos, y con un par de favores, me metió en el ejército, por suerte ya había conseguido destacarse de sus compañeros, y sus jefes no les pareció mala idea meterme allí.

-Pero claro no era algo que yo aceptara, para nada, por fin me había hecho amigos, y él me los había arrebatado todos, por lo que la presión combinada con las constantes peleas con mi único familiar, me hundieron.

Suspiré quedándome callada durante varios minutos, asimilando lo que estaba a punto de decir.

-Jack jamás se enteró, pero durante un año, robé un par de sus navajas, y me hacía pequeños cortes en los muslos, donde el no pudiera notarlos.

Su rostro se puso pálido, y por su mente pasaba que nunca pensaba que yo había pasado por eso también.

-Fue el peor error que pude cometer.- dije mirándolo seriamente- y no porque hubiera represalias, sino porque eso me hizo creer que de alguna manera, haciendo eso, podría descargar allí mi negatividad, durante mucho tiempo lo hice, pero nada grande, solo pequeños cortes, hasta que comenzaron las clases de autodefensa y boxeo, todo aquello que descargaba haciendo eso, lo concentré dirigiéndolo a concentrarme en aprender a defenderme.

Le estaba dando alternativas, sin que sean tan directas como una orden, le estaba dando una puerta de salida, para todo ese dolor que lleva dentro.

- Cuál es tu razón Horacio.

Tragó grueso girando su rostro a la ciudad, preguntándose si contarle a aquella chica sus tormentos.

- Jamás seré suficiente para nadie.

Llevé mi mano a su pierna, en signo de apoyo, para que continúe hablando.

-Sabes, Volkov realmente me gusta, lo amo Lexa, pero él no es el tipo de persona que busque una relación, y eso duele demasiado.

Suspiré, recapacitando que iba a decir y como.

- Deberías saber que si una persona está rota y no puede amar, no es un lugar donde te debas quedar.

El pareció reflexionar sobre mis palabras, pensándolas seriamente y aplicándolas a su situación.

- Debo ayudarlo.- susurró con la voz algo ronca, como si estuviera a punto de ponerse a llorar.

- Él no quiere ayuda, solo quiere estar con alguien por instantes, y eso es algo que no te hace bien a ti claramente.

- ¿Cómo sabré cuando cambie de parecer?

-Él te valorará por la increíble persona que eres, y te buscará para salir a desayunar, o almorzar, no solo para follar.

Y así, ambos nos quedamos viendo el cielo, mientras que en la lejana oficina, Volkov le gritaba a Conway por no saber cómo actuar.

Provocador || Gustabo GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora