Prólogo

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Han pasado dos años desde que Drago Puño Sangrientor fue destruido e Hipo nombrado nuevo jefe de Isla Mema.

Hipo, como líder de la tribu, estaba a cargo de todo. Nuestro joven jefe ya no tenía tanto tiempo libre como antes para dedicárselo a su mejor amigo, Desdentao o a su ahora esposa, Astrid. Nuevas ofertas de alianzas llegaban cada tres o cuatro meses meses a su sitio de trabajo, sin embargo, todas siempre eran rechazadas o no leídas. No le interesaba pactar nada con nadie, prefería mantenerse al margen de posibles contactos extranjeros, ya que si el número de gente suficiente descubría que Mema era la morada de cada vez más y más dragones, seguro que al final acabaría ocurriendo una catástrofe.

A Hipo se le hacía difícil el liderazgo, para qué vamos a engañarnos. Ocuparse de tales responsabilidades desde luego no era lo suyo, aunque ha tenido que acostumbrarse por el bien del pueblo. Echaba de menos montar en su querido Desdentao, salir al exterior y descubrir nuevas tierras, tal vez en una de ellas otras especies de dragones.
También, faltaría más, añoraba estar más tiempo con Astrid. Todas aquellas aventuras que vivieron en el pasado, cuando aún eran jóvenes adolescentes, ahora eran historia.

El trabajo era realmente agotador. No entendía cómo su padre daba a vasto con tanto deber. Quizá por eso lo llamaban así... Hipo tenía que organizar todos los días el equipo de caza y pesca, gestionar los campos de cultivo y reunir provisiones para las gélidas noches en la isla, así como también crear establecimientos óptimos para los dragones, entre otras cosas. Había veces en las que Valka, su madre, intentaba ayudarle en el trabajo, pero Hipo prefería hacerlo solo pues era "su responsabilidad", no la de los demás, como él solía decir.

La ausencia de Hipo obviamente había afectado al Furia Nocturna y, aunque Astrid lo sacaba a volar por los alrededores de la isla, echaba de menos a su querido amigo. Echaba de menos volar mientras Hipo le contaba sus temores o preocupaciones, incluso añoraba los momentos en los que se ponía en plan melodramático. No significaba que ya no lo viera nunca, pero cuando no era jefe pasaban más tiempo juntos, al igual que con su esposa.

Astrid... Qué decir de ella, de la atractiva y fuerte mujer del jefe. Sabía que cuando Hipo fuera líder tendría mucho menos tiempo con él y lo entendía. Era una mujer independiente, de eso no cabía duda alguna, pero como cualquier esposa, no podía evitar sentir esa sensación de vacío cuando perdía de vista a Hipo. A pesar de todo esto, su amor seguía siendo tan fuerte como siempre. De hecho, la separación hacía que se echaran más de menos.

En definitiva, Isla Mema no podía estar más tranquila. Todo iba muy bien, Hipo era un buen jefe y los dragones estaban en paz. Sin embargo, un día, por aquellos lares, ocurrió algo que rompería por completo con la rutina de esta maravillosa isla.

Elige Tu Propio Destino © (HTTYD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora