El Niño de los Ojos Esmeralda

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Prologo






Elian miraba las estrellas desde su habitacion. Era la madrugada y una de sus horribles pesadillas habia atormentaba sus sueños.

Los cabellos rubios, ondulados, se me Ian con el viento y los ojos como una de las más hermosas gemas brillaban en la oscuridad de aquella habitación.

El chico tenía apenas cumplidos sus quince años, pero ya quería dejar aquel mundo para siempre.
En aquella mansión era ignorado por todos, incluso por su hermana mellizas, quien estaba obsesionada con él emperador y la princesa.
Sus tíos no parecían quererlo y le sobre exigían. Danza, matemáticas, artes, música, historia, geografía, ciencias y entre muchos más, eran todo lo que el chico aprendía y se sabía. Era un genio, pero nadie en esa casa le valoraba.
Eso, si no contamos a su primo, Ijekiel era una dulzura, y cuando estaban era quien le alegraba sus días, pero él mayor pasaba estudiando o trabajando y le era realmente difícil verlo.

Soltó un largo suspiro y se acomodo un poco en el pequeño asiento al lado de la ventana, tapándose mejor las piernas con su pijama.

No entendía porque todos les despreciaban, hacia lo que le pedían, era obediente, inteligente y nunca alzaba la voz. ¿Cual era la diferencia entre el y Zenith?

No lo sabía, y eso hacía que su pecho doliera cada vez más, porque las preguntas llegaban y no cesaban pero sus respuestas parecían no existir o eran ignoradas, igual que su presencia en aquella casa.

Un pajarito, se posó a su lado en la ventana, y Elian, aun con una sonrisa triste le miró, acariciando un poquito al ave, quien simplemente se dejó, como la mayoría de los animales cerca del adolescente.

—Me gustaría ser un avecita como tu, así sería libre. —dijo despacio, limpiandose una de las lágrimas rebeldes que habían salido de sus ojos. — y tener una familia, real.

Elian no era tonto, de hecho un genio no reconocido era un término más correcto para referirse a él, obviamente el emperador no era su padre, porque si tanto hubiera amado a su prometida, ¿por qué los dejaría con alguien más y cuidaría y amaría a una hija "bastarda"? Las respuesta de daba sola, obviamente el soberano nisiquiera sabía de su existencia, porque nunca estuvo con Penelope, su madre.

Elian quería islrse pronto, ser mayor de edad y huir a alguno de los países orientales, conocer a alguien y formar una familia, tener una vida tranquila y luego dejarse ir en las manos de los dioses. ¿Era mucho pedir el querer algo e cariño? El consideraba que no, pero en la mansión Alfierce, no lo conseguiría. Y la soledad que estaba recibiendo en aquel lugar le estaba matando, y hacía que esos bellos ojos verdes, se apagarán cada vez más.

Un dulce tarareo le hizo salir de sus pensamientos melancólicos. Era una voz femenina, que producía una melodia tan triste como lo que él quería, pensaba y añoraba, una canción tan bella como lo era una Aria al amanecer. Giro su cabeza, hacia todos lados, incluso hacia abajo, pero no vio nada más que dos petales de rosa volar en el aire, brillando en la oscuridad de la noche.

Ambos pétalos entraron por su ventana y cayeron junto a su cama, la melodia se intensificó y una figura femenina se formó en frente a él. La hada era bellísima, de cabellos rubios ojos rosas, que le miraban calidamente. Elian, se quedó mirando a la mujer, en silencio, mientras está le cantaba,como lo hacía cada noche que no podía dormir.

El chico sonrió un poco y se acomodo, para escuchar mejor el canto, con el sueño entrando en su sistema, y cayendo dormido pronto, por la dulce voz que le calmaba.

Dianna, sonrió un poco cuando vio al chico dormir, y solo le tocó el rostro, en una suave caricia.

—Pronto brillará cómo el sol, y tu perseverancia tendrá un premio. —dijo con suavidad el espíritu, antes de desaparecer, dejando una hermosa sensación en el ambiente de la habitación. —







Mírame, Claude. [Princesa encantadora] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora