Capítulo 32. 𝙰𝚌𝚎𝚙𝚝𝚊𝚌𝚒ó𝚗

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—No os garantizo que la gente lo acepte  —advirtió Iris al ver nuestras caras, y yo creí ver algo más allá de esa advertencia, como si «la gente» significara algo mucho más grande—, así que vais a tener que lidiar con ello. 

 —No me importa  —respondió Ulick con firmeza. Estaba demasiado decido a seguir con esto, y  lo que opinaran los demás parecía no afectarle en exceso—, es la decisión que he tomado. Sólo quise traerlo junto a la manada para que supierais cómo van a ser las cosas a partir de ahora.

 —Me parece correcto, cariño  —asintió Iris antes de oscurecer su rostro —, pero mucho cuidado con romper algo de mi casa o hacer... cosas en las zonas que no debáis.

Su insinuación me hizo ponerme tan rojo como la grana, otra vez; el simple hecho de imaginar que esta mujer, la mandamás de la manada, había dicho tal cosa con tanta naturalidad me inquietaba y avergonzaba a partes iguales. ¿Así eran todos los alfas de las manadas? Parecía no tener pelos en la lengua, y pese a mostrarse como una mujer amable y elegante, podía empezar a comprender que ser un alfa no era pensar únicamente en la manada sino que había una serie de tareas que seguir, entre ellas orientar a los más jóvenes. Había muchas más cosas desconocidas para mí y otras que sólo sacaba intuyéndolo.

Poco después entraron Eren y Oliver, les siguió Allyson que tenía entre sus labios una media sonrisa mientras miraba a Ulick de una manera que no pude descifrar. Jake, Gwil y Maya fueron los últimos en entrar en la instancia, los cuales se abalanzaron sobre mí con mucha energía. Me tumbaron contra el suelo y me hicieron cosquillas mientras se reían. Estallé en una irrefrenable carcajada y sus gritos de alegría me impedían pensar; sus manos traviesas me negaban la opción de prestar atención a mi alrededor.

 —¡Eh, eh, eh!  —gritó Ulick —. No me lo rompáis, que solo tengo uno  —bromeó antes de lanzares un rugido, provocando que los jóvenes salieran de la habitación gritando de emoción, como si lo invitaran a perseguirles.

Oliver me tendió su mano y yo la acepté. Cuando me levantó del suelo me fijé más en detalle sobre su aspecto; era mucho más alto de lo que recordaba, y su cuerpo era mucho más ancho. No era por la gordura de comer en exceso, sino de puro músculo, los cuales se marcaban perfectamente en la estrecha camiseta color beige. 

Agradecido por su gesto se volvió al lado de Iris obedientemente, la cual volvió a sentarse en su asiento y paseaba la mirada entre Ulick y yo. Eso me hizo sentir un poco inquieto, no saber lo que pensaban me hacía preguntarme muchas cosas. No me hacía mucho a la idea de estar rodeado de lobos, vigilándome desde las distancias. 

El contacto de la mano de Ulick me hizo fijarme en él, sonriéndome con satisfacción. 

Te lo dije, ¿eso es lo que estás pensando, Ulick Donovan?, pensé y él me sonrió con insistencia como si me hubiera leído la mente.

 —¿Quién era ese que se marchó por la ventana?  —pregunté sin poder ocultar mi curiosidad, pero nadie respondió a mi pregunta, ya que en ese instante las puertas correderas se abrieron y de ahí salió la respuesta a mi pregunta.

Caminó con un paso firme, mostrándose muy seguro de sí mismo. Aquel cabello salvaje e indomable destacaba por ser rubio oscuro, y no solamente eso, sino que sus ojos grises plomo como la galena expresaban por parte del individuo un carácter fuerte y distante, ya que me observó con indiferencia. La piel clara era lo que menos llamó mi atención, ya que estaba acostumbrado a ver gente con esa tonalidad, e incluso diría que era muy similar a la mía.

Pude ver como Oliver y Eren esbozaban una sonrisa al mismo tiempo, vaticinando un choque próximamente entre el desconocido y alguien más de la sala. Desde luego yo no era el foco de su interés, porque se limitó a mirarme con preponderancia, posiblemente comparándome a un insecto inofensivo de pequeño tamaño. Aunque puede apreciar que no era mi aspecto lo que le molestaba, sino mi olor. Su perfecta nariz chata estaba ligeramente arrugada. 

𝕹 o c t i s  [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora