Mi bella Michelle.

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El otoño comenzaba a hacerse notar aquella mañana de finales de septiembre.Una ráfaga de viento algo gélido hizo hacia atrás mi cabello con brusquedad. Las calles londinenses estaban llenas, había tenido que aparcar el auto una calle atrás de la oficina de Lucy.
Habían pasado algunas semanas desde que no me pasaba por ahí, ahora trabajaba más en casa.
Caminé con la vista baja y a paso tranquilo, observando mis pasos. Algunos árboles se habían adelantado a otros y ya dejaban caer algunas hojas secas. Pisé una y disfruté del agradable crujido que provocó. Adoraba hacer eso. Era infantil, o eso me decía Paul, y yo respondía pisando con más fuerza las hojas. Él me besaba y sonreía. Él también era infantil de vez en cuando y ¿qué hay de malo con eso?
Continué mi camino con una sonrisa en el rostro,me sentía tranquila. Abrí la puerta y entré. La oficina estaba igual que siempre. Las flores rojas en el mismo lugar, los sillones en la misma posición, aquella secretaria parecía estar anclada a la silla pues siempre estaba ahí y como no, reinaba un agradable silencio. Se sentía música a muy bajo volumen. Cuando yo estaba ahí siempre cambiaba la música y subía el volumen. Lucy decía que le daba vida a la oficina, y ahora le daba la razón.

— Buenos días —saludé llamando la atención de la secretaria.

Ella levantó la vista de golpe.

—Buenos días — mencionó y volvió la vista a su trabajo. Terminó de escribir y volvió a mirarme —. Le avisaré a la Sra. Lucy que ya está usted aquí.

Asentí. Se levantó y caminó al despacho de Lucy. Me quedé de pie observando la decoración que con el paso del tiempo habíamos cambiado con Lucy. Recordé aquella oficina en sus inicios. Había cambiado muchísimo y la habíamos ampliado bastante. La secretaria no tardó en llegar y me dijo que pasara.
Caminé a su despacho y no pude evitar fijarme en la puerta de mi despacho. Estaba cerrado con llave, me hubiese gustado echar un vistazo. Entré y Lucy me esperaba con una pila de papeles encima de su escritorio.

—¿Cómo estás, Caroline? — dijo levantándose. Me saludó. — Toma asiento —indicó—, me alegra que vienieras.

—Bueno, prefería hablar esto en persona —aclaré mientras me sentaba en la cómoda silla negra.

Lucy me miró.

—Entonces, ya decidiste...

Asentí con lentitud. Lucy dio un respiro y esperó a que yo hablara.

— Medité todo el asunto, vimos los pros y los contras, pensé en mi familia y en mi carrera... —miré a Lucy— Iré a Holanda —dije y ella esbozó una sonrisa —, pero — su sonrisa se desvaneció — será una prueba para ver si realizo aquella gira...

—Bien, informaré a la editorial.

—Gracias Lucy.

— ¿Te quedarás un rato más?

— No puedo, debo ir con Michelle a control médico...

—De acuerdo, entonces... —se agachó y tomó algo — Ten —me alargó la mano.

La miré dudosa y estiré la mano. Ella depositó en mi palma una llave.

— Es...

—La de tu despacho. Sabes que puedes venir cuando quieras. —Me miró y sonrió débilmente —. Se te echa de menos por aquí.

La abracé sin pensarlo. Me despedí y me marché a casa. Paul estaba dándole de comer a Michelle.

—Hola, amor —me besó. — ¿Vas a comer? —preguntó.

—Comeré al regreso, ya es tarde. ¿Irás con nosotras?

—No...tengo que ir al estudio a...hacer unas cosas — se excusó.

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