Capítulo 36. 𝙷𝚎𝚛𝚒𝚍𝚊

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Pasé cerca de una hora hablando con Claire, aquella chica que consideraba más o menos mi novia, allá en Nueva Orleans. Claramente lo que habíamos hecho como pareja no se acercaba siquiera todo lo que había conseguido Ulick; yo apenas conocía a su familia, nunca nos habíamos besado y mucho menos dormimos en la misma cama, tampoco intimamos excesivamente y, sobre todo, tampoco ninguno de los dos tenía el valor de tomar decisiones rápidas. Tanto ella como yo éramos extremadamente tímidos.

En más de una ocasión sonreí al pensar que, a día de hoy, había cambiado en muchos aspectos. Estaba más que claro que las circunstancias habían provocado en mí el comienzo de una metamorfosis; los primeros cambios que tranquilamente se adelantaban al presente y se alejaban, a la misma vez, del pasado. Incluso Claire había notado que había cambiado, sobre todo a la hora de desenvolverme en una conversación. Me recordó que ella era quien normalmente me arrancaba las palabras, y que no siempre fue fácil.

Ella me habló sobre su nuevo novio, un tal Dorian Walls, que la fue conquistando poco a poco. Al principio ella no estaba muy segura de cómo comportarse y me confesó que en algunas ocasiones pensaba en mí, sin embargo acabó comprendiendo con su ayuda que tenía que pasar página. Y lo hizo. Llevaban tres meses saliendo y no fue hasta la semana pasada que le pidió ser su novia oficialmente. 

Me relató con lujo de detalles a todos los lugares que fueron juntos, cómo se sentía ella, y los lugares que me recomendaba visitar si volvía a New Orleans. No pude responderle sobre eso último y tampoco le hablé sobre Ulick; únicamente me limité a decirle que estaba conociendo a alguien desde hacía un tiempo y que, poco a poco, las cosas iban avanzando. Hablé superficialmente de mi estancia en el instituto, lo que me parecía el pueblo durante todo este tiempo, mi relación con Eddy y sobre mis amigos. Comprendí en su tono de voz melodioso que la alegría era auténtica.

Cuando me preguntó sobre la supuesta chica yo tuve que cortar la conversación. Eddy había llegado a casa y tenía que afrontar una cruzada, y ésta no iba a ser tan sencilla como lo fue con Sasha. Nos despedimos y nos recordamos que mantuviéramos el contacto, aunque fuera de manera intermitente. Colgué y me asomé a la barandilla, viendo a Eddy cargando sobre su espalda una gran bolsa negra con algo dentro.

Vi como una cola sobresalía por la parte superior y el miedo me provocó un ardor en el pecho, suplicando que eso que llevara ahí no fuera un lobo. El simple hecho de creer que Eddy había matado a uno me helaba la sangre hasta niveles insospechados. Me apresuré a bajar atropelladamente, peligrando mi propia integridad por los pasos torpes en las escaleras, aunque hice el ruido suficiente para llamar su atención.

 —¡Hola, Eddy!  —dije alterado.

 —Hola, hijo —respondió con una sonrisa amable mientras se dirigía hacia la puerta que casi siempre estaba cerrada.

 —¿Qué llevas ahí?

Eddy detuvo sus pasos y se giró un poco para lanzarme una mirada confusa, posiblemente mi alteración lo llevó a verme de esa manera. Tenía que admitir que mis nervios no estaban allanando el terreno, sino que lo estaban agujereando palabra por palabra como huecos en la arena.

 —Un jabalí  —se limitó a decir brevemente mientras buscaba el manojo de llaves.

 —Pa... Quiero decir, Eddy  —lo llamé y él volvió a girarse, esta vez con las llaves en las manos—. ¿Podemos hablar después de que termines eso? Es importante.

 —Claro, muchacho —asintió confundido—. No hay problema.

Titubeé y eso hizo que Eddy volviera a girarse. En sus ojos oscuros pude ver una paternal preocupación, la cual me resultó extraña proviniendo de él. ¿Se estaría oliendo algo?

𝕹       [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora