Aquella japonesa.

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Otoño.

Quizá mi época preferida del año. Los árboles dejaban caer sus hojas para adornar el suelo con ellas, dejándolo cubierto de distintos tonos de marrones secos.

Noviembre apenas comenzaba. Con Paul sin giras, las cosas estaban mejor. Pasabamos más tiempo juntos y él disfrutaba más de Michelle.

—John quiere comprarle algo a Cynthia y me pidió que lo acompañara —expliqué dando el último sorbo a mi té.

—¿Llevarás a Michelle? —preguntó Paul tomando a la pequeña.

—Sí, nos servirá de paseo. ¿Verdad cariño? —le di un beso en su mano. Luego miré a Paul—. ¿No quieres acompañarnos?

—No puedo —hizo una mueca—, pero llámame cuando estés lista, quizás podamos juntarnos.

Se acercó y me besó.

—Por supuesto.

Tomé a Michelle para ponerle su abrigo. La dejé en el suelo y ella, con un poco de dificultad, caminó a los brazos de su padre. Michelle ya decía tres palabras: Papá, mamá y “Amm” con lo cual se refería a todo tipo de comida. Aunque te podía dar una buena charla a base de balbuceos. El pediatra nos dijo que iba muy bien, incluso un pelín adelantada a su edad. El hecho de cantarle y leerle cada noche, ayudó bastante. Sus ojos ya se habían definido en un color. No eran verdes claros como los mios. Eran como los de Paul aunque más claros, más tirando a verdes. Eran marrones con algunas vetas verdosas. Su cabello los primeros meses, era castaño claro como el mío pero con el tiempo se fue oscureciendo hasta quedar castaño oscuro.

—Dile adiós a tu papá —dije tomándole la mano. Moví mi mano en forma de despedida y ella también.

Paul se acercó y le dio un beso. Luego me besó a mí.

—Que les vaya bien. —Nos sonrió.

—Gracias, a ti también. Ah, quizás pase donde Lucy...bueno de todas formas te avisaré.

Él asintió y se marchó. Cuando tuve todo guardado en el auto. Puse a Michelle en su silla y nos marchamos.

Con John nos juntaríamos en un centro comercial. Puse a Michelle en el coche y nos quedamos esperando. Pude divisar a lo lejos, un tipo de lentes, con una barba extraña y casi encapuchado.

—¿Cuándo entenderán que lo único que consiguen hacer así es llamar más la atención? —dije burlesca una vez había llegado al lado de John.

—Brian insiste —dijo molesto.

Le retiré la capucha y la barba falsa. Le dejé los lentes pues, si no, no vería nada.

—Listo —sonreí—. ¿Vamos?

Recorrimos bastantes tiendas. John no tenía claro exactamente lo que buscaba. Mirábamos los escaparates.

—Quiero algo que diga: Te amo. Lo siento. ¿Entiendes? —dijo dándose por vencido.

—Quizás si se lo dijeras sin más...

Soltó un bufido y luego me miró.

—¿Qué hace Paul cuando discuten? —me preguntó—. O son tan perfectos que ni discuten?  —se burló.

Puse los ojos en blanco e hice una mueca.

—Claro que discutimos, como todas las parejas —dije con obviedad.

—Bien...¿entonces qué hace?

—Nos disculpamos, nos sentamos a hablar y lo otro... no te incumbe...

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