XXVI

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El domingo por la mañana pasó despacio, disfrutaron estar entre las sábanas y de un largo desayuno en la terraza de su suite. Después de darse un baño, usaron el elevador privado para las suites que llevaba a la piscina del roof. Joseph se recostó en un camastro y observó a ___ entrar al agua. Llevaba puesto un sencillo bikini color negro, aún así le pareció que el color contrastaba hermosamente con su piel. Ella nadó hacia el extremo de la piscina, un muro de cristal que dejaba ver la ciudad entera, y descansó los brazos en el borde. Cerró los ojos y levantó el rostro hacia el sol. Joseph se colocó las gafas oscuras y absorbió la vista con todos sus sentidos.

Dejó a sus pensamientos vagar mientras sentía el calor recorrer su cuerpo. Dejó que lo recorriera el sentimiento de que ___ y él se habían conocido desde hace mucho tiempo, aunque solo se habían conocido por poco más de un mes. Había tenido ese pensamiento más de una vez y aumentaba cada vez que pasaba tiempo con ella en Chicago. Esta semana en Detroit había provocado que esa sensación escalara de una forma que no comprendía. Había aprendido tanto de ella en tan poco tiempo y ella lo había logrado descifrar mucho más de lo que probablemente hubiera permitido en cualquier otra situación. En el pasado, cuando había estado con alguna mujer que lo incitara casi tanto como ___ hacía, el fervor pasaba en unas semanas. Casi tanto, esa era la parte importante del pensamiento anterior. No recordaba que ninguna mujer con las que había estado lo hubiera incitado de la manera en que ella lo había hecho desde el primer momento en que la vio.

Sonrió mientras recordaba el acalorado encuentro en el balcón. Tampoco sabía explicarse porqué había tenido esa necesidad de sentir su piel incluso después de saber que trabajarían juntos. No tenía problema con separar el placer de los negocios, eso era cierto, pero también lo era que prefería no hacerlo y honestamente lo evitaba todo lo posible. Pero con ___ había resultado imposible. Estar con ella todos los días no disminuía su deseo sino que era un bálsamo para calmar su necesidad y al mismo tiempo, lo incrementaba. Sin duda, después de una semana entera en una habitación con una mujer, tenía más que suficiente para querer espacio para sí mismo. Había pasado muchísimo tiempo desde que había intentado vivir con una mujer y en aquella ocasión las cosas no resultaron bien. Aquella vez había resultado apresurado y más que beneficiar la relación, había terminado por alejarlos totalmente. Siendo honesto, esa decisión la había tomado cuando era jóven y la posibilidad de tener sexo todos los días le había resultado motivo suficiente para vivir con alguien. Sonrió con el recuerdo. Bueno, tener sexo todos los días seguía pareciéndole irresistible pero sus prioridades habían cambiado con los años.

Sus relaciones pasadas, además de ser pocas, habían tenido más espacio personal. Cada uno en su propio sitio y la ocasional visita larga, nunca de más de una semana o la necesidad de espacio lo llenaba. Le quedaban dos días con ___ y deseaba que fueran dos semanas más. Las palabras que le suspiró piel con piel resultaban muy ciertas: no sabía cómo iba a mantener distancia cuando regresaran a Chicago. En el fondo no quería pero sabía que tendría que hacerlo, de alguna manera.

No era como que no la vería todos los días pero ambos eran muy capaces de ocuparse únicamente de la oficina en la oficina. No tendrían oportunidad de hablar como lo habían hecho toda la semana. Por algún motivo ese pensamiento le molestó. Y se dio cuenta de que hablar con ___ por las mañanas, por las noches, mientras caminaban o esperaban sus platillos, le gustaba.

El sonido de un chico acercandose lo sacó de sus pensamientos. Sonrió y colocó dos bebidas en la pequeña mesa.

–Dos gin tonics rosados. Los envió la señorita –explicó después de ver su mirada sorprendida.

Joseph buscó a ___ con la mirada y sonrió.

–Gracias.

El chico se retiró y él se sentó en el borde del camastro. ___ se acercaba nadando ligeramente. La observó salir del agua y estuvo seguro de que ni sus gafas ocultaban la expresión en su rostro.

–Casi puedo escuchar tus pensamientos hasta el otro lado de la piscina –dijo ___ cuando estuvo cerca de él– ¿En qué piensas tan intensamente?

Joseph sonrió con ganas y se recostó nuevamente en el camastro. Chocó sus copas y bebió. Siguió admirándola mientras se acomodaba a su lado y ella lo observó con curiosidad.

–¿No vas a decirme?

–No en público –dijo con tono juguetón.

–Joseph Jonas, ¿cuándo has sido tímido en público?

Él se rió fuerte y ___ sonrió con el sonido.

***

Joseph descansaba después de una serie de vueltas en la piscina cuando ___ entró de nuevo al agua. Se dirigió hacia ella como un imán, la alcanzó a la mitad y sus manos se acomodaron inmediatamente en las caderas de ella. ___ miró sus labios y la sangre de Joseph hormigueó. Sus ojos se oscurecieron y sonrió. Ella le devolvió la sonrisa y dejó su cuerpo caer lentamente hacia atrás, flotando boca arriba. Joseph movió su cuerpo flotante hacia el extremo que daba hacia la ciudad. De pie, solo los hombros y pechos de ___ salían del agua. Joseph se colocó a su espalda y rodeó su cintura con los brazos. ___ sintió su mandíbula acomodarse sobre su hombro. Relajó su cuerpo y entrelazó los dedos con los de Joseph.

–Este viaje me está malacostumbrando, siento que me enviaron de vacaciones –dijo ___ con un suspiro.

Joseph sonrió cerca de su oído.

–Mereces unas vacaciones, trabajas demasiado.

–Estos días ni siquiera lo he sentido, me he relajado mucho más de lo normal.

–Aún quedan dos días antes de regresar a la realidad.

–Mmm... ­–suspiró– ¿Qué es real ahora?

Joseph sonrió contra su oído.

–Mi piel y tu piel, tu voz en mi oído.

___ cerró sus ojos.

–Se siente muy natural.

Joseph asintió.

–Dime lo que estás pensando, ___.

___ giró su rostro un poco y Joseph la observó por unos segundos pero no habló.

–¿Ahora eres tímida en público?

Ambos sonrieron y ella lo miró a los ojos.

Joseph se colocó frente a ella, los brazos aún en su cintura. Dobló las rodillas para quedar a la altura de sus ojos.

–Esta semana ha sido mucho más de lo que esperaba.

Sonrió y la asintió con cariño.

–Me va a ser muy difícil verte únicamente en la oficina.

Joseph estudió su rostro.

–___, no quiero eso. No quiero verte únicamente en la oficina, no después de esta semana.

Ella lo observó.

–Tampoco quiero eso, pero conoces mis reglas. Ninguna relación.

–Y conoces las mías. No espero que estés disponible pero me gustaría tener días como estos en Chicago.

–Podemos intentarlo, hay mucho que podemos explorar juntos.

–Nunca nos quitaría nuestra libertad pero creo que ambos sabemos que una noche al mes ya no es suficiente.

___ asintió.

–Me gustas, ___, nunca lo he ocultado. Esta semana descubrí más cosas que me gustan de ti y no tengo interés en ignorarlas.

–No lo hagas, hay mucho que quiero intentar, si confías en mí.

Joseph sonrió.

–Confío en ti, cariño.

Le devolvió la sonrisa y sintió un peso elevarse dentro de ella. Dejar Detroit ya no sonaba tan mal.

Be Mean - Joe Jonas & TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora