Capitulo 50.- Hola, Greta

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Me recargue en la pared, esperaría en tiempo que fuera necesario solo para darle su merecido a esa maldita chica.
Pronto me sentí como Henry y sus amigos (incluso como eso) acechaba a una chica, como si fuera mi presa y yo un animal salvaje. Henry lo hacía con todos, y eso el asesinaba a niños sin ninguna razón, justo en ese momento, descubrí que yo no era como ellos, yo tenía una razón: esa chica había estado haciendo de las suyas, rayar el yeso de Eddie, divulgar que era una drogadicta, ya no podía, estaba lista para atacar.

Después de unos segundos la chica por fin salió del lugar.
Mantenía una caminata presumida e intentaba parecer segura de si misma, pero parecía que se estaba intentando convencer a ella misma.

Caminaba con una mochila en su espalda.

Comencé a caminar detrás de ella, con cautela me mantenía a una distancia moderada, siempre cuidando de que no me escuchara ni me viera.

La chica comenzó a caminar hacia su casa. Sabía que ella vivía lejos del centro, donde ya no había muchas personas.

Seguí caminando tras ella, hasta que llegamos a un terreno baldío.
- Hola, Greta.- dije.

La chica se sobre salto, se dió la vuelta y en sus ojos noté temor, aún que es difícil de decir es que se siente bien, te sientes superior, pero esto no es lo mío.

La chica empezó a retroceder, por lo cual me empecé a acercar a ella.

- ¿tu fuiste la que rayó el yeso de mi amigo Eddie?.- pregunté.

La chica no contestó, simplemente corrió, justo en ese momento corrí detrás de ella.

Cuando logré alcanzarla, la empujé.
La chica cayó al piso.
Me senté sobre ella, golpeé su pómulo con mi mano en puño.

La chica jaló mi cabello, por eso volví a golpearla, está vez en la nariz, de está empezó a chorrear sangre.

La chica se quedó quieta, me levanté de su torso.

Tomé su mochila, de ella saqué sus cosas, las cuales cayeron al suelo.

Tomé su lápiz labial, lo abrí y me acerque a ella.

Abrí el labial y comencé a rayar su cara. Cuando me cansé de eso me levanté y tomé un paquete de tampones.

- vaya, a la señorita ya le llegó el periodo.- dije incrédula.- o ¿También son mentiras?.

La chica no respondió.

Abrí el paquete y tomé un puñado de tampones.

Me acerque a ella de nuevo.

- abre la boca.- ordené.

La chica no la abrió, golpeé su pómulo nuevamente.
Obligué a la chica a abrir la boca, cuando lo logré, metí el puñado de tampones en su boca.

Me levanté y me acerque a sus pies, me arrodillé y comencé a atar los cordones entre sí. Cuando termine, me acerque a la chica, la tomé del mentón.

- ¿vas a dejar en paz a mis amigos?.- pregunté de manera fría.

La chica asintió rápidamente.

- más te vale.- dije.

Me levanté y patee una última vez a la chica.

Me fuí del lugar sin mirar atrás, sin mirar a la chica que me dió la fama de drogadicta.

Mire mi mano, mis nudillos estaban rojos, pero en vez de sentir dolor, me sentía bien, me gustaba sentirme así, me gustó haberle dado su merecido a esa maldita perra.

(...)

Camine a mi casa, había pensado en ir con Henry, pero ya era tarde, mañana iría, ahora, ahora solo quería darme una ducha y pasar el resto del día sola, descansando.

No te tengo miedo/Loser Club, Henry Bowers y tú/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora