Cuando la muerte se apiada

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La bella muchacha de ojos dorados miró sin ganas al castaño frente a ella.

La Santa, solamente quería comer y volver a la cama, las fiestas de mayoría de edad obelia as, eran aburridas, sobre todo si no tenías acompañante.

La mano del muchacho de dieciséis años aún se mantenía extendida, pidiendo que bailará con el

No estaba segura, era la primera vez que oía sobre el príncipe Aetherias, y no le agradaba para nada el hermano mayor de este, Aethernitas. No sabía si era fácil confiar en él, o no, después de todo, no tenía buenas experiencias con el primer príncipe, quien incluso había intentado tocarla cuando no debía.

Miro a su lado, Alysh se mantenía firme, pero terminó asintiendo, por lo que con cierto temor, tomó cuidadosamente la mano del muchacho.

El joven sonrió y solo la guió con tranquilidad hasta la pista de baile.

Todos se giraron a mirarlos, el príncipe bastado, bailaria con la emperatriz de Beati, la joven Santa Iben.

Rías se posicionó en la pista y tomó con delicadeza la pequeña cintura de la fémina. Sin duda, la santa, era preciosa.
Tenía una contextura pequeña  delgada, de una piel pálida perfecta, sin imperfecciones que se pudieran ver. Sus cabellos, llegaban hasta sus rodilla, y eran de un tono rosa plantinado, que iban en degrade hasta volverse de un color fucsia, ondulados y perfectamente peinados, en dos rollitos a cada lado e su cabeza, adornados con flores de cristal y cintas del mismo color blanco que las joyas.

Su vestido, de flores, con destellos, era innovador y dejaba ver sus largas piernas. Apenas con quince años, la muchacha poseía un buen físico, con un busto prominente, y un trasero que no se podía apreciar más que por el leve grosor de sus muslos.

Esa noche, Iben era la estrella, y el sabía que debía acercarse

La música inició y empezaron a bailar, siguiendo el tono. Giro a la derecha, giro a la izquierda. Se movían en perfecta sincrinizacion y con una afinidad increíble.

Iben sonrió al notar esto, y solo miró al muchacho con el que bailaba.
El príncipe era alto y tenía el cabello castaño peinado con una apertura en un costado, era corto y no parecía pinchos como el de su hermano. Además de que sus ojos brillarán, mucho más fuerte que el primer príncipe. Tenía un pequeño lunar bajo su ojo izquierdo y sus expresiones faciales eran mucho más amables.

—¿Puedo saber el porqué a decidido invitarme a bailar?. —le preguntó la pelirosada, mirando con tranquilidad al muchacho quien solamente le sonrió, de manera encantadora. —

—Una estrella sirius, brilla mucho más al lado de una enana roja. —contestó sin borrar su sonrisa. —

Iben quedó algo confundida debido a su comparación, sin comprender porque nombraba a estrellas en esos momentos.

—Puede decirme Rías, majestad. —le dijo, para que desviar a su atención de su comentarios. — no debe tratarme con respeto, cuando soy un príncipe ilegítimo.

Iben apreto los labios al escuchar eso, había olvidado que en los reinos vecinos, el mandato era hereditario, y que ser un hijo ilegítimo era uno de los peores pecados.
En Beati la situación era diferente, sin importar si eras hijo ilegítimo o no, tenías los mismos derechos que cualquier otro, y la soberanía solamente podía darse al próximo santo de la nación, Sin importar de donde vinieran.

Ella era el caso, nadie tenía permitido saber los orígenes del emperador o emperatriz, para que no se crearán brechas, pero nunca podría quitarse su origen, como la hija de un esclavo y una mujer noble, siendo criada por su padre, hasta que a los siete años, dieron con ella.

Mírame, Claude. [Princesa encantadora] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora