Capítulo 29. 𝙵𝚞𝚎𝚐𝚘

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—Elijah, ¿eres tú? —dijo Eddy abriendo la puerta con cuidado, llevando en su mano un rifle de caza, podía verlo asomándose por la parte abierta.

—Estoy dentro, Eddy.

Intenté controlar mi voz para no sonar demasiado molesto. Ahora mismo, su presencia, me causaba cierto conflicto conmigo mismo. 

—Huele bien —halagó después de un silencio mutuo, como si también hubiera captado el olor de Ulick y de ahí saliera un ligero tic en su ojo—. ¿Lasaña?

Asentí en silencio. No tuvo ni que pedírmelo; por la cara que tenía en ese momento, parecía que hoy el día había sido pesado, mucho más que otros días. Tenía las ojeras un poco más marcadas bajos sus ojos, la mirada cansada me daba a entender que hoy se había movido mucho; pude apreciar unas pequeñas gotas de sangre sobre su bota derecha y un poco de sangre seca en una de sus uñas, como si se la hubiera quitado con rapidez. El rifle de su espalda me confirmó que hoy se fue de caza, y sin embargo no traía nada consigo que se le pareciera a un animal. ¿Se le habría escapado?

No obstante, no llegó con las manos vacías a casa. Llevaba consigo una caja rectangular, envuelta por un papel de color plata con algunos símbolos a tamaño medio, sumándole al fino lazo color oro que se aseguraba de cerrarla correctamente. Podría apostarme uno de mis dedos a que eso no era una tarta, el sonido metálico me lo indicó mientras se acercaba.

Se dio la vuelta para dejar tanto las botas con barro seco como el rifle de caza, el cual colgó frente al espejo de la entrada. En poco menos de unos minutos ya estaba nuestra cena lista y colocada en la mesa, su cerveza fresca y mi vaso de zumo de manzana. Un poco apartado de nosotros el presente que trajo Eddy, el cual me causaba un poco de curiosidad saber lo que había dentro.

—Gracias —respondió nada más sentarse—. He hecho unos flanes caseros con vainilla, espero que te gusten. 

Sabía que Eddy era terrible cocinando, de hecho siempre hacía lo mismo de siempre, pero no cuando tenía que ver con la repostería. Su conocimiento sobre el oficio, sumándole a su creatividad con cremas y jarabes lo hacía alguien muy interesante frente a las amas de casa que querían conocer su secreto. Él se limitaba a decir que su secreto era la hierba adecuada, todo lo demás se aprendía con el tiempo.

—¿Qué tal tu día? —pregunté demasiado rápido, ansioso por subir a la habitación y comprobar si Ulick estaba ahí, esperándome en la cama o si se habría marchado por la ventana.

—Muy tranquilo —respondió algo desconfiado por mi comportamiento—. Trabajé un par de horas por la mañana y luego me marché con los Silver y los Campbell a pescar.

Campbell. ¿Dónde había escuchado yo ese apellido? Estaba completamente seguro de que sabía que alguien en el instituto se apellidaba así. Para mi sorpresa no tardé demasiado en recordarlo; los mellizos Claude y Sasha se apellidaban Campbell, lo que me hizo meditar si ellos también eran hijos de otros cazadores.

—¿Y la sangre? —me atreví a preguntar. Vi como Eddy se ponía un poco nervioso, vacilante entre si decirme la verdad o una evasiva.

—Me raspé el codo con un abeto —dijo mientras subía su manga y me mostraba el pequeño cuadrado blanco; tenía un poco de sangre en el centro del material, adherido con una fina tira de esparadrapo—. ¿Y tú? ¿Pudiste hacer todo lo que tenías planeado hoy?

—Más o menos —respondí mientras devoraba mi trozo de lasaña, alternándolo con el zumo—. El día fue demasiado bueno para quedarse en casa y perder el tiempo. Así que terminé improvisando un poco.

—Sí, fue un buen día —coincidió con una breve sonrisa—. Una lástima que no sean así todos los días, ¿eh?

Me limité a encogerme de hombros, dándome prisa por terminar todo y subir a mi cuarto. Tanta ansia me irritaba, y la espera me estaba matando gota a gota; para mi desgraciada Eddy se percató de mi nerviosismo y mis prisas, mirándome con curiosidad y sospecha.

𝕹       [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora