La Perdición En Mí Mirada

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En días de invierno, mi piel solía verse aún más pálida de lo normal, mis mejillas y nariz adquirían un muy leve rubor, y mis labios se ocultaban bajo la bufanda que el frío me invitaba a usar fuera de casa.

La taza de café que me había atrevido a tomar desprendía un aroma desesperante mente delicioso, saborearlo no se comparaba a solo disfrutar de su aroma.

- Creí que te hacía daño el café...

- Lo hace, pero hace frío y se me antoja siempre, hoy salgo temprano así que no habrá problema.

- Bueno, solo ten cuidado, dile a James que te acompañe si te sientes mal, me llamas de ser necesario.

- Tranquila, no pasa nada, igual voy a ser precavida, no fue mucho lo que tomé.

- Bueno, vamos o se hará tarde.

- Sí.

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La mañana transcurrió algo floja, un profesor había faltado y resultó ser el que nos daría dos horas clase, su clase era la penúltima y el último maestro no quiso darnos sus horas libres para ir a casa, quería pensar que era por un genuino interés en llenar de conocimiento las mentes de sus alumnos y no por querer enviarme sus miradas indiscretas y comportamiento raro.

- Vamos a la biblioteca, ¿O a dónde quieres ir? Pensaba adelantar las tareas para el resto de la semana.

- Dónde sea está bien, si puedo dormir un rato supongo que la biblioteca estará bien.

James y yo nos dirigimos a la biblioteca, sacó sus libros y cuadernos para comenzar con los deberes, le pedí que me despertara cuando fuera hora de ir a clase, el insomnio me había visitado de nuevo últimamente y no parecía querer soltar mis párpados.

~

- Shei... Ya es hora...

Mientras sentía ajena la manera en que James movía mi hombro trataba de abrir mis ojos, que ahora parecían estar sellados para siempre.

- Vamos a llegar tarde... Pero si quieres no vamos y nos quedamos aquí otro rato.

Me despedí de un Morfeo imaginario y traté de volver a la vida lo más rápido que pude, aunque el cansancio me arrastrara hacía sus brazos otra vez.

- Ya...ya desperté.

- Aún falta, pero si quieres no vamos y nos quedamos aquí otro rato.

- No, solo, déjame despertar bien y ya vamos.

- Igual, no es como que valiera tanto la pena si solo haces babear al maestro.

- No lo digas así, me haces sentir mal.

- Perdón, no era la intención, es solo que me saca que mis casillas.

Pasó un rato y no tomé bien en cuenta el tiempo que demoré en recobrar la compostura, ya íbamos tarde por unos minutos, pero faltar no era una opción, siendo una alumna responsable nuca quise faltar a ninguna clase si no era completamente necesario, las únicas ocasiones en las que me permití faltar fue por enfrenarme gravemente de fiebre y la otra por una infección algo grave.

Llegando al salón, el profesor parecía molesto, toqué y abrí un poco la puerta.

- Pasen.

- Gracias.

- Niña me tenías preocupado.

- ¿Por qué?

- No llegabas.

- Me quedé dormida, lo siento.

Esa pequeña charla mientras llegaba a mi asiento no fue escuchada por todos los compañeros, de hecho, solo la escuchamos James, el profesor (obviamente yo) y si acaso la compañera que se sienta hasta el frente que estaba cerca.

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Casi terminaba la clase y yo no había podido entender la mitad de las cosas, aún tenía sueño y cansancio por lo que la concentración no era una opción total para esos momentos.
El café de la mañana había surtido su efecto, pues el cansancio se mezcló con un creciente dolor de cabeza y náuseas, y aunque no eran muy fuertes los síntomas eran molestos, mi rostro no podía verse de otra forma que no fuera pálido, pues el ambiente lo hacía así, pero si no fuera así, de cualquier forma estaría totalmente pálida por los síntomas que el café me hacía tener.
Escribí en un papelito para preguntarle a James si me podía acompañar a casa, se lo pasé con la mayor discreción que pude, esperando que el profesor no se diera cuenta, cuando lo leyó me miró y asintió con una sonrisa.

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Justo antes de que pudiera levantarme para dirigirme a mi casa, el cuerpo del profesor impidió que dejara mi asiento, tomó mis frías manos entre las suyas y comenzó a frotarlas.

- Oh niña mía, tienes la piel tan pálida y delicada, eres ese estereotipo de chica perfecta.

- Ammm...

- Claro, una nariz pequeña, ojos grandes, pestañas largar y rizadas, un leve rubor apenas acariciando tu rostro, y un tono perfecto en unos lindos y proporcionados labios te hacen ver perfecta.

- Pero que cosas dice jaja, creo que debe dejar de leer tanta poesía.

Mientras quitaba mis manos de las suyas intentaba pararme para retirarme, pero el parecía no querer dejar de verme...

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