Capítulo 39

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Mikhail despertó a la mañana siguiente, aquel sabor a hierro en la boca lo hizo levantarse asustado. — ¿Fei? — Dijo con dificultad por las heridas en su boca.

Sasha se acercó. — ¿Cómo se siente?

— ¿Dónde está Fei?

— En su habitación.

— Tengo que verlo.

— No es recomendable que lo vea así, primero tome un baño.

— ¿Qué le hice?

— Le mordió la espalda, brazos y manos.

El rubio se levantó y se encerró en el baño.

Sasha se quedó esperando a que su jefe saliera de bañarse, le llevó ropa y la puso en la cama.

A los pocos minutos salió Mikhail, se vistió y salió de prisa hacia la recamara de Fei. Entró sin tocar, aún era muy temprano, la habitación estaba oscura y el Omega seguía dormido. El rubio encendió una pequeña lámpara y pudo ver las vendas en los brazos de Fei. Mikhail se arrodilló en el suelo y puso su cabeza sobre la cama. — Lo siento tanto.

Fei pudo sentir el movimiento y escuchó la voz del rubio. — ¿Mikhail?

— Cariño, lo siento tanto.

— ¿Cómo estás? ¿Te sientes bien? — Tus labios...

— ¿Yo? Tu eres el que no está bien, mirate.

— Son unas cuantas heridas, nada grave. Dime que te hiciste en la boca, hablas raro.

— Creo que me mordí antes de morderte a ti. ¿Te asusté?

— Mentiría si te digo que no, pero jamás te había visto así.

— Por eso jamás te he dejado verme así, sabía que haría una idiotez.

— Eso es parte de tu personalidad.

— Sigo haciéndote daño sin pensarlo.

— Ven aquí. — El rubio subió a la cama y se recostó junto a Fei, lo abrazó y acomodó su cabeza en el pecho del Omega. — Debiste decírmelo.

— Lo se, pero pensé que tal vez no me ibas a creer.

— ¿Por qué no lo haría?

— Pensarías que sólo era una escusas para no hacerlo contigo en mi celo.

— Claro que no, eso ya lo pensaba.

— Pero ya viste porque no lo hacía en ese estado.

— ¿Has lastimado a alguien? Digo, aparte de mi.

— Si. Mis primeros celos fueron controlados con medicina como todos los demás, pero al cumplir 16 deje de tomar mis supresores. Asistí a una fiesta, un chico llamó mi atención.

— ¿Era atractivo? — Fei acariciaba el cabello del rubio.

— Si, alto, delgado, cabello rubio y muy largo. Me llevó a unas habitaciones que había en ese lugar, yo me sentía raro, pensaba que era el alcohol adulterado, hasta que ese chico comenzó a liberar sus feromonas, mi cuerpo perdió el control, lo ataque, él se estaba tan asustado que se resistió y le fracturé los brazos y varias costillas. Los gritos hicieron que los demás de las fiesta fueran, entre varios tuvieron que agarrarme. El chico estuvo un mes en el hospital, no quiso verme.

— Es entendible, lo asustaste.

— ¿Tu ya no quieres verme?

— ¿Eres idiota? Quiero verte siempre.

El Misterio de su AromaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora