Capítulo 37. 𝙵𝚕𝚘𝚛 𝚍𝚎𝚕 𝚍𝚎𝚜𝚒𝚎𝚛𝚝𝚘

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Sabía a la perfección que Eddy se había marchado escopeteado hasta la ventana del estrecho cubículo donde se hallaba la mesa y las sillas prefabricadas. Era demasiado precavido, más aún sabiendo lo que él sabía, aunque estaba seguro que él desconocía por completo mis conocimientos acerca de Ulick y su familia. 

Cuando insulté a Ulick en modo de reproche, dejándole claro que me había asustado la osadía de haberse presenciado en casa, él me sonrió con mofa. Podía ver en sus ojos brillantes y divertidos que esto era un plan B, una estrategia que si no hubiera funcionado satisfactoriamente tranquilamente me hubiera sacado por la ventana. Estaba claro que Ulick necesitaba de mi presencia para la carrera, era como su amuleto de la buena suerte, aunque yo más bien me calificaría de una forma opuesta.

Los chuzos que caían con la tormenta me irritaron. Pensaba que la lluvia iba a desaparecer o, como mucho, mostrarse parecido a una pequeña y delicada llovizna. Estuvo lejos de acercarse. Era un ingenuo al creer que el clima de este lugar asquerosamente húmedo y frío me daría una pequeña tregua. Aligeré el paso para irme hacia la puerta del copiloto, pero las alegres zancadas de Ulick me adelantaron, abriéndome la puerta con caballerosidad.

 —No soy un inválido  —gruñí.

 —Lo sé, pero me hacía ilusión hacerlo  —comentó con un tono agradable en su voz, sin que se viera afectado por ese mal humor.

No reparé en el coche hasta que no estuve dentro. El impacto me hizo fijarme que éste no era el suyo, y cuando lo vi entrar por su puerta lo miré inquisitivo.

 —Es el Jeep de Oliver, le pedí el favor de que me lo prestara para llevarte  —respondió a mi pregunta silenciosa—, aunque obviamente esto conlleva a deberle un favor.

 —¡No tendrías que haberte molestado!  —me reflejé preocupado al saber aquello último.

Quizás fue por mis nervioso o porque sabía que Eddy podía observarnos desde la ventana, porque colocar la hebilla del cinturón me pareció una ardua tarea. No le atinaba al agujero y me debatí entre hacerlo rápidamente para salir de ahí en cuanto antes o, por el contrario, hacerlo con lentitud para mostrarme centrado. Ulick se rio ante mis intentos por meter la lengüeta en su lugar, pero finalmente optó por ayudarme.

Los cálidos dedos de Ulick agarraron el cinturón y lo condujo hasta su lugar, no sin antes rozar suavemente mi clavícula una sola vez. El simple contacto de su piel me estremeció debido a que yo estaba congelado a causa del frío. Cuando sonó el click, Ulick se acercó suavemente a mí, e inconscientemente coloqué mis manos a modo de barrera para que no se acercara.

 —¿Qué haces? Eddy nos puede ver...  —musité señalando el cristal del frente, aunque la posición del coche impedía que Eddy pudiera vernos con facilidad.

Ulick sonrió con malicia y se movió de su asiento para ponerse encima mía. Me arrancó un beso con pasión. Estaba más que claro que esto era un premio por mi valentía, y al ver antes mis ojos rojos por las lágrimas dentro de casa le hacían sentir ansioso por tocarme. Colocó sus manos flanqueando la mandíbula para sujetarme la cabeza, y después me dio otro segundo beso. Esta vez más suave.

 Al separarse se relamió los labios rápidamente.

 —Cuando leí tu mensaje sabía que algo malo había pasado, así que opté por presenciarme  —respondió al volver a su asiento—. Por el comportamiento de Eddy, lo más probable es que esto le tomará bastante tiempo.

Asentí después de suspirar.

 —Me pidió tiempo de reflexión y ya te adelanto que él es mucho más lento que yo.

𝕹 o c t i s  [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora