¿Por Qué Es Tan Difícil?

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Elian miró fijamente al caballero que asomaba la cabeza detrás de su escolta.

Noah era más alto, pero Félix se las había arreglado y se había doblado hacia un lado, sonriendole con aquella típica sonrisa radiante.

Se giro, dándole la espalda y agachó la cabeza, apretando un poco a su hijo contra si, con miedo de que algo pasara contra ellos.

—Sir Elian, es un gusto verlo denuevo. —Dijo con dulce voz el pelirrojo, para luego ser tirado con fuerza por el medio-Vela. —

Kynbe tenía la mirada roja, brillante, con los destellos de joyas a la luz, cosa que daba a entender su ascendencia, gruñó un poco y enseñó los colmillos.

—No te refieras a su Santidad de esa forma. —su voz grave, casi de ultratumba, hizo que Félix sonreirá un poco más, y levantará sus manos. —

Elian, cerró los ojos, intentando mentalizarse de que en Beati nada malo podía volver a suceder, y que si lo intentaban una guerra sería con lo que se encontrarían.

Dio vuelta su cuello, tal como búho, con sus bellos diamantes canario, con una mirada aguda, aguantando se las ganas de sonreírle.

—Noah.... Deberías recibir correctamente a nuestro invitado.—contesto,llamando la atención de ambos hombres, quien si bien notaban como el menor temblaba, también se veía su madurez. —que lo atiendan correctamente, luego lo veré en el salón Eta

No los espero y empezó a caminar, con paso apurado, hasta su habitación.

Leia, lo miró y  con cuidado intento arrebatarle al bebé de sus brazos, pero el solo negó y abrazo a su hijo, quien sólo movía sus manos yle agarraba los cabellos, con sus gordita manos.

Mientras el lloraba, su nana lo veía de manera triste.

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Félix miró atentamente al chico, sentado frente a él, parecía ido en sus pensamientos desde que se lo había topado en el pasillo, viendo una imagen de su vida pasada.

No había sido mandado por Claude, incluso dudaba que el supiera que había pasado la frontera hasta Beati. Había ido, debido a que había escuchado la conversación entre la polipareja que intentaba ser disimulada sin éxito alguno.

Debido a que había escuchado al Alfierce menor gritarle al pelinegro que no quería parir como Elian, supuso que el bebé había nacido, e incluso había dejado de lado el hecho de que ambos muchachos estuvieran en la habitación de la princesa.

Elian, mantenía unas simples prendas  blancas con detalles verdes, con un escote cuadrado que dejaba ver su pálida piel, y una faja, a la altura de su cintura. Ya no cargaba al bebé, pero cada cierto rato miraba hacia la puerta, seguramente nervioso de que algo le pasara.

—¿Cual es el nombre?. —le preguntó, intentando que el niño se tranquilizarla, pero sólo logrando que pegara un salto. —

—Luka... —murmuró, tomando su taza, con lentitud, y llevándola a sus labios. — A él le gustaba

Le sonrió con dulzura al menor, quien parecía en un conflicto interno.

Es bonito, "el que brilla y es iluminado". —Miro al niño, quien sólo Asintió, no sabía cómo sacarte conversación. — he venido para aclarar algo sobre la embajada que participará en una semana.

El rubio Asintió, y empezó a tomar atención, aunque de cualquier forma estuviera distraído.
Estaba nervioso, sentía que el pelirrojo le traicionaria apenas tocará las tierras obelianas. Prácticamente seguía siendo propiedad del emperador, y a había dado a luz al príncipe de Obelia, por lo que de todas formas podían considerarlo un traidor o embustero.

En su interior, aun muy en el fondo quería volver a ver a Claude, sus últimas visiones, hacían que la nesecidad en su pecho creciera, sentía que había algo que debía decirle, pero no sabía que y su parte cuerda le decía que era mejor el solo quedarse en Beati, donde estaba seguro y con una vida casi solucionada.

Se golpeó ambas mejillas y miró al pelirrojo, quien sólo le miro de manera paternal.

—Elian, solo vendrán cuatro personas, Sir Ijekiel Alfierce, Sir Keiran Pattinson, Lady Helena Elaine y el duque Alfierce, solo dos de ellos han entrado por voluntad propia, el resto los eligió la princesa. —le sonrió al chico, y solo le tendió una pequeña cajita. —No le diré a Claude que eres tú, y debes relajarte, nada malo puede pasarte aquí, pero aunque yo no lo diga el en algún momento te encontrará.

Elian solo suspiro y asintió, tomando cuidadosamente la cajita, al abrirla, una melodia resonó por la sala, un vals, una canción antigua, que estaba escondida en sus recuerdos. Y en el centro dos muñecos bailaban, un muchacho de cabellos castaños y de ojos dos gemas azules, mientras que el otro tenía cabellos tirando al rosa, y unos ojos ojos de diamantes canarios.

Se quedó mirando la cajita musical en silencio, mientras que Félix rogaba a la diosa Vita que bendijera nuevamente a esas dos almas.




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Claude miró a su hija, quien leia una carta, con tranquilidad, dejandola luego a su lado.

No sabía cómo preguntarle, después de todo, ella aún parecía sensible sobre él tema del muchacho.

—Athanasia. —la llamo, a la que la rubia levantó la vista. —

Dudo, no sabía cómo preguntarle, después de todo, alta vergüenza tenía de hablar sobre su vida amorosa con su hija.

—Tu mm.... ¿Sabes de Sir Magrita?

La rubia Alzó ambas cejas y luego solo sonrió, de manera triste

—me han llegado uno que otra carta anónima de él, no se donde está. —mintió la rubia, después de todo, no le diría a su padre hasta estar segura. — la última vez que hable con él dijo que  le costaba salir de la cama

Claude abrió los ojos, pensando en cómo estaría su amado. Le hubiera gustado vergo con una gran panza de embarazado, o incluso estar en el nacimiento del bebé. Pero viendo la situación, obviamente, no lo haría.

Athanasia se mordió el labio, ella sabía que su hermano ya había nacido, pero no pensaba decirle al emperador. ¿Y si intentaba matarlo?

Ninguno de los dos tenía pensamientos parecidos

Mírame, Claude. [Princesa encantadora] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora