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avril

Camino en dirección a la casa de mi abuela, como de costumbre todos los domingos. Pero adiferencia de los anteriores, ahora estaba con Tomás caminando detrás mío, lo invité así salía antes de volver a la fábrica.

Lola, mi abuela, nos recibe con una sonrisa y un abrazo, me asombra ver como él también la abraza. Es decir, no la conoce, ni ella lo conoce a él. Entramos a la casa encontrando la mesa lista para tomar mates, antes que nada fuimos al baño al lavarnos las manos ya que vinimos en bondi. Mientras el castaño no dejaba de sonreír y no entendía la razón. Pero me alegraba verlo así.

— No sé si te gustan — le habla Lola a Tomás, refiriéndose a las galletitas.

— Sí, me encantan — afirma.

Al rato de estar hablando mayormente de Tomás debido al interés de mi abuela, se va a cocinar. En un momento estuve incómoda, no le gustaban tanto las preguntas.

— Perdón — me mira extrañado — Por tantas preguntas — niega sonriendo.

— De ella están bien — lo miro haciéndome la ofendida y suelta una risa — Bueno, pero no te enojes — habla divertido acercándose a mí.

Besa mi cachete antes de comenzar a levantar la mesa. Lo miro unos instantes, nunca tuve este trato con nadie, era raro y no me molestaba su contacto físico, como sí lo hacía el de la mayoría. Dejando mis mambos de lado también levanto la mesa, le ofrecimos ayuda a Lola, pero no necesitaba.

[...]

— Fueron los mejores ñoquis de mi vida, de verda' — admite el Crackero frotándose el abdomen, notablemente lleno.

— Me alegro, Tomás — sonríe al mirarlo.

— Increíble, como siempre — halago también, no necesitaba ni que lo aclare — Él también cocina buenas pastas — comento recordando los fideos del otro día.

— Bueno, tengo competencia — bromea Lola haciéndonos reír.

— No, ni arranco al lado de esto — muerdo mi labio haciendo montoncito.

— Se hace el humilde — digo y me mira ofendido, aunque no tarda en reír.

Durante toda la tarde estuvimos jugando cartas, entre otros juegos de mesa, acá tenía la mayoría, en mi casa casi nunca los usaba. Solamente cuando iban mis amigos antes y tampoco era muy a menudo.

— Fue un gusto conocerte, Tomás. Vení cuando quieras, sos más que bienvenido — le dice mi abuela y él la abraza sorprendiéndome.

— Muchas gracias, Lola. También fue un gusto conocerla y más sus ñoquis — reímos ante el comentario.

— Gracias, querido. Pero no me trates de usted — el asiente entendiendo — Chau, hijita. Nos vemos — me abraza y lo correspondo.

— Te amo, abue. Nos vemos — beso su cachete antes de soltarla.

Caminamos con Tomás hablando del día, hablaba de ella con mucha emoción y lo entendía. Mi abuela era un ángel, cuando estaba mal, ella con tan sólo una sonrisa me cambia el día. Seguramente él sintió lo mismo.

Tras un bondi y caminar nuevamente unos metros, llegamos a la fábrica, había unos wachos escabiando. Pero ni nos notaron de lo borrachos que estaban.

— Nunca me voy a cansar de agradecerte todo lo que estás haciendo por mí, Avril — suelta de la nada al entrar en el cuarto.

en el próximo capítulo se piKaaa

𝙥𝙚𝙧𝙡𝙖 ; 𝙘.𝙧.𝙤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora