La Nación Santa

3.8K 473 43
                                    

El imperio de Beati, era un reino con enemistad desde hacía decadas, con Obelia. Todo debido a un conflicto entre la inmensa magia sagrada que el imperio santo presentaba, y que contrarestaba con la magia negra del emperador de aquel entonces, Aerthenitas.

En aquel entonces, la monarca de Beati, Iben, intentó destronar al emperador, en busca de salvar a Obelia de un posible y futuro reinado oscuro, terminando en la muerte de la Santa y un conflicto entre ambos imperios.

Con uso de la magia negra, Aerthenitas bloqueo, el renacimiento del próximo Santo, quienes al morir volvían a nacer en cuerpos diferentes y mayor poder. Solamente un bebé nacido bajo la condición de repeler magia negra podría recibir el don de Dios, y nacer como el monarca de la nación Santa.

Elian leyó todo lo que pudo, apenas llegaron a Beati, dos días después de su exilio. Le habían dado una habitación en un gran palacio, de colores blancos y delicados detalles perfectamente hechos.

Todo era demasiado para su pequeña cabecita, que apenas lograba asimilar lo que estaba pasando.

Por lo que había entendido, su hermana y el, habían nacido debido a la magia negra de la reencarnación del emperador que mató a una de las más grandes Santas de todo la historia, pero que había una gran diferencia entre Zenith y el.
Y es que mientras que Zenith era una copia exacta de su madre, hecha completamente de magia oscura, el era humano, su corazón latía de verdad y tenía magia sagrada, una de las fuerzas más poderosas del mundo.

Al parecer, el si había sido concebido bajo la abeja y la flor, y de un milagro había nacido de un hombre estéril. Un milagro que Dios le había brindado.

Ahora entendía a su hada, ella siempre lo supo, y de cierta forma entendía varias cosas, quizás él porque su personalidad no era como la de su hermana, y porque quizás era despreciado en su casa. El no pertenecía alli, el no era parte de Obelia, fue solo un alma perdida.

Siempre habían sido las cosas al revés, mientras que todos veían a Zenith como la encantadora muchachita que no importaba si no sabía, y el debía esconderse y estudiar hasta desmayarse del cansancio, sin méritos ni felicitaciones. Pero ahora sabía que no era así, siempre quiso que fueran iguales, pero ya no quería eso. Porque mientras que su hermana estaba hecha por la oscuridad y maldad de alguien, él estaba hecho por luz, deseos y felicidad de un ser mucho más allá de lo que podía imaginar. Mientras que Zenith será consumida por la magia oscura en su ser, el la repelia, y mantenía una magia tan pura y sagrada que nadie podría hacerle frente si aprendiera a controlarla.

Eran hermanos, pero no eran iguales, eran diferentes y opuestos.

Por lo que ahora solo debía demostrar de lo que era capaz. Demostrar todo lo que sabía, y su dedicación, aun cuando cargaba al bebé del mayor enemigo de su ahora hogar.

Se acomodo en la silla de aquella gran biblioteca y se acarició su pancita

-¿Estaremos bien aquí, cariño?. -le preguntó a su vientre, como si fuera a responder. - Si... Supongo que donde sea es mejor que el esperar a que Claude nos mate....

-Debería dejar de pensar en ese bastardo, mi santidad. -Alysh, estaba parada al lado suyo, sonriendole con amabilidad y tendiendo le una pequeña bolita celeste, seguramente con galletas de chocolate Amargo que tanto le gustaban. - Por lo que me contó el no vale la pena.

Elian sonrió un poco y solo se apoyo en el vientre de ella, La mujer, debía rondar los doscientos años, pero aparentaba con suerte unos treinta, y tenía un instinto maternal gigante con el.

-Si, pero los sentimientos no se pueden eliminar... Aun más cuando hice tanto con el. -sonrió con melancolía y sacó una de sus galletas, mordiendo la y hablando con esta aún en la boca. - Supongo que para el solo fui un juguete de medio tiempo

Mírame, Claude. [Princesa encantadora] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora