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— ¿Quién te hizo esto, cariño? — preguntó el mayor, echándole una pomada a la zona donde su novio recibió el golpe. 

— No...lo sé. — respondió con la voz entrecortada. 

— Mi amor, te dije que cada vez que alguien te moleste, preguntaras su nombre para darle su merecido. 

— Lo...siento. — bajó la mirada.

— Oye... No es tu culpa, bebé. Seguro estabas muy asustado. 

— Y eso es lo que más me molesta. Saber que cuando pude hacer algo, no lo hice por mi tonto miedo. — derramó más lágrimas. 

— Cielo, ya no llores que me rompes el corazón. Yo ya investigaré quién te hizo esto. Esa persona no se va a salir con la suya. 

Juntando sus labios por segunda vez esa mañana, Emilio sentó a Joaquin en su regazo, para darle unos cuantos mimos hasta que se calme. 

Sí, era cierto. No había amor más puro que el de esos dos. 

•★• 

— ¡CHOI JAE! — gritó Emilio en los pasillos. 

Todos voltearon a ver al azabache, que se acercaba hecho furia hacia el antes mencionado. 

— ¿Emilio Osorio? ¿Qué sucede amigo? 

— Necesito tu ayuda urgentemente. 

— Claro, lo que sea. De todas formas te debo una. 

— Ven conmigo. 

Ambos chicos comenzaron a caminar nuevamente por los pasillos, siendo observados por todos los presentes. 

— ¿Tengo ranas en la cara? — gritó Emilio, a lo que todos dejaron de mirarlo. 

— ¿Para qué me necesitas, Emilio? 

— Ya verás, Choi. 

•★• 

— Entonces... Necesitas que encuentre al tipo que acaba de describir Osorio. 

El azabache asintió por enésima vez. ¿Tan difícil era entender lo que quería? 

— ¿Puedo saber por qué? — cuestionó, buscando saciar su curiosidad. 

— No. 

— ¡Oh vamos, Osorio! Si me lo dices yo... ¡Te conseguiré una cita con Lalisa! 

El pelirrojo frunció el ceño. 

— ¿Y yo para qué quiero una cita con esa loca? — miró indignado a Jae.

— Creí que le tenías ganas.

— ¡Ugh! ¡Asco! ¡¿De dónde sacas esas cosas Choi?!

— No lo sé. — se encogió de hombros. 

— No le creas a este loco que tengo de amigo, cariño. — le habló a su novio, volviéndolo a sentar en su regazo. 

— ¿Ustedes dos...? 

— Choi Jae, te presento a Joaquín Bondoni, mi lindo novio. — interrumpió Emilio, soltando todo antes de que su amigo preguntara algo al respecto. — El tipo que estoy buscando le hizo esto, — mostró el ojo morado de su pequeño. — y quiero darle su merecido por dejar así a mi bebé. Ahora mi pregunta es, ¿lo buscarás? 

— Claro que sí, amigo. 

— ¿Y por qué te veo aún aquí? 

— Oh... Yo... Quieres que... Sí, ya me voy... 

Al cerrarse la puerta, Joaquín volteó a ver al azabache . 

— Con que Lalisa, eh. 

— ¿Qué? ¡No amor! No le hagas caso a Jae, él está loco. ¡Por favor no termines conmigo! — exclamó, cerrando los ojos fuertemente. 

El mayor solo pudo sentir los labios de su novio encajando a la perfección con los de él.

— Claro que no terminaré contigo, Mailo Hyung. Terminar contigo sería lo más tonto que podría llegar a hacer. 

Emilio sonrió como un tonto enamorado, sonrisa que solo Joaquín había tenido el privilegio de ver. 

Que lindo es el amor, al menos el de esos dos. 

•★• 

El azabache regresó a su salón cuando dejó a su pequeño en buenas manos. 

¿Y qué mejor compañía que la de Dylan Park? Ese mocoso había ayudado a su novio, le devolvería el favor. 

Tocó la puerta, sabiendo que la profesora de Filosofía seguía en clase. Y esperó a que le abriera la puerta, o a que le diera permiso de entrar. 

— Pase. — se escuchó desde adentro. A lo que abrió la puerta y entró, siendo seguido por todas las miradas presentes. 

— Disculpe profesora, tuve un problema. 

— ¿Se puede saber qué problema?

— Un amigo se lastimó.

— ¿Y por eso salió corriendo, joven Osorio? — el mencionado asintió.

— Vaya a sentarse. 

La razón por la que Emilio y Joaquin escondían su noviazgo, es porque el primero no quería que acosaran a su novio por quitarles la oportunidad de estar con él. Además, el azabache sabía que el menor no podría hacer amigos, ya que al ser novio de unos de los chicos más temibles, las personas no querrían acercarse a él. 

Por eso lo hacían, aparte, no veían necesario que el resto se enterara de lo suyo. Ellos sabían que se amaban y eso era suficiente para ambos. 

Y bueno, los que sabían de lo de ellos dos eran muy afortunados. 

— Yo creo que se echó un buen polvo en el cuarto del conserje, profesora. Tan solo mírelo, labios hinchados, cabello revuelto, su pantalón está arrugado. Debería darle una sanción. 

— ¿Eso es cierto, joven Osorio? — preguntó la profesora quitándose los lentes en señal de enojo. 

— Claro que no, profesora. Fui a la enfermería, puede preguntarle a la enfermera. 

— Las pruebas son claras, no mientas Emilio. 

— Tú que sabes, Lalisa. De seguro haces esto porque te rechacé la semana pasada. 

Todos los presentes soltaron un "Uhhh". Solo para echarle más leña al fuego. 

— Si eso no es verdad, explique la razón de su apariencia, joven Osorio. 

— ¿Podemos hablarlo en privado, profesora? 

— Sus compañeros también merecen una explicación. 

Emilio viendo que no tenía opción, decidió soltar todo pero sin tantos detalles. 

— Mi novia es la que está herida. Para calmarla le tuve que dar unos cuantos besos y ella tiene la manía de revolverme el cabello. Además, la senté en mi regazo para que pueda contarme qué pasó. ¿Felices todos? 

Silencio.

Boyfriend #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora