Sensaciones

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—¡Rías!

El grito que el chico Soltó, mientras se apartaba de aquel hombre, alertó a todos quienes estaban presentes.

Los guardias se acercaron y apartaron al pelinegro del Santo, quien empezaba a recordar cosas de su vida pasada.
Sobre todo, la muerte de la última Santa.

El cabello de tonos rosados fue tironeado con fuerza por aquel hombre. Tenía un parecido con alguien, con una persona que la muchacha amaba con fervor, podía sentirlo.

La armadura de colores dorados sólo mantenía la mitad de ella, y acababa de vomitar sangre, el hombre sólo Soltó una carcajada burlona y se aparto

—Tenemos unos horas antes de que ese veneno te mate... Veamos como es la bella esposa de mi hermanito

Elian jadeo y se agarro el pecho, llevándose a su nene hacia el, con miedo de perderlo.
Intentando mantener la compostura. No podía dejar mal a Beati frente a uno de los embajadores de Obelia, no tenía pruebas de que creía quien era, por lo que sólo se reincorporo con cuidado y busco con la mira a su escolta

Cuando lo vio, solo hizo un gesto de gancho con su meñique. Es decir, la señal de que se debían ir.

Por lo que pronto, aún con la fija mirada de un pelinegro, sobre el, su escolta llegó.

—traigan a la embajada Obeliana a mi oficina, y activa los escudos antimagia negra. —le murmuró, mientras se daba media vuelta, para poder salir del salón. —

Mantén la calma Elian, mantén la calma

Se dijo mentalmente, mientras empezaba a caminar por el pasillo, al llegar a su oficina, le entregó su hijo a su nana, dándole un besito en la frente, para dejarle un hechizo e protección, entrando luego en la habitación y sentándose en su lugar, en la espera a que las cuatro personas llegarán.

No fueron más de quince minutos cuando los dos adultos y los dos adolescentes llegarán. La única mujer, parecía nerviosa, como si la hubieran encontrado haciendo una maldad, mientras que tanto el único pelinegro, como Ijekiel, se mantenían tranquilos, como si supieran que eso pasaría.
Por último, su tío, tenía el ceño ligeramente fruncido.

—Señorita, este tranquila, no nesecita venir, quiero hablar con los caballeros. —hablo de forma amable, mientras ella se despedía y salía a paso rápido, no nesecitaba de Helena, o al menos por ahora. —

Miro a los tres hombres, juntando sus manos, antes de quitarse el velo del rostro, para que lo vieran claramente.

—¿Sabe usted, Roger Alfierce, que sus acciones lo llevan a traicionar Obelia?. —preguntó, mirando a su tío, quien frunció aún más el ceño, ante sus palabras. -

—¿¡Quién te crees para hablarme así Elian?!. —hablo de forma brusca y fuerte, como solía hacer cada vez que el muchacho no hacía las cosas bien. —

—¿Yo? Soy Elian Solum de Beati, el emperador de Beati, y por consiguiente tu superior. —se levantó de su lugar y golpeó su mano con la mesa, mirándole fríamente. Y con sus ojos irradiando poder, haciendo que el mago oscuro tosiera un poco. — si desea morir en tierras lejanas, atrévase a alzar su voz frente a su santo

El peliblanca mayor cerró la boca. Mientras que Anastacius soltaba una risita y se acercaba hacia el muchacho, tomándole el mentón.

—Quién diría... Que mi antiguo amor terminaría siendo mi hijo. —Dijo riendo un poco, mirando fijamente los ojos dorados del muchacho. —Iben hubiera sido una perfecta mujer, lastima que terminó casándose con mi hermanito. ¿Como seria si hubiera tenido mis hijos?

—No te creas con el derecho de tocarme, señor Pattinson. —golpeó su mano, y solo abrió la propia, de forma que cadenas del mismo color de sus ojos, amarraron al mago oscuro. —¿prefieres Anastacius, Aerthenitas o Keiran? Porque mi padre no eres.

Kiel miró a los adultos y al muchacho con los ojos abiertos, bien, comprendía que su primo ahora era emperador, también entendía que el hombre a su lado no era bueno, pero le sorprendía saber que bueno, era el antiguo emperador de Obelia. Es decir un sádico, incontrolable y tirano, y al parecer, el padre de sus primos.

—Me sorprende que me reconozcas. —volvió a decir el mago oscuro, riendo un poco al ver la palidez del duque. —

—Las sensaciones no se olvidan. —dijo con un pequeño gruñido el menor, mientras sus cadenas apretaba con fuerza al hombre. —debería matarte aquí y ahora, pero la única forma de exterminar la magia negra es quemandola.

El duque miraba la conversación entre ambos con el alma fuera dr su cuerpo, si el chico ya sabía sobre lo que estaba haciendo, podría decirle al emperador, delatarlo y perder todo.

Pero terminó recordando la falta de memoria de Claude, y como este había desterrado a su sobrino, es decir, el muchacho no se atrevería a traspasar las barreras de Obelia o mucho menos entablar una conversación con su antiguo amante.

—Guardias, manden a estos dos hombres directamente a Obelia. —dijo el muchacho con voz fuerte, mientras dos personas, con trajes plateados entraban en el salón, ondeando sus capas, que no dejaba ver sus rostros. —

Sus cadenas no desaparecieron, pero si se mezclaron con la magia plateada de los caballeros, quienes aún ante los reclamos del duque se los llevaron.

Keiran nunca dejó de sonreír, como si siempre hubiera sabido que eso sucederia.

Cuando las puertas se cerraron, se dejó caer en el asiento, lloriqueando un poco.
Kiel frente a él, no pudo evitar apiadarse de su primo. Por unos segundos había olvidado que el santo aún era un niño, y todo parecía ser nuevo para el.

Lo atrajo a su cuerpo con sumo cuidado y le abrazo, acariciandole cada parte de su, ahora, largo cabello.



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Anastacius Soltó una carcajada, mientras que era tirado hacia uno de los carruajes, causando que el guardia que lo llevara, lo mirara extrañado.

Los ojos del mago brillaron, con el color ceruleo, y pronto los ojos del hombre también.

—Cuando yo te diga.... Me traeras el trofeo para mi hermanito

Dijo despacio, dejando que le llevarán al carruaje, en silencio.

Su plan iba a la perfección

Mírame, Claude. [Princesa encantadora] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora