Ámsterdam

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Si las despedidas siempre habían sido difíciles para mí, esta vez fue mucho peor. Dejar a Michelle en Birmingham fue durísimo para mí. Julie y toda mi familia me tranquilizó diciendo que estaría perfectamente ahí, y lo sabía. No estaba preocupada por eso, pero me dolía estar tan lejos de mi pequeña tantos días.
El vuelo salía por la tarde, así que me levanté temprano y llevé a Michelle al parque que solía ir con mi padre de pequeña. Paul no nos acompañó, mantenía una discusión con John por teléfono. Tras la muerte de Brian, se había hecho algo habitual que discutieran, la tensión había estado más presente estos últimos meses en el estudio.

Volver a Birmingham me llenaba de emociones, tantos recuerdos, buenos y malos momentos vividos en los rincones de esta ciudad.
Senté a Michelle en un columpio, ella reía estruendosamente cada vez que subía. Su risa dulce me encantaba. Quise pasar todo el tiempo con Michelle. Abrazarla y llenarla de besos, lo más que pudiera. Sin embargo el tiempo  parecía no ser suficiente. Dicen que el tiempo siempre es escaso para los que lo necesitan.
Fue duro despedirme de ella. Paul y Julie me sacaron casi arrastrándome de casa o perderíamos el vuelo. Tuve que aguantar las lágrimas, mas rompí a llorar a penas puse un pie fuera de la casa. Paul me abrazó y secó mis lágrimas paciente.

—Ya no quiero ir, Paul —susurré. —Volvamos por ella —pedí tirando su manga.

Ya casi llegábamos al aeropuerto.

—Tranquila, amor...

—¿Podré llevarla conmigo...?

Él tomó mi mano.

—Caroline, todo estará bien ¿si? Es duro, lo sé, pero...ya hablamos esto.

Bajé la vista. Él tomó mi mentón y me acarició delicadamente.

—Sólo serán unos días, y haré lo posible para que podamos contactarnos cada día. Julie prometió llamar y escribir cada día... Todo saldrá bien, amor.

Paul me distrajo hablando durante el vuelo. Al llegar a casa la noté  vacía. Antes de ir a dormir, pensé en ir a darle las buenas noches a Michelle, y recordé que no estaba. Me marché a la cama y me senté.
Él se acercó, se sentó a mi lado y tomó mi mano.

—¿Crees que nos adelantamos en formar nuestra familia? —pregunté con la vista baja mientras jugaba con sus dedos.

—¿Qué?

—Siento que Michelle merece una infancia con sus padres presentes, quizás debimos esperar más a que todo esto, la “fama”, se calmara.

—Es probable, que sólo estemos en el inicio de nuestras carreras, cariño. En ese caso, ¿cuánto deberíamos esperar? Sabes que ni aún saliéndonos de esto podríamos estar tranquilos...

—Yo no te alejaría de la música. Es lo tuyo, vives para ello, no puedes apartarte...—suspiré. —Sólo quiero que ella esté con nosotros, poder tener más hijos, tener un gato con una campanita, que Martha corra por el jardín, estar juntos...

Él besó mi frente.

—Tendremos todo eso, ya verás.

Le sonreí dulcemente y él me abrazó.

No tuve una buena noche, me costó dormir y me levanté dos veces a vomitar. Creo que me había mareado un poco en el avión y además estaba muy nerviosa.
Me levanté muy temprano, tenía todo listo. Llamé a mi madre para preguntar por Michelle. Si, era una madre sobre protectora, Paul era más sobre protector que yo pero se contenía para no empeorar mis nervios en aquel momento.
Me llevó al aeropuerto. Creí que no podría soportar otra despedida más.

—Esto no es un adiós, amor, es un hasta pronto. Nos veremos en unos días —me besó tranquilizándome. —Mucha suerte, te amo.

El avión partió. Dejé que la voz de Paul resonara en mi cabeza durante el trayecto. Me aferré a su olor que había impregnado en mí en su último abrazo. Di un respiro y me tranquilicé.

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