CAPÍTULO 6 DESPEDIDA

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La doctora Steele se sentía cada día más atraída por Christian Grey, ya los rumores de que ella iba a verlo era muy notorio, a la mayoría le agradaba eso de ella, por fin hubo quien la distrajera un momento de sus actividades, sin descuidar su trabajo. No muchos escucharon un diálogo muy privado entre ella y su amigo inseparable, el doctor José Rodríguez.

— Ana, ¿Estas enamorada del joven Christian Grey?

— No sé si es amor o solo me gusta, pero aquí la cuestión no soy yo sino él, él no me mira como mujer, solo como la doctora que checa su estado de salud, le manda una dieta especial, checa que no falte el terapeuta o el ortopedista.

— ¿Te has puesto a pensar cuando ya se dé de alta y no lo vuelvas a ver nuevamente?

— No lo he pensado, pero lo que sí sé es que seguiré con mis mismas actividades, mi profesión, mi padre y mi casa, esa es mi vida querido amigo.

— Si yo fuera soltero, ya te hubiera pedido ser mi esposa desde que te conocí.

— Pero resulta que estás locamente enamorado de tu linda esposa Mía, además es mi mejor amiga, a ella la conocí primero, tú me robaste a mi amiga.

— No vas a la casa a visitarla y jugar con mis enanos porque no quieres, cuántas veces te he invitado y nunca puedes por estar cuidando a tu papi, hacer los quehaceres de tu casa, la ventaja que no es muy grande tu casa.

— En sábado y domingo es como si la viera como una mansión, te lo juro, hay que entregar el turno, muero por llegar a casa a cuidar a mi padre, todos estos días me ha preocupado más, le he dejado la comida y me la deja, el desayuno no porque lo disfrutamos juntos, sé que va entrar a la fase que no quiero que suceda.

— Ven amiga, déjame abrazarte y llora antes de que llegues a tu casa, sé que te reprimes hacerlo delante del señor Steele.

Se quedaron abrazados un rato en lo que la doctora Steele lloraba, todos los que estaban en ese momento emotivo lloraron su penar. La doctora llegó a su casa como siempre, entró a saludar a su padre después de cambiarse los zapatos y la ropa, en cuánto entró a la recámara lo vio dormido, era raro a esas horas ya que siempre esperaba a que llegara para saludarla. Tomó aire profundo pensando en que no estaba pasando lo que creía, con nervios agarró el espejo de bolsillo y lo colocó en su nariz, notó con lágrimas en los ojos que había bao en él, estaba vivo y de momento escuchó la voz de su padre.

— Todavía estoy vivo, pero pronto partiré y quiero pedirte un favor hija.

— No me digas eso papi, moriría contigo si es necesario.

— No digas tonterías y recuéstate a mi lado, como cuando eras una niña, déjame abrazarte, quiero que escuches lo que te voy a decir, no quiero que me interrumpas, es mi último deseo.

— Con mis cuidados me vas a durar cien años más papá, conocerás al chico que me gusta, a lo mejor me pedirá que me case con él y conocerás a tus nietos, para que no te dejen descansar en la cama, los abrigarás como lo hiciste con mi hermano y conmigo de niños y de grandes.

— Sé que estás enamorada, tu mirada lo dice todo, lástima que no podré conocerlo, pero por tu mirada sé que es un buen hombre, si crees que no es el indicado no te cases hija.

— Solo me gusta papá, todavía no somos ni amigos, es un paciente que llegó al hospital y es el hijo de la doctora Treyvelan, la conoces, es la esposa del señor Grey.

— Si, la recuerdo, acuéstate y déjame abrazarte, te hablaré al oído. Hace veinticuatro años me enamoré de tu madre, ella será la única mujer que amaré, sobre todo la llegada de tu hermano y tú, recordarás todos los cumpleaños que les festejamos, sus vacaciones a la playa, a esquiar, a montar a caballo, siempre eran deportes que los ayudarían a tener una condición física saludable.

Hasta el día de su graduación, ese fatídico día en que un maniático entro a la universidad, para disparar con ese rifle a diestra y siniestra, a partir de ese día tu madre nos abandonó, según ella por el dolor de perder a su hijo, ella nunca comprenderá que estábamos nosotros teniendo el mismo dolor, todavía con nuestro duelo recordaba que  tú y tu hermano fueron aceptados en el hospital para entrar a trabajar, todos estos años hija me los llevo en mi corazón, tuvimos de todo en esta familia, pero sobre todo mucho amor.

Después viene mi enfermedad, no me puedo quejar, tengo la doctora más confiable de todo Seattle, dejo los papeles de mi testamento en el buró de la recámara, y otros que quiero que leas con detenimiento y me perdones, quiero que todo se te quede a ti, antes era para los dos, pero pude cambiarlo a tiempo, quiero que por favor, voltees a verme y me des un beso en la frente, como lo has hecho hasta ahora, y al mismo tiempo hija, abrázame con todo el amor que me tienes.

La doctora Steele hizo lo que su padre le dijo, lo abrazo fuerte, recostó la cabeza de su padre sobre su antebrazo y le dio muchos besos en su frente, la sonrisa y la mirada de su padre eran de mucho amor, de momento el peso inerte de su padre se posó sobre ella, lo volvió a abrazar y llorar por su muerte, miró en automático su reloj de mano, eran las veinte horas con treinta y cinco minutos del día 21 de octubre, como pudo lo colocó en su cama, con llanto tomó su teléfono y marcó un número.

— Hola Anastasia, que milagro que te acuerdes de tu amiga. — El llanto de su amiga en la otra línea la paralizó. — ¿Qué tienes Ana, dime que tienes?

— Mi padre acaba de fallecer, podrían venir tú y José para poder arreglar lo del ataúd y su funeral por favor, extenderé el acta de defunción en estos momentos, después hablaré con Paul para pedirle mis días por muerte de un familiar.

— No, solo abócate al acta de defunción, lo demás lo haremos entre José y Yo, tú no te preocupes, en cuanto lleguemos me darás los datos de la funeraria, no estás sola amiga, vamos inmediatamente para tu casa, ¿todavía está la llave en el lugar secreto?

— Si, todavía. — Anastasia colgó, empezó a llenar el acta de defunción, su padecimiento y la consecuencia de la muerte, no era necesaria la autopsia, ya que ella era su médico tratante, avalado por el área oncológica del hospital, además llenó el formulario para OMS, para las estadísticas mundiales por muerte de cáncer, asimismo para fortalecer documentos jurídicos que haya lugar, entre ellos su testamento. 

Tenía  las cédulas y permiso del director del hospital y el sector salud, para levantar actas de defunción y practicar autopsias si eran requeridas, con su cedula profesional y su conocimientos tenía aprobación jurídica y médica para eso y más. 

Durante el funeral estuvieron todos sus compañeros de trabajo, la doctora Treyvelan fue un gran consuelo para la doctora Steele, a pesar de que estuvo la madre de la doctora Steele, una policía que no pudo soportar la muerte de su hijo, aunque no tuvo conciencia de abandonar a su hija y esposo que la querían, se acercó abrazar a su hija pidiéndole perdón por esos tres años de ausencia.

HASTA QUE TE CONOCIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora