Polémicas.

613 46 2
                                    

~
El comentario de John no pasó a mayores en Reino Unido, no obstante, las cosas fueron distintas en EE.UU.

Era increíble pararse a pensar que aquel país que la última vez nos había recibido con adolescentes gritando y cámaras de televisión de todo el país queriendo filmarnos, esta vez nos recibía de una manera totalmente diferente.

De repente comenzaron a quemarse discos nuestros en hogueras, algunas cadenas de radio acusaron al grupo de blasfemo y un grupúsculo del Ku Klux Klan quemó una efigie de John.  Esto sucedió cuando se reprodujo el artículo en la revista adolescente Notebook, con motivo de nuestra gira por el país.

Estábamos muy asustados y enfadados con John. Antes todo habían sido risas, pero esto se nos iba de las manos. Llegaron cartas insultándonos, amenzando a John y al grupo. Nos abucheaban a nuestra llegada.

—Que digan lo que quieran —dijo alterado Lennon—. Están así porque se han visto amenazados y si es así es porque he dicho la verdad.

—¡Maldita sea, Lennon! La cosa se ha puesto peor...no puedes simplemente lavarte las manos —le grité.

—Nos involucraste a todos, John —agregó George con un mal gesto pero con voz tranquila.

Ringo hizo ademán de levantarse, era habitual en él. No le gustaba involucrarse en los problemas.

—¿Dónde vas? —preguntó John bruscamente. Ringo no alcanzó a responder—. ¡Siéntate! —ordenó.

—Déjale en paz —replicó George sin perder la calma.

—¡No! Somos un grupo.

—Lennon, calmate —ordené.

John me miró. Se produjo un silencio. En su mirada se veía preocupado, enfadado, harto.

—Iba a llamar a Brian —rompió el silencio Ringo—. Él sabrá que hacer.

Miramos a Ringo y seguidamente a John. Él asintió lentamente. Ringo salió lentamente de la habitación.  Nadie dijo nada, se produjo un completo silencio en la habitación. De vez en cuando miraba a los chicos de reojo y luego retornaba la vista al suelo.

Recordé las escenas de aquella noche. Apenas habíamos subido al escenario y nos estaban lanzando todo tipo de cosas. No podíamos cantar por los gritos de pocas adolescentes y los abucheos que opacaban la música

Una lluvia de todo tipo de cosas, incluidos tomates, nos cayó en menos de la mitad del concierto. No podíamos seguir así. Nos indicaron que apenas terminásemos aquella canción, nos marcháramos al auto. Y así lo hicimos. Nos retiramos corriendo, a medida que iba terminando la canción y subimos al auto que nos esperaba fuera.

Nada de cordiales reverencias como Brian nos había enseñado.

No.

Salimos cuanto antes de ahí.

Ringo entró, no dio un portazo, aún así nos sobresaltamos pues sonó bastante fuerte debido al silencio que inundaba la habitación.

—Viene hacia acá —respondió a nuestras miradas insistentes.

John tomó asiento en una silla, apartado de los demás, con la cabeza gacha. Nadie le dijo nada, era mejor no hacerlo. Tomé unas fotografías que Caroline me había enviado días atrás. George tenía los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás, pero no dormía. Ringo miraba por la ventana sujetando su cabeza con su mano.

Nadie decía nada.

Di un suspiro que resonó en la habitación. George abrió sus ojos pero no levantó la cabeza y en seguida cerró los ojos.

I will. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora