Capítulo 10

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Deuteros y Degel se encontraban en un pequeño local al aire libre, donde estaban desayunando, en tan poco tiempo ambos disfrutaban de la compañía del contrario.

— Vaya Degel, es bueno conocer parte de tu vida... Me hubiera gustado conocer a tus padres — Contestó Deuteros dando un sorbo de té.

— Quisiera tenerlos a mi lado, así no estaría escondiendo mi realidad.

— Degel tu... — Se llevó una mano a la cabeza tratando de idear aquella pregunta — ¿No odias a Kardia por que haya mandando a matar a tus padres?

— ¿Sabes? Ayer pude escuchar parte de su plática, el menciona que jamás dio la orden de acabar con todos los míos. Aún tengo mis dudas y también quisiera quitarle mi varita, él la tiene — Contestó sin darle mucha importancia a ese asunto, porqué en el fondo no sabía la realidad, si Kardia realmente no mentía ó quizá alguien esté detrás de todo eso.

— Mi propuesta sigue en pie, si te sientes solo... Dime y vendré por ti sin excepción.

Degel estaba por responder algo pero el momento se vio interrumpido por un carruaje que llegaba justo frente a ellos.

Deuteros se levantó de su silla para ver de que se trataba, grande fué su sorpresa al mirar de quien se trataba.

— No puede ser — Susurró Degel al ver que se trataba ni más ni menos de...

— ¡Oh Señor Kardia! — Llamó impresionada una aldeana que pasaba por ahí, cualquier mujer admiraba la belleza de ese caballero apuesto.

Otras más que pasaban por ahí comenzaron a acercarse para admirarlo desde la lejanía.
Todas las mujeres se quedaban observando como Kardia bajaba de ese carruaje con porte elegante y ropas elegantes.

De pronto comenzó a caminar frente a todas las chicas presentes, sus pasos comenzaron a dirigirse a la mesa donde se encontraba su objetivo con su acompañante.

—Degel, Degel... ¿No sabes que para salir del castillo necesitas mi permiso? — Cuestionó Kardia con voz autoritaria observando molesto a ese joven aprendiz a lado de su acompañante.

El joven hechicero comenzó a sentirse nervioso, las mujeres que se habían quedado a observar el momento no podían creer que el Rey fuera única y exclusivamente por ese chico de cabellos verdes.
Las mujeres que estaban mirando al Rey simplemente se dieron la vuelta molestas y siguieron su camino.

Deuteros apretó sus puños, se levantó molesto y encaró a Kardia... Poco le importaba que fuera el mismísimo rey de Caristeas.

— Su alteza, con el debido respeto que se merece... Fuí yo quien le pidió a Degel venir.

Kardia lo miró sin darle mucha importancia, se acercó hasta donde estaba el joven aprendiz y lo tomó del  brazo para poder llevárselo al castillo de regreso.

Degel estaba a  punto de negarse pero justo en ese momento Deuteros se interpuso entre ellos para evitar que se lo lleve.

—Deje a Degel en paz, no está haciendo nada malo.

— Mira... Tu aquí no eres nadie para decirme que hacer, vine por Degel y eso es lo que haré.

— Deja que decida el mismo — Respondió Deuteros con una mirada retadora.

— Está bajo mis órdenes y eso nadie lo cambiará, ni tú podrás hacer eso— Kardia se acercó de manera intimidante.

De pronto una parte de madera que sostenía el techo del pequeño local, comenzó a despegarse... Caería directo a la cabeza de Kardia.
Deuteros se dio cuenta de ello y de manera repentina tomó el brazo de Kardia y lo jaló, ambos cayendo al suelo.

— ¿Están bien?— Degel corrió preocupado para poder auxiliarlos a los dos.

— Si estamos bien — Respondió Deuteros con una sonrisa, mientras se levantaba del suelo.

Kardia estaba un poco molesto con ese sujeto pero admitía que lo había salvado, con mucho esfuerzo se levantó también y se acercó a Deuteros dejando a un lado su orgullo.

— Supongo que te debo las gracias — Agradeció un poco molesto.

— Descuide su alteza, no es...— Deuteros no terminó de hablar justamente en esos momentos Kardia caía al suelo perdiendo la conciencia.

— ¿Pero que pasa?— Preguntó Degel preocupado al ver que Kardia se desmayaba.

Deuteros se arrodilló y lo tomó entre sus brazos, pasó su mano sobre su frente — Degel, este hombre está que arde de fiebre — Susurró al notar que esa temperatura no era normal.

— No queda de otra Deuteros, hay que llevarlo lo más rápido al castillo... Albafica sabrá que hacer.

Sin perder más el tiempo, ambos se llevaron a Kardia dentro del carruaje, trataron de no hacer mucho escándalo para que la gente del lugar  no se diera cuenta de lo que pasaba realmente con el Rey.

En el camino rumbo al castillo, Deuteros  notaba que la fiebre de Kardia era cada vez más alta.
Sin pensarlo dos veces le pidió a Degel algo que no sabía si funcionaría en realidad.

— Degel... ¿Recuerdas aquella vez en mi habitación? Bajaste la temperatura con tu poder. Sonará una idea descabellada pero hazlo, de lo contrario si seguimos así Kardia morirá y después el reino se volverá una disputa por ver quien tome su lugar. Hasta donde sé, no tiene a nadie más... Está solo. Dependemos completamente de él.

El joven hechicero cerró los ojos, dio un gran suspiro tratando de  pensar si era lo correcto o no. Se acercó hasta donde estaba Deuteros cargando a Kardia y colocó su mano en su pecho.

— Lo haré... Sólo no se lo digas a nadie Deuteros por favor.

De pronto la temperatura dentro del carruaje comenzó a descender, si Deuteros estaba en lo correcto le estaría salvando la vida a Kardia.

Ligeras escarchas comenzaban a cubrir el interior del carruaje, nadie más se daba cuenta de lo que pasaba... Solo ellos dos.

— Yo creo que con eso es suficiente Degel. Su cuerpo está reaccionado favorablemente — Respondió Deuteros tocando su frente para poder medir su temperatura.

El joven hechicero retiró sus manos de su pecho y nuevamente volvía la temperatura normal dentro del carruaje.

— Quizá tenías razón Deuteros, al parecer funcionó.

— Menos mal está en orden todo.

— Y justo a tiempo, ya vamos a llegar al castillo — Degel señaló el castillo, solo faltaba un poco más, solo sería cuestión de esperar que Kardia despierte...

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