Hyung

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YoungJae subió hasta la habitación del mayor con la comida para dos personas. Si bien no quería estar ahí por razones que nadie comprendía, ya no podía evitarlo. YuGyeom se había encerrado con Bambam sólo para que el mayor le hiciera caso y así pudieran arreglar su pequeña o gran pelea.

No estaba feliz de volver a esa habitación en lo absoluto, pero ya que más daba. Estaba trabajando y su papá le había dicho muy claro esa mañana: "Ya no quiero que hagas enojar al joven Lim. Serás tú quien lo atienda o se acabó el trabajo durante las vacaciones y te irás a Mokpo con tu mamá"

Ni de chiste se iba a Mokpo con su mamá. A esa señora le daba por presentarlo con muchachas extrañas que sólo pensaban en lo bonito y no sexy, que YoungJae era.
Le veían como si fuera un muñeco de porcelana y no un futuro esposo.

Era raras y le daban miedo.

Tocó la puerta de aquel lugar, manteniendo una sonrisa falsa en sus labios que, al abrirse la puerta, se volvió real. Detrás de esta, un chico de cabello oscuro con lentes grandes le miraba. Sonrisa gigante y brillantes, piel medio bronceada, ojitos oscuros brillantes y ardientes. Cuerpo excelentemente bien formado en tallado en ropa deportiva ajustada.

Murió.

JaeBeom era sin duda el ser más guapo, perfecto, hermoso, excepcional y lindo que alguna vez conoció. El mayor era todo aquello que YoungJae había deseado encontrar en una persona.

-Hola, bonito. - saludo el mayor cuando se dio cuenta de que su menor no hablaría. - pasa.

YoungJae asintió con las mejillas ardiendo y el corazón acelerado pues JaeBeom lo miraba mucho.
Entró en la habitación, mirando como la hermana del mayor esperaba para poder comer.

-Buenas tardes, señorita Lim. - saludo YoungJae. - ¿comerán aquí o el balcón?

-Aquí, porque aún tengo trabajo y no quiero distraerme.

Choi asintió dejando los platos en la pequeña mesa. Mirando únicamente la comida. Y los vasos.

-YoungJae, ¿cuando descansas? - preguntó la castaña.

-Mañana. - dijo sin mirarla. - ¿desea algo?

-¿Quieres salir con nosotros mañana?, JaeBeom normalmente es aburrido y quiere ir a museos, pero conociéndote a ti, creo que podríamos ir a otro lado.

YoungJae dejo de moverse.

-Hmm, pues en lo personal, un paseo por el lago Han no suena mal. Normalmente también voy a presentaciones en el museo de Seúl. Creo que mañana estará el trabajo de Park JinYoung. Sus pinturas sin sencillamente increíbles, hace unos años yo...

Se quedó callado cuando la mirada de la castaña se encontró con la suya. Si bien no era una molesta, era una que expresaba lo aburrido que aquello le estaba pareciendo.
YoungJae entendió a ese momento que la chica quería ir a un bar a embriagarse como toda adolescente.

Solo que, YoungJae había prometido no volver a tomar jamás en su vida. O bueno, no en algún lugar donde JaeBeom estuviera. Y no por miedo a lo que él mayor pudiera hacerle, sino más a bien a no poder recordar nada al día siguiente.

-Lo siento. - dijo volviendo a ordenar la mesa.

-¡Es igual de aburrido que tú! - chillo la muchacha. - ¿por eso te gusta verdad?, que fraude.

-Nancy, creo que vas a hacer que YoungJae explote. Mira como esta de rojo. Ya déjalo.

El menor miro al mayor, sintiendo todo darle vueltas. JaeBeom estaba sonriendo muy ampliamente, haciendo que sus ojitos se volvieran rayitas y sus lunares más a la vista.

-Hyung, no digas esas cosas...

-¡Oh!, eres tan tierno. JaeBeom debería hablar con su padre para que te de permiso de cortegarlo.

Y si YoungJae ya estaba rojo, ahora estaba más que rojo. No podía imaginarse al mayor hablando con su papá y pidiendo permiso para salir con él.

Porque muy probablemente el mayor sospecharia que algo había o estaba pasando entre ellos, entonces le cuestionaria después.
Y YoungJae no sabría que decir.

-No creo que sea buena idea, hyung. - dijo llamando la atención del mayor. - Papá podría creer cosas erróneas de nosotros.

-Nosotros. - repitió JaeBeom. - se escucha tan bonito el nosotros cuando no lo usas para regañarme.

-¡Que lindo!, besense...

De nuevo, las mejillas de YoungJae comenzaron arder ante la vergüenza. No estaba acostumbrado a escuchar esas cosas. Y en realidad, si lo pensaba, nunca se había besado con el mayor sin terminar en algo subido de tono.

Quizás no lo había visto así, pero justo en ese momento deseaba un beso de aquellos labios rojizos.
En silencio suspiró, terminando de ordenar la mesa, ignorando la pequeña discusión de los hermanos.

Gravity HotelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora