Capítulo 25. 𝙸𝚗𝚝𝚒𝚖𝚊𝚌𝚒ó𝚗

257 24 10
                                    

Cuando Irma volvió de la tasca con varios bocadillos y pequeñas botellas de agua decidimos volver tomar el viaje a casa. No había levantado el castigo a Ulick de que no podía tocarme, y cada vez que hacía la prueba para verificar si la droga se había ido, comprobé varias veces que no era así. En sus ojos volvió el ligero tono rojo, mucho menos notorio que la otra vez; ahora parecía una mancha de vino en un mantel amarillo. 

La otra media hora del camino a casa me hizo sentir intranquilo, como si alguien más nos persiguiera. Tenía la molesta sensación de que Noah nos seguía por la espalda, y aunque me giré varias veces para comprobarlo, en ningún momento vi otro coche con el paso del tiempo. Supuse que mi intranquilidad se debía a un cúmulo de cosas, sumándole a las situaciones vividas aquella noche. Otra parte de mí también quería incluir el enojo, mas yo me negaba a meterlo en el mismo tiesto mental, mi enfado era un tema aparte que no debía de mezclar. No ahora.

Nadie habló en ningún momento. 

Irma seguía atenta a la carretera con los ojos fijados, Patty había murmurado un par de palabras sobre su madre; Aaron acabó por quedarse totalmente dormido, dejándome un rastro de baba sobre la puerta de mi coche, y Ulick se veía más cansado. El calor que desprendía su cuerpo ya era mucho menor, aunque seguía siendo algo alto; su rostro mostraba, durante pequeños segundos, como los párpados intentaban bajarse. Él luchaba por mantenerlos abiertos, y el ámbar de sus ojos volvió a carecer de ese espeluznante color rojo.


Cuando llegamos a casa Ulick salió del coche con dificultad hasta apoyarse en un árbol. Yo iba a salir para comprobar si estaba bien, pero Irma me agarró del brazo.

—Escúchame bien lo que te voy a decir —dijo con una apabullante seriedad—, es tu obligación mantenerlo a salvo en estos momentos, porque como le dé un brote y se transforme, considérate un cadáver. ¿Lo has entendido? Tú obligación.

Asentí varias veces.

—Puedes confiar en que lo haré.

—Te lo estoy diciendo completamente en serio —insistió— No puede verlo ni tu padre, no con esos ojos ahora mismo;  si os pilla estarás en problemas. Además...—añadió antes de aflojar el agarre—, hoy vas a tener que darle ciertos... cuidados

—¿A qué te refieres con eso? —pregunté un poco atacado por la insinuación.

Irma lanzó una pequeña risa ridícula y me empujó para que saliera del coche.

—Ya lo comprobarás cuando toque —se limitó a responder rápidamente—, y cierra hoy mismo el maldito candado, no quiero repetírtelo de nuevo —dijo a modo de advertencia.

Salí intentando no demorarme demasiado y, en cuanto puse un pie en tierra, cerré la puerta. Para mi sorpresa, Irma salió escopeteada con mi coche calle abajo; asustándome. En mi fuero interno deseé que no me devolviera el coche arañado o en mal estado, sobre todo para ahorrarme problemas con mi padre. Además, por la forma en la que había huido, cualquiera diría que en algún momento provocaría un accidente en cadena.

Al mirar por la casa me di cuenta que ninguna luz estaba encendida, lo que significaba dos cosas: O que Eddy ya estaba durmiendo desde hacía rato, o que se había marchado con Cameron. El móvil marcaba las cuatro de la mañana, y teniendo en cuenta que era sábado, Eddy se habría ido, lo más posible, a pescar. A veces me confundían sus idas.

Pude observar a un Ulick cansado, apoyado en uno de los árboles que están frente a la casa. Verlo exhausto reforzaba la idea de que se dormiría al instante, y eso reduciría las posibilidades de hacer algo demasiado extraño. No sabía si estaba preparado para dar un paso demasiado grande con él en ese estado y, además, seguía sin entender muy bien qué querían decir con eso de cerrar el candado.

𝕹 o c t i s  [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora