Capítulo 17. 𝙰 𝚝𝚛𝚎𝚜 𝚋𝚊𝚗𝚍𝚊𝚜

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Durante unos segundos mi mente anuló todo rastro de sonido para, después, abrumarme con un tsunami de ruidos de diferentes clases: murmullos en varias mesas cuando Ulick posó su cálida mano en mi espalda para que avanzara, los susurros a nuestros laterales, las burbujas grupales explotando una a una cuando nos vieron tan cercanos, el movimiento de las personas sobre sus asientos y los pasos lentos que habían en la cola... Todos nos observaban de una forma u otra.

Te está esperando —dijo una voz divertida en mi cabeza.

Miré en dirección a la mesa de la familia de Noah y, Kael, me miraba fijamente con el semblante totalmente rígido; ya no tenía ningún rastro despreocupado o alegre en su cara. Pensé que a lo mejor lo había imaginado, pero volvió responder lo mismo con total claridad. Una duda resuelta, ahora tenía sentido la supuesta telepatía que me dijeron los mellizos aquel día.

Avancé con paso lento con Ulick a mi lado. Ambos estábamos rígidos, pero tenerlo a mi lado hacía las cosas un poco más sencillas ya que no permitía que me detuviera. Su mano seguía posada en mi espalda para decirme, sin palabras, que iba a estar ahí para mí, pasara lo que pasara. 

Sus actos me calaron profundamente. Ahora era él el que no quería que diéramos un paso atrás. 


Al pasar entre las mesas de las animadoras y el club de literatura, puede escuchar las siguientes frases que, aunque eran pronunciadas en voz baja, eran los suficientemente audibles como para pasarlas por alto:

—¿Qué hace Ulick con ese bicho raro? —le preguntó una chica rubia a otra con el cabello castaño.

—No sé, parece algo serio. Mira sus caras —le respondió mientras nos miraban sutilmente.

Hubo un silencio que me pareció eterno. 

—Creo que van a ir a la mesa de Noah —le dijo una chica con gafas a la rubia.

—¡No te creo! —le respondió la morena con los ojos abiertos como platos.

Murmullos y chismorreos. Estaba claro que esto era un pueblo, y que ninguna acción parecía pasar desapercibida por mucho que se intentase.

—Creo que están saliendo —comentó una chica tan pálida; marmólea. Tenía los ojos grises, metálicos, y en su voz se apreciaba una mezcla de molestia e incredulidad, como si no estuviera realmente segura de lo que estaba diciendo.

—Ulick no estaría con un chico —escupió un muchacho delgado, con rasgos asiáticos. Él pertenecía al club de ajedrez, pero por alguna razón estaba ese día en la mesa junto al club de literatura—, ¿no estaba con Patty Willis?

Patty Willis, una de las chicas más preciosas y perfectas de cuarto curso. Tenía el cabello rubio, ondulado y a la altura de la cintura. Su piel era perfecta: clara, sin ningún rasgo de acné, lunares o marcas. No sólo era la envidia entre las más jóvenes, sino que también era un modelo a seguir. Tenía madera de líder, era atlética, ganó varios campeonatos de natación y, además, cada día un chico intentaba ligársela. Ya fuera para acostarse con ella o para pedirle una cita o ser su pareja.

Ninguno estaba a la altura.

Por muy perfecta y endiosada que pudiera aparentar, ella no era para nada estúpida. Sabía sacarse partido, utilizar sus dotes físicas y el manejo de las palabras... todo para conseguir lo que se propusiera. No era una fulana, ella tenía una reputación y ésta era mucho más importante que cualquier hombre. 

—¿Y tú qué sabes? —le espetó la chica con piel marmolea—. Ulick es tan sexy que cualquier podría prendarse de él.

—¿Pero no estaba con Patty? —volvió a insistir el chico mientras se recolocaba sus gafas.

𝕹       [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora