Capítulo 37

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Yoh entró a la cocina y pudo notar el rostro enrojecido de Ming. — ¿Qué haces aquí?

— Trabajando.

— ¿Sigues en celo?

— Un poco, ya pasará.

— Eres un idiota, si alguien mas entra aquí, te puede atacar, vamos a la habitación. — Yoh tomó a Ming de la cintura y lo jaló.

Ming se aferró a la mesa. — Tengo que trabajar o me van a correr.

— ¿Qué diablos está pasando aquí? — Dijo Fei. — ¿Que intentas hacerle? Yoh.

— No es lo que parece, yo sólo quería llevarlo a la habitación.

Fei dirigió su mirada hacia el chico. — ¿Es cierto?

— Lo siento jefe, mi celo es muy irregular y Yoh me dijo que me pagaban más de lo que trabajaba, no quiero que me despidan.

— Llevalo a su habitación y llama a mi doctor, que venga a verlo. — Dijo Fei.

— Si Feilong. — Yoh volvió a tomar a Ming, pero esta vez el chico se dejó llevar.

[...]

Yoh esperaba al médico en el jardín de la casa, Fei fue a hablar con él.

— ¿Por qué no me dijiste de ese problema con ese empleado?

— Él no quería.

— ¿Y desde cuando haces lo que los demás te dicen?

— Yo contraté a Ming, lo conocí en un bar, es mi responsabilidad.

— ¿Contrataste a uno de tus intereses románticos?

— No, él no es mi interés romántico, sólo quise ayudarlo, su celo no lo dejaba trabajar y en un bar era un blanco fácil.

— ¿Te acuestas con él?

— Eso es algo personal, pero se lo responderé, no, jamás me he acostado con él.

— La verdad no me importa si lo hacen o no, pero no quiero más problemas de parejas en mi casa.

— No se preocupe por eso.

— Busca a alguien que haga la comida, yo esperaré al médico.

— Ok.

Yoh entró y llamó al cocinero suplente, después fue a la habitación. Ming seguía en la cama. El mayor pudo ver que uno de los cajones estaba abierto, en su interior había cajas de pastillas para el celo, pero estaban vacias.

— Ming.

— ¿Que?

— ¿Cuando tomaste estos supresores?

— Hace un momento.

— ¿Cuantos?

— No lo se, eran muchos.

Yoh cargó al Omega y lo llevó al baño, en ese lugar lo puso junto al escusado. — Tienes que vomitar.

— No.

El mayor le detuvo el rostro con una mano, introdujo sus dedos en la boca del menor y lo hizo vomitar todas las pastillas.

— Eres idiota, puedes tener una sobredosis.

— Sólo quiero que se termine.

— Así no lo lograrás.

— ¿Ming? — Era la voz de Fei.

— Estamos en el baño, contestó Yoh. Ayudó a ming a lavar su boca y lo cargó para llevarlo de nuevo a la cama.

— ¿Qué pasó? — Pregunto Fei.

El Misterio de su AromaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora