Demonio japonés.

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Miré la fecha de la carta. Habían pasado dos semanas desde que había llegado, y Paul me la acababa de dar.

—Es la última —confesó. —No te la dimos hasta  asegurarnos que estuvieras bien.

La abrí, y esta contenía otra frase. Pensamos que quizás la persona, al no obtener respuesta, se aburrió de enviarlas.

Nos propusimos olvidarnos de los problemas, debía llevar una vida más relajada. Tenía una entrevista sobre mi último libro, así que dejé a Michelle con Anna. Paul estaría en el estudio.

—La editorial ha descartado la idea de la gira debido a tu situación —comentó Lucy con aquel tono de lamento con el que todos se dirigían ahora a mí.

Asentí aliviada.

La entrevistadora era una mujer de aproximadamente unos 30 años. Tenía el cabello pelirrojo hasta los hombros. Su nariz era muy pequeña y su boca muy grande. Era alta y delgada. Sus piernas eran tan largas que al sentarse quedaban muy recogidas. Realizó las típicas preguntas sobre el libro, la temática y la inspiración. Llegó al tema que yo esperaba que no tocara.

—En cuanto a salud ¿cómo estás? Hemos sabido de la terrible situación que sufriste hace a penas unas semanas, debió ser duro para ti —torció el labio.

Era obvio que todos se enterarían. Aquella madrugada la entrada principal estaba repleta de periodistas. Gracias a la buena seguridad del hospital ninguno pudo entrar, a pesar de que inventaron todo tipo de excusas y métodos para infiltrarse. Sin embargo, de una u otra manera siempre de enteran de todo y esta no fue la excepción.

—Estoy bien, gracias. He recibido apoyo de todos y eso me ha ayudado bastante. Paul y Michelle me han cuidado muy bien —reí ligeramente.

Vi en su mirada el lamento y compadecimiento.

—Años atrás, antes de Paul—proseguí— me sucedió algo similar, no fue tan grave en cuanto a mi salud, pero si en lo emocional. Tengo la suerte de tener el apoyo de Paul. Lo superaremos y continuaremos intentando —dije intentando mantener mi voz firme.

—Nos preocupó bastante a todos, y esperamos que todo vaya mejor ahora.

—Gracias —sonreí.

Desvié la conversación para evadir ese tema.

*-*-*

No volví a recibir ni una sola carta como las anteriores, así que nos olvidamos de ello. Aquel día iba a hacer unas compras para navidad. Este año la pasaríamos en nuestra casa, sólo nosotros tres. Para año nuevo planeabamos juntarnos —los chicos y sus familias— a celebrar todos juntos.
Después de comprar, pasé a casa de los Lennon a entregarle a Cyn unas cosas de Julian que había olvidado unos días atrás en nuestra casa. Estacioné frente a la casa y bajé. Llamé a la puerta y tardé en obtener respuesta. Se abrió la puerta y sonreí esperando que Cynthia me abriera con Jules en brazos. Sin embargo, mi sonrisa se desvaneció de golpe al ver quien me abría la puerta. Llevaba el cabello despeinado —más que de costumbre—, e iba descalza. Me sonrió con cinismo. La hice a un lado y entré molesta.

—¿Dónde están Cynthia y Julian?

—No se encuentran en casa.

—¿Qué haces tú aquí? —pregunté bruscamente.

—Estoy trabajando con John —respondió Yoko.

— “Trabajando” —reí sin ganas—, claro, y yo nací ayer. ¿Dónde está él? —caminé por el pasillo. —¡Lennon! ¡Ven aquí! —grité mirando por el salón.

—Él no está —dijo Yoko detrás de mí. —Acaba de salir, pero no tardará en llegar.

Miré de hito a hito a la japonesa y me acerqué a ella.

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