—Hola, madre.— Emma dijo animada cuando la puerta fue abierta, y Kagami miró a su hija de 17 años y 9 meses, vestida con una sudadera con capucha que le llegaba hasta las rodillas, un cinturón, grandes gafas de sol –Regalo obviamente de Chloé,- un collar, todo eso junto con calcetines altos y zapatos bajos. Se había cortado el cabello, estaba corto y disparejo. A diferencia de sus padres, era de baja estatura, apenas llegando al 160 centímetros, y su cabello estaba de tono castaño claro. Parecía haber heredado genes raros, pero sus ojos eran como los suyos, casi negros, y su figura era como la de Kagami, siendo notable con el cinturón.
No se suponía que llegara hasta dentro de una semana pero había querido sorprender a todos, habían abordado el avión un día anticipado y Emma no había dormido desde entonces, estaba muy emocionada de estar de regreso, ya descansaría después de ver a todos. No había estado en Paris desde su partida, y Kagami no había tenido la oportunidad de verla tan seguido. Por ello, ya había planeado un tour, visitaría a su madre y a Chloé, claro, pero también a su tío y a sus abuelos por parte de Adrien aquí en Paris, y luego viajaría a Niza para ver también a los padres de Kagami.
Decir que Kagami estaba sorprendida era el eufemismo del año. No recibía visitas y cuando las recibía usualmente era porque trataban de venderle algo, así que cuando abrió la puerta, lo último que esperó ver fue a su hija.
Gritando de emoción, Kagami envolvió sus brazos alrededor de su hija y la abrazó con fuerza. Besando repetidas veces su cabeza, Kagami prácticamente jaló a Emma adentro y cerró la puerta para llenarla de amor e interminables preguntas de tipo 'cuándo llegaste?' 'dónde está tu papá?' 'trajiste equipaje?' y claro 'ya comiste?'
Emma sonrió y arregló su cabello. —Llegué hace una hora, papá tenía que hacer algo, mi equipaje está en el taxi allá afuera y estaba planeando quedarme aquí hasta el examen de entrada y luego planeo mudarme.— Le dijo a su madre y colocó sus gafas de sol sobre su cabeza. —Si te parece bien.— Bromeó, abriendo la puerta para que el conductor llevara su múltiple equipaje.
—Por supuesto que está más que bien.— Kagami sonrió. —Tengo la habitación de huéspedes y puedes quedarte ahí tanto como quieras.—
Fue a ayudar a bajar el equipaje de Emma y a llevarlo a la habitación extra. Era una habitación simple, con mucho espacio para una estudiante prospecto como Emma. Cuando Kagami dejó la última maleta en la habitación, suspiró y giró para ver a su hija, sus ojos repararon en la ropa de Emma.
—Hmm,— Kagami asintió. —Lo harás bien en IFM Paris, ya aplicaste?— preguntó, tomando la mano de Emma y guiándola a la cocina para hacer darle algo de beber a su hija.
—Sí, el examen será en unas semanas. Hasta entonces, viajaré un poco. Iré a ver a mi tío y a tus hermanas, y también a tus papás y a los de papá.— Explicó y se sentó, dejando que su mamá refunfuñara porque sabía que no pararía. Madre refunfuñadora, así era.
—Hmm,— Kagami sentenció, colocó a calentar el agua y tan pronto como tuvo listo todo, lo dejó preparando y se sentó.
—No puedo con tu cabello.— Kagami confesó, su mano jugó con las cortas hebras. —Tienes el estilo de Shibuya, me encanta.—
Aún no podía creer que su hija estaba de regreso en Paris. Kagami ya estaba planeando en cancelar todo lo que tenía planeado para hoy para así poder pasar más tiempo con su hija, tanto como estuviera aquí.
—Quizá vaya a visitar pronto a Bee, empieza a trabajar a las 12 y quiero ir antes de eso. Pero después, soy toda tuya,— Emma informó. —Fue Annie la que me cortó el cabello. Un regalo de despedida.— Acarició sus cabellos. Tomó su bolso, sacó un pedazo de papel y lo extendió en la mesa. —Qué te parece?— preguntó con una pequeña sonrisa. En el papel había un llamativo logo de color granate: 'Ai:EA' rezaba con letras en puntos. Lo había hecho en el avión, era un logo para su propia marca.
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Coeur de Cender (Corazón de Ceniza) (Adrinette) AU +20
FanficSummary: A veces en la vida, nos encontramos a nosotros mismos perdiendo la guerra contra el sentido común. Y tal como en la guerra, cuando eso sucede no hay ganadores y la inmoralidad se convierte en nuestra vida diaria. Eso, desde luego, se llama...