Capítulo 25.

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**Narra Sofía**

Llevaba dos meses saliendo con Harry y no podría ser más feliz. Me trataba como si fuera la reina de nuestro palacio particular. Me atendía como si estuviera hecha de un cristal fácil de quebrar, como si fuera un cachorro al que mimar, una niña a la que proteger, una amante con la que compartir el mayor placer. Junto a él me sentía en una nube. En una fantasía sin fin. En un sueño del que no quería despertar.

Harry hacía todo lo posible por verme sonreír. Le daba igual que debía hacer para conseguirlo, le daba igual si estaba o no en sus manos, él solo pensaba en mi felicidad, la cual segun él era sinónima de la suya.

María se había ido dos semanas después de mi comienzo de noviazgo con el que parecía el amor de mi vida. La verdad es que, aunque no se había alejado mucho de mí, aun así sentía un vacío. Noelia, María y yo siempre habíamos estado juntas. Desde los 12 años jamás nos habíamos separado. Siempre en el mismo país, el mismo pueblecito, en casas con distancia de escasos minutos. La idea de tener que coger un avión ahora ya no sonaba igual. A eso se le unía la despedida mutua de mis amigas, había sido tan extraña, se podía cortar la tensión con un cuchillo, se veía el rencor en la mirada de una, igual que el arrepentimiento en la otra. Aun así, no evitaron el abrazo y las lágrimas. No sabía que pasaba entre ellas, pero nada podría separarlas nunca. Nosotras tres estábamos unidas de por vida, a pesar del tiempo sin vernos o a pesar de la edad que tuvieramos, eternamente juntas.

Medio mes después Harry y yo nos fuimos a LA. Como siempre él quería estar ahí y con Noelia todo el día con Niall, su hermano, cuñado y sobrina; me apeteció acompañarle. Por supuesto tenía más amigos en Londres, qué menos después de 6 años viviendo ahí, pero jamás ninguno logró ser tan íntimo como los que había hecho en España. Además me apetecía descubrir mundo y pasar más tiempo con mi novio.

¡Dios! Esa palabra sonaba increíble, sobretodo ahora que la imagen de Harry Edward Styles Cox se reflejaba en mi mente al nombrarla. Lo creí imposible en su momento, pero ahora sentía ese amor del que tanto hablan. Jamás amé a Brandon, ahora lo veía claro, porque, era ahora junto a Harry, que sentía una felicidad completa. Amaba sus imperfecciones, cualquier escenario era bueno si lo compartía con él, cualquier cosa era perfecta si él estaba a mi lado.

Esa mañana me desperté animada. LA presentaba un maravilloso nuevo día y quería aprovecharlo al máximo. 

Miré el chico que dormía a mi lado. Tan tierno, con la boca ligeramente abierta y sus manos unidas bajo su mejilla izquierda usándolas como segunda almohada. Era un ángel depierto por cada uno de los actos que realizaba, pero por la noche era su físico el que lo mostraba. Como él solo había uno por siglo, era perfecto incluso con sus escasos errores.

La mansión donde vivíamos era enorme. El mes que llevaba aquí no me había animado a visitarla entera, pero esa mañana me apetecía, quería pasear y al menos si me perdía por ahí sería más fácil que mi héroe particular me encontrara.

Me levanté y estiré mis brazos hacía arriba intentado así relajar todos mis músculos. Seguidamente me puse un de los jerseis de Harry y así vestida me fui a descubrir nuevos parajes.

***

Esa misma tarde mi niño me llevó a una cafetería cercana. Me gustaba el ambiente del lugar, la paz que se respiraba en el ambiente. Incluso la directioners que nos encontrabamos me trataban bien, con respeto. Me sentía querida. Estaba encantada, pero a la vez temía que todo fuera tan perfecto; algo iba a torcerse, de eso estaba segura, pero quería hacer lo imposible para evitarlo.

Ambos pedimos una cervecita y mantuvimos una agradable conversación. La verdad, no entendía como podíamos continuar contándonos cosas. Podría asegurar que conocíamos más al contrario que a nosotros mismos. 

Antes de que me diera cuenta ya nos estábamos besando. Estabamos en un bar, los paparazzi podía fotografiarnos, no podía parecer tan ínitmo como en casa, pero aun así me sentía bien. Como una adolescente con hormonas revolucionadas. Mantenía mi mano en su muslo mientras los besos sucedían sin cesar.

Una "tos" nos interrumpió. Ambos nos separamos levemente sonrojados y miramos quién nos había interrumpido. Fue entonces cuando mi corazón se aceleró muchísimo más. ¿Decía estar en el paraíso? Pues, por lo visto había algo mejor y yo estaba ahí. 

-Sofía, estos son Nash Grier y Cameron Dallas, aunque supongo que eso ya lo sabes-comenzó a reírse, pero yo le escuchaba de fondo.

En cuanto pude reaccionar me lancé a sus brazos sin querer soltarlos. Era increíble, Harry se había pasado. Mis dos dioses particulares se rieron y se separaron lo suficiente para darme dos besos. Sentía que me derritía ahí mismo.

Durante toda la tarde estuve hablando con ellos. Sonriendo todo el tiempo y riendo como una tonta incluso con los chistes malos. E incluso cenamos juntos para pasar la mayor parte del tiempo juntos. No tenía palabras para explicar como me sentía.

Siempre había amado a esos dos chicos. Incluso hubo una temporada en la que dudé de a cuál de los tres amaba realmente. Y aun sabiendo todo esto Harry me los había presentado. Ahí se demostraba que no podría tener a un novio mejor.

Al final de la quedada sorpresa intercambiamos los números y prometimos mantenernos en contacto. Al darnos los dos besos de despedida los labios de Cameron se acercaron peligrosamente a los míos y ambos nos reímos avergonzados por el accidente.

Al llegar a casa sentí que era mi deber agradecérselo a mi novio con algo más que palabras. Así que nada más quitarme la chaqueta me lancé a sus brazos, le besé y comencé a quitarle la camisa, pero nada más ver mis intenciones se apartó y negó con la cabeza. Cabizbajo me pidió que le dejara solo un momento y se marchó a otra habitación.

Quería saber que le pasaba ahora. De repente estaba demasiado extraño, no podía haber llegado lo malo tan rápido. ¿Qué podría haber provocado que el inevitable destino se adelantara? Quise cotillear que le ocurría, pero enseguida me cerró la puerta sin dejarme otra opción que poner la oreja y ver si, con suerte, expresaba lo que sentía en voz alta. Al principio no se oía nada, pero cuando ya iba a rendirme al fin le oí hablar.

-Hola Miriam... Nada, solo me apetecía hablar contigo, ¿tan extraño es?

Comenzó a reírse al mismo tiempo que la desilusión me invadía. ¿Cómo debía tomarme que prefiriera hablar con ella antes que estar conmigo compartiendo un momento mágico?

Ready To RunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora