Capítulo 23. 𝙻𝚊 𝚏𝚒𝚎𝚜𝚝𝚊

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Cuando escuché las palabras de Ulick mi corazón se comprimió hasta el nivel de sentir una dolorosa punzada, escuchar palabra por palabra era el claro significado del por qué se comportaba de ese modo. Apreté su mano y él la respondió del mismo modo, posiblemente para reconfortarme.

—Sólo hay que ser cuidadosos —dijo con una media sonrisa, no muy convencido de sus palabras. 

—Entonces aquella vez en la playa...

—Hicimos un pacto de no-agresión —respondió anticipadamente sin dejarme terminar—, me dijo que mientras no hiciera nada que peligrara la vida de nadie, que no irían a por mí. 

Tragué saliva, incómodo.

—¿Cómo lo supo? —fruncí las cejas y no pude evitar mostrarme preocupado.

—No lo sé —afirmó—, pero no tienes que preocuparte por mí. Soy buen chico, ¿recuerdas?

Oh, claro. Estoy muy tranquilo, sobre todo sabiendo que, si le tocas las narices a ella o a su familia, eso no evitará que te metan una bala en la frente, pensé y Ulick pareció un poco incómodo. 

¿Realmente escuchaba lo que pensaba? 


El silencio volvió. Era pesado y denso, tanto que podía sentir que a ambos nos dolía demasiado alargarlo por demasiado tiempo; y aunque me recriminaba ser el partícipe que lo invitó a estar con nosotros, Ulick intentaba de los modos más sutiles que no me dejara afectar por ello. 

Ahora la conversación de Sabath e Irma tenía bastante sentido, pero no estaba demasiado seguro de saber en qué parte los cazadores tenían protagonismo en lo que se avecinaba. Tampoco sabía cuándo iba a llegar ese momento, donde mis decisiones cobrarían un importante papel, tampoco supe si sólo eran la única familia cazadora o habían más en Whitby o los alrededores. 

—Oye —murmuró Ulick mientras buscaba mi mirada, la cual se había quedado perdida por un momento—, no permitiré que eso que piensas llegue a pasar. ¿Entendido?

Su voz seria me infundió un poco de valor, pero no el suficiente para salir de ese agujero que yo mismo había abierto.

—¿Seguro? —dije en voz baja, casi en un susurro.

Ulick sonrió y luego me besó con ternura, provocando que las mariposas dieran un par de aleteos vivaces en mi estómago.

—Confía en mí, Elijah, todo irá bien.

Después de perder unos minutos más, bajo ese silencio, Ulick encendió el motor y emprendimos el viaje al instituto. En mi mente la pizarra volvía a estar en blanco, y aproveché para colocar los primeros hilos de mis sospechas, intentando no dejarme llevar por las emociones y así evitar conclusiones precipitadas.


Ulick cambió de tema y empezó a preguntarme por cosas totalmente normales: mi gema favorito (que era el jaspe rojo, gema que se le atribuía el coraje, la protección o la fuerza), mis flores favoritas (que eran las adelfas blancas y las dalias naranjas), cosas sobre mi familia, mis aficiones por si había algo oculto, mi relación con mi padre, mi experiencia en el otro instituto... y cuando preguntó por si había tenido alguna relación antes no pude evitar sonrojarme de manera totalmente alarmante. Le dije que sólo había tenido una especie de «relación» con una chica pero que solamente habíamos llegado al nivel de cogernos de la mano y mirarnos tiernamente. 

Me miró totalmente desconcertado por ello.

—¿Sólo eso? —preguntó confundido—, ¿y con un chico nunca?

𝕹 o c t i s  [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora