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Salimos del ascensor y Stevens sale casi corriendo.

— Has puesto a la chica incomoda.— Le digo.— Todo por no poder reprimir tus insintos sexuales.— Me mira serio.

— No me tientes que lo cuento todo.— Suelto una carcajada.

— Adelante.— Le animo.— Venga, ve y dile a tu mujer que tiene unos cuernos tan grandes que no la dejan pasar por la puerta. Venga va, arruina tu matrimonio.— Me acerco a él.— Si Addison se entera, se divorciará, te lo quirará todo, y te dejará sin dinero, casas, coches y sin credivilidad, como persona y como médico por mantener una relación extra matrimonial con tu interna.— Me acero a su oído.— Si no he tirado de la manta es porque aún te tengo aprecio y no quiero que Addi sufra por ti.— Me alejo de él, traga saliva.— ¿Me enseñas ya donde me puedo poner el pijama?

Suspira y me lleva hasta los vestuarios. Me abre la puerta como todo un caballero.

— Aquella es la taquilla de Burke, supongo que es la tuya, él se fue.— Cierra la puerta y me señala una abierta.— Esto no es el Presbiteryan, Kendall.— Me giro a verlo.— Aquí no hay siete duchas que van mejor que las de tu casa o taquillas con llave imposbles de abrir si no la tienes. Aquí no se opera cada semana dos o tres veces a un deportista de elite. Allí si no tenias dinero no te operaban, aquí damos dinero para que la gente se opere. Aquí no hay gente con millones en el banco, ni te van ha dar una comision por pelotear al paciente o a sus familiares.— Lo miro seria.— Esto es Seattle, no Nueva York.

— Recuerdas de donde venimos Mark y yo. ¿No?— Traga saliva.— Recuerdas que no teníamos para comer, así que créeme el dinero es el menor de mis problemas, puedo apañarme con diez dólares a la semana.— Se acerca a mi.— Me vas a pedir que no diga nada ¿no?— Asiente.

— Lo estoy arreglando con Addison y creo que todo va ha salir bien, vamos ha ser felices, como lo éramos los primeros cinco años de matrimonio.— Alzo las cejas.

— ¿Los primeros cinco?— Niego.— Serás cínico. Con suerte tres.— Suspira.— Nunca entendí porque le hacías eso a Addison.

— Ni yo entendí porque lo hacias tu.— Lo miro serio.

— No sé que os paso a los tres años, pero la engañaste durante siete años, estuviste siete años conmigo, durmiendo en mi cama, cenando en mi casa, viajando a Los Hamptons conmigo, y sé que eras feliz, lo que nunca he comprendido es porque conmigo, porque yo, porque no te fuiste con otra, con cualquiera que te pudieras encontrar por algún bar. La primera noche, la primera vez, el dia que te encontré en la puerta de mi apartamento choreando, podrías haberte ido con otra, con la vecina mismo, no hacia falta irse más lejos, pero no, viniste a mi, a la que tratabas como tu hermana pequeña, como tu protegida, me tratabas casi como tu hija, siempre fui la protegida de los dos, de los tres, siempre fui la pequeña abandonada, la pequeña Sloan, pero esa noche decidiste, por algo, por alguna razón, no sé, puede que se alinearan los astros, pero algo te hizo click en la cabeza y decidiste verme como una chica de veinte años a la que podías acudir para refugiarte en ella siempre que quisieras.— Me mira a los ojos.— ¿Sabes lo sucia que me sentí al despertarme por la mañana?— Traga saliva.

— Pero después ya no sentías eso ¿verdad? Después empezaste a disfrutar, disfrutabas de mi como yo lo hacia de ti, era una relación mutuamente beneficiosa, los dos salíamos ganando. Tu me tenias a mi y yo te tenia a ti. No habían remordimientos, solo sexo.— Frunzo un segundo las cejas.

— ¿Solo sexo? ¿Estás seguro? ¿Entonces por qué te cabreabas tanto cuando comía con Ross?— Le pregunto dando un paso hacia él.— ¿O cuando me emborrachaba en el bar de la esquina y me llevaba Gian a casa? Luego siempre aparecías gritándome, no te hacia caso y acababas devorándome la boca y en la cama. Luego, por la mañana me despertaba con resaca y estabas haciendo huevos en mi cocina y me pedias perdón por haberte puesto así de celoso. No fue solo sexo, Derek, nunca lo fue.— Me acerco a él.— Tengo un arma y no me da miedo a utilizarla.

TOXIC || derek shepherd Donde viven las historias. Descúbrelo ahora