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Mafumafu se levantaba con la misma pereza de siempre

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Mafumafu se levantaba con la misma pereza de siempre. Pero se puso feliz al oír que su madre le daría un regalo. A él le gustaban los regalos, era inigualable la emoción de recibir algo que no tenías idea de qué era y abrirlo. Pero, su emoción se extinguió al ver el dichoso regalo, un collarín. Le molestó saber que no era la primera vez que recibía el mismo estúpido regalo.

No es muy usual, pero los omegas llevan collarines en el cuello para evitar ser macados por un alfa. La marca puede ser letal, ya que indica que un omega le pertenece a un alfa y el omega no puede estar separado de su alfa o quizá podría morir. Sí, realmente era muy grave, y él esperaba nunca tener la marca de un alfa en su bonito cuello albino.

Por otro lado, otros consideran la marca como un acto "romántico" ya que la marca hace saber al alfa cuando su omega está en peligro o necesita de él. Así como el príncipe corriendo desde el otro lado del mundo para alcanzar a la damisela en peligro y salvarle, un completo cliché sin sentido.

Mafumafu recordó que su celo apareció dos veces, por suerte las dos ocasiones estaba en casa y su madre le ayudó a controlarlos y tomar sus supresores.

No necesitaba del collarín porque siempre se pudo defender, pero el ver ese regalo solo le recordaba que era un pobre omega, al que tenían que proteger. Muchas veces odió demasiado haber nacido omega, pero había algo pequeño que le divertía de ser omega, burlarse de los alfas que creían que podrían burlarse de él.

El día anterior conversó con Urata y el otro emocionado le contó lo divertidas que eran las ferias, que había algodón de azúcar, juegos bonitos y otros peligrosos; y la peor parte, muchos alfas. A él le encantaría ir por los dulces, realmente amaba los dulces de esos puestos de la feria, cuando era pequeño fue varias veces en compañía de sus padres y hermanos, pero después del incidente nunca más lo hizo. Quería ir junto a Urata, pero los alfas eran un gran obstáculo, no solo tenía miedo porque le pasara algo a él mismo, temía más que algo le pasara a Urata, porque si lo llegaban a dañar, él no se lo perdonaría nunca, amaba demasiado a ese pequeño omega de cabellos castaños. Y podía parecer absurdo que les llegara a pasar algo en un lugar repleto de gente, pero él sabía que sí era posible, era posible que hubieran alfas dispuestos a molestarlos y dañarlos.

Urata no lo sabía, pero Mafumafu ya no podía quitarse la idea y la pequeña ilusión de ir de la cabeza. Le encantaría volver a sentir la emoción de cuando era un infante, comer algodón de azúcar hasta empalagarse y ver la ciudad desde lo alto de una ruleta rusa.

Pero estaba de más decirlo, la feria estaría llena de personas por todos lados. No siempre le gustaba aceptar la realidad de que tenía miedo. Podía pretender ser fuerte y burlarse de los estúpidos alfas, pero en una multitud como esa quizá no podría defenderse, y es que al final era un triste y débil omega, como tanto se lo habían repetido y echo saber años atrás.

 Podía pretender ser fuerte y burlarse de los estúpidos alfas, pero en una multitud como esa quizá no podría defenderse, y es que al final era un triste y débil omega, como tanto se lo habían repetido y echo saber años atrás

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Un omega peliblanco iba caminando hacia un día más en la universidad y a lo lejos vio a Soraru, quien cada vez se acercaba más.


— Hola, Mafumafu —dice ciertamente cansado el alfa.

Probablemente no hacía ejercicio normalmente, pero su cuerpo se veía tonificado y fuerte. Una clásica característica de algunos alfas. Era envidiable, porque él tenía que esforzarse mucho para tener el cuerpo que quería, y aún así no podía alcanzarlo.

— Eh... Hola Soraru, parece que vienes algo agitado —respondió sin saber qué más decir.

— Sí, lo qué pasa es que vengo de atravesar la feria y había una aglomeración terrible por lo que tardé en escapar.

Así que Soraru había pasó por la feria, pensó.

— Oh, ya veo —respondió fríamente.

Y continuaron caminando hacia su salón de clase.

— ¿Alguna vez has ido a la feria? —preguntó el alfa.

Se sintió emocionado por algún motivo. Pero se regañó a sí mismo, diciéndose que no era el momento.

— La verdad es que no, suele estar aglomerado de gente... —dijo desanimado.

— ¿Te gustaría ir mañana? —preguntó sin más.

Mafumafu, que no se esperaba una invitación, no pudo evitar sentir toda la emoción recorrer su cuerpo, y sin pensar en nada más, le respondió con emoción.

— ¡Sí!

Soraru sonrió ante la respuesta afirmativa y enérgica — Bien, dame tu teléfono y acordemos la hora, podemos sentarnos juntos hoy.

Y así lo hicieron, se sentaron juntos en clase, afortunadamente compartían la hora de clase ese día.

La mirada de los demás no se dejó esperar, todos estaban asombrados de que hubiera alguien a su lado y mucho más que esa persona sea un alfa. Suplicaba que nadie abriera la boca para iniciar con el chisme, porque existía la posibilidad de que alguna voz revele que era un omega, porque eso Soraru no lo sabía y así estaba bien.

En el poco tiempo, pudieron conversar juntos y se dio cuenta de que tenían algunas cosas en común. A ambos les gustaba jugar en la consola y cantar, aunque eso último Soraru no lo sabía.

No quería aceptarlo. Pero empezaba a sentir muy en el fondo que Soraru era un buen alfa. No era como los demás, al menos aún no lo había lastimado.

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Lindo Omega ✧ SoraMafuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora