Todo lo que necesitas es amor.

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—¿Qué sucede, amor? —preguntó mientras acariciaba mi mano.

Di un pequeño respingo y miré a Paul. Intenté sonreírle.

— Nada —mentí.

Bebí un sorbo de mi té. Él seguía con su vista fija en mí.

—Caroline —. Abrió sus ojos a modo de súplica y ladeó un poco su cabeza — Cuéntame, cariño —. Llevó mi mano a sus labios y me dio un delicado beso.

Me rendí dando un bufido. Desvié la vista.

—Cynthia estuvo aquí ayer —espeté.

Él me miró sin comprender.

—Me habló de John —proseguí —. De sus problemas juntos —. Di un respiro y miré a Paul, comenzaba a sentir ese nudo en la garganta —. Estuve a punto de contarle todo, Paul. No puedo más. No soporto que ella confíe en mí sin saber lo que le hice...

—Caroline, mi cielo — Paul se puso de pie y se acercó a mi —Tranquila —Besó mi frente.

—No puedo, Paul.

Él me abrazó. Hundí mi cara sobre su abdomen y derramé unas pequeñas lágrimas. Él se puso a mi altura. Tomó mi rostro con sus manos.

—Hey, mi vida —Secó mis lágrimas con sus pulgares —, escucha, nada es tu culpa. No te corresponde contarle a Cyn, menos ahora.

— Pero, amor ¿sabes lo horrible que me siento cada vez que la veo sufrir? Todo eso que pasé vuelve a mi de manera intensificada y... ¡No puedo con esto!

Me rendí ante el llanto. Paul me rodeó con sus brazos.

—¿Sabes? Necesitas alejarte un poco de esto —dijo y yo lo miré —. ¡Salgamos! Los dos solos. Algo romántico —besó mis manos —. Olvidémonos de los problemas, al menos por una noche.

Ayudé a Paul a secar las lágrimas que había derramado. Negué con la cabeza.

—No, no podemos. Michelle —dije —. ¿Quién cuidará de ella? Debo continuar mi libro, debo...

Paul me calló con un beso. Reí ligeramente.

—Olvídate de tus deberes. Le pediremos a alguien que cuide de Michelle, ella no molesta a nadie y será sólo una noche.

Di un suspiro no muy convencida.

—Caroline, lo necesitas —besó mi mejilla —. Lo necesitamos.

Y me miró con aquella mirada a la cual nunca podía negarme. Para más, le agregó su sonrisa, esa sonrisa que sólo quería besar cada vez que veía.

Paul se puso de pie. Se paró tras de mi. Posó sus manos en mis hombros.

—Estás tensa. Necesitas un descanso —frotó mis hombros —. Necesitas... Una dosis de amor de Paul —besó delicadamente mi cuello.

Reí producto de las cosquillas que me hizo al besar mi cuello y además por su comentario.

—Tú siempre me das “amor de Paul” —sonreí.

—Sí, pero ahora necesitas más. Todo lo que necesitas es amor, Caroline —sonrió ampliamente.

Yo reí. Él se puso frente a mi. Me sonreía nuevamente. Hizo un pequeño pucherito al cual me fue imposible resistirme. Asentí.

—Bien. De acuerdo.

Paul me abrazó fuertemente y antes de alejarse de aquel abrazo, depositó un beso en mi frente.

—Tú quédate tranquila, yo me ocuparé de todo ¿si?

Asentí. No sabía de que se ocuparía Paul, si se ocuparía de los problemas o de la organización de la velada, más su sonrisa me tranquilizó y olvidé todo.

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