Sin ti.

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Con Paul decidimos que la cena de navidad sería en nuestra nueva casa. Todo había estado bien, hasta que en las últimas semanas comenzaron a echarse para atrás.

— Con Julian y Cyn cenaremos en casa de Mimi, nos invitó y no me pude negar. Ustedes saben como es ella —explicó John.

— George y yo decidimos pasar las fiestas en París. —Pattie tomó la mano de su marido y éste sonrió—. Muchas gracias, quizás el próximo año —dijo finalmente la rubia.

— Maureen no se ha sentido muy bien las últimas semanas con esto del embarazo, lo pasaremos en casa —se excusó Ringo.

Paul y yo nos encontrabamos tirados en la cama tras un largo día.

— Pues tendremos que pasarlo nosotros tres solos —dijo él.

— Con todo lo que habíamos planeado —suspiré.

— Lo pasaremos en familia. —Me abrazó—. Además era de esperar, ya todos formamos familias, es lógico que quieran pasarlo cada uno por su lado.

—Sí, pero...no sé —me encogí de hombros—, será extraño, ya me acostumbré a ver tanta gente en la mesa.

— Te tengo una solución.—Acarició mi clavícula ligeramente.

— Paul, hablo en serio.—Reí ligeramente por las cosquillas que me producían sus caricias.

— Y yo también. —Me besó—. Si quieres llenar la mesa, tengamos miles de hijos.

— Siempre y cuando nos turnemos los meses de embarazo y los partos.

— Mmm...creo que ocho hijos serían suficientes.

Yo reí.

— ¿Ocho?

— Quizás diez.

— ¿No crees que son muchos?

— ¿Cuántos quieres tú?

— No lo sé... Pero piensa que si tuviéramos diez u ocho, tendríamos que tenerlos pronto...para que nos alcancen los años, digo yo.

— ¿Y a que estamos esperando?

De un golpe se puso sobre mí y me besó.

No pude evitar reír. Él se puso nuevamente a mi lado. Me miró fijamente. Sus ojos subían de arriba a abajo, se mecían de lado a lado. Su mirada era tan profunda que sentía que podría adivinar mis pensamientos. Le sonreí nerviosa.

— Te amo —dijo finalmente—. Sé que no paro de repetirlo, pero no me canso de decirlo, siento que no es suficiente.

Le sonreí.

— A mí me encanta que me lo repitas —sonreí—. Yo también te amo Paul.

me acerqué y le di un pequeño y dulce beso.

— Estaba pensando ¿Cómo sería si no nos hubiéramos conocido? ¿Qué sería de nosotros? Yo no puedo imaginar una vida sin ti —dijo él mirando mis ojos atentamente.

— Probablemente tú estarías con otra chica y yo...estaría en otro país. —Me encogí de hombros.

— No, no sería solo eso. Nada sería igual. Yo no sería quien soy ahora. Hubiera tirado la toalla cuando sucedieron los problemas, porque fuiste tú quien me ánimo cuando estaba mal.

— Todo sería distinto. No hubiera tenido los mejores momentos de mi vida. No hubiera sabido lo que significa realmente amar.

— Sin ti, dudo que mi vida tuviera sentido.

Acarició mi rostro. Sin dudarlo me lancé a sus brazos. Le di un beso y luego lo abracé con fuerza. No dijimos nada, entre caricias y miradas conciliamos el sueño.

*—*—*—*—

Las semanas han pasado. Es noche buena. Ya me he hecho a la idea de que solo seremos tres en la mesa. Paul salió muy temprano de casa, ya casi era hora de almorzar y él no había llegado. María Teresa fue unas horas en la mañana a ayudarme un poco y luego le di la tarde libre. La casa es bastante grande así que necesitamos un poco de ayuda para hacer todo. Ahora que no debemos esconder nada, pues nuestro amor es verdadero, con Paul nos replanteamos la idea de contratar gente para el aseo y mantención de la casa. Aunque no me emociona mucho la idea ya que es un poco de invasión a la privacidad.

Me encontraba en la cocina, Michelle estaba en el salón viendo dibujos animados. La escuché balbucear algunas palabras. Sequé mis manos, peiné un mechón de mi cabello y me dirigí al salón.

Michelle se encontraba de espaldas a la televisión y decía unas cosas a quien sabe que, pues una pared me impedía tener una vista completa de la escena. Me acerqué más, di un pequeño salto. No creía lo que veía. Sonreí con emoción.

— ¡Juliette! —dije felizmente. Corrí a abrazarla.

—¡Hola, hermana!

Nos fundimos en un agradable abrazo. Ella estaba muy alta y hermosa.

— ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? —dije sin comprender.

— Preguntándole a tu marido. —Levantó sus manos con las palmas abiertas dando a entender que ella no diría nada.

— ¿Dónde está él?

Ella señaló ligeramente con su mentón hacia la puerta que daba a la entrada. Abrí y no creía lo que veía.

—¡Caroline! —dijo mi madre mientras me abrazaba.

Seguido vino mi padre. Miré a Paul y me sonreía.

—Dijiste que estabas acostumbrada a ver la mesa llena, así que...creí que sería bueno que vinieran nuestras familias.

—Amor —Lo abracé—, esto es perfecto.

Besé sus labios.

— Jessica no pudo venir —dijo Julie a la vez que cargaba a Michelle—. Tiene una inmensa panza.

— ¿Ya tiene fecha para el nacimiento?

— Mediados de enero —explicó mi madre.

— Que emoción —sonreí—. Me alegra tanto tenerlos aquí—dije mirándolos.

—Todo es gracias a Paul.

— ¿Y tu padre no vendrá? —le pregunté a Paul.

— Sí, pero su vuelo tarda un poco más. Mike no vendrá.

— Aah, que lastima —Hice una mueca. Luego miré nuevamente a mi familia.— ¿Les enseño las habitaciones? Es lo que más hay así que no nos faltará espacio —reí.

— Yo me encargo de esto —dijo Paul indicando con su pulgar hacia la cocina. Yo asentí.

Le enseñé las habitaciones a mi familia. Entre todos las preparamos y luego bajamos a almorzar.

Paul se marchó a buscar a su padre después de comer. Juliette jugaba con Michelle.

—¡Mira la nieve a fuera, Caroline! Mañana seguramente esté completamente nevado y podremos jugar como hacíamos antes en navidad —dijo Julie emocionada.

—Esas navidades eran geniales —recordé. Luego miré nuevamente hacia la ventana—.Espero que Paul llegue pronto, uno nunca sabe cuándo puede comenzar a nevar fuertemente.

En eso se abrieron las puertas. Paul entró con unas maletas y de la mano de Ruth. Angie y Jim McCartney le seguían detrás con más maletas.

—Señor Jim, Angie —dije felizmente— ¿Cómo están?

— Muy bien, Caroline —dijo Angie.

— Nos alegra estar aquí.

— Y a nosotros nos alegra tenerlos aquí.

La cena la preparamos entre todas. Julie se encargó de decorar la mesa. Paul, mi padre y el Sr. Jim se encargaron de que no se apagara el fuego.

Cuando nos sentamos en la mesa, esta se llenó. Una gran alegría inundaba el ambiente. Reímos, charlamos hasta incluso cantamos. Fue una gran cena. No podía pedir más para navidad, mi regalo era aquel. Y me encantaba.

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