Capítulo 3 Sam : Entre los ángeles...

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Al despertarme creí que todo eso del secuestro de Natalie y la muerte de Sophie eran simplemente una pesadilla. Pero más tarde me di cuenta que era real…una pesadilla real. Me levanté para ir al baño y me lavé la cara, poco después me quedé mirando mi rostro en el espejo. Estaba demacrado: tenía ojeras, mi cabello negro estaba despeinado y sin brillo, mis ojos estaban opacos, mis labios secos y lastimados. Sin Natalie iba perdiendo mi vida, su amor era lo que me hacía inmortal. Era lo que me hacía sentir vivo y feliz. La necesitaba más que nunca.

Salí del baño y bajé para desayunar algo, mi estómago no recibió nada desde el incidente. Mi madre estaba leyendo un libro sobre pociones en la cocina y al verme, dejó el libro y se acercó.

- ¿Cómo estás hijo mío? –preguntó triste mientras me acariciaba suavemente el rostro. Su cálida mano me devolvía la vida.

- ¿Cómo te sentirías si perdieras a un hijo? 

Ella suspiró abatida.

- Te entiendo, Sam –respondió con ojos llorosos- ella para mí es como una hija. Me imagino cómo debes estar.

- Me siento destruido –musité con la mirada perdida. Mi madre me abrazó.

- Tranquilo, Sam. La vamos a encontrar –murmuró sobre mi hombro- no te quiero perder a ti también, sé fuerte.

- Lo intento, pero es difícil.

- Lo sé cariño, lo sé –susurró y se apartó con ojos llorosos- debes comer algo, te veo muy flaco. Te preparé tres panqueques, tres panecillos de chocolate, un plato de huevo revuelto con tocino y una jarra de jugo de naranja con mucha azúcar.

- Madre ¿acaso me quieres convertir en un cerdito?

- Un cerdito hermoso.

- Un cerdito hermoso y sexy –corregí con una sonrisa débil. Mi madre rió a lo bajo. Era difícil bromear en una situación como esta, pero debía hacerlo para no caer en la oscuridad de la depresión.

                                                                                 ***

Después de haber comido todo lo que mi madre me había preparado, tuve que ir al baño. Jamás en mi vida había comido tanto, excepto cuando comía los tacos; los tacos eran mi perdición. En fin, comer me ha subido un poco el ánimo, pero no tanto; quedaban cinco días para navidad y yo quería pasarlo junto a Nat. Hasta ya le había comprado el regalo, algo que quería hace tiempo: un auto. Pero no cualquier auto, un Audi R8 Spyder negro descapotable. Sí, tremendo auto.

Suspiré. Su ausencia clavaba en mi pecho constantemente, y lo peor era que ella estaba en peligro en cada segundo que pasaba y no podía hacer nada para ayudarla. Mierda, necesitaba encontrarla. Necesitaba salvarla nuevamente de la pesadilla.

Tomé mi teléfono y marqué el número de James. A los tres tonos, contestó.

- ¿Hola? ¿Quién es?

- Soy Sam, plumero –contesté apresurado. Lo oí gruñir- tú tienes el número de los chicos raros. Llámalos y di que nos juntamos a las tres en la plaza.

- ¿Por qué?

- Tú haz lo que te digo ¿ok? Tengo un plan –respondí ansioso y corté sin esperar su respuesta.

La verdad no tenía ningún plan, y no sabía hacer planes. También llamé a Mike para que viniera a mi casa y de ahí irnos a la plaza para hablar con los raritos que según ellos sabían cómo salvar a Nat. Nut, mi hermosa chica Nutella. Era la hora de empezar con la búsqueda, era la hora de salvar a mi chica…y al mundo.

Pesadillas Reales La Transformación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora