Me gusta todo de ti.

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El día estaba muy nublado.
Me fui en el asiento de atrás con Michelle y Martha. Paul condujo hasta casa de los Smith. A pesar de las nubes, el paisaje era hermoso y emanaba una completa tranquilidad.

La casa de los Smiths no se encontraba lejos. A medida que nos adentrábamos por aquel camino de tierra, iba asimilando algunos objetos que me recordaban que la casa estaba muy cercana. Observaba por la ventana y pude divisar la acogedora casa. Su fachada de madera parecía resaltar en aquel día gris. Al llegar vi el verde pasto, el establo, las vacas, las ovejas. Sin embargo, no había nadie fuera como de comstumbre y supe el porqué cuando bajé del auto. El viento frío soplaba fuertemente. Abrigué muy bien a Michelle antes de bajarla. Paul se encargó de Martha .

Le dirigí una mirada a Paul antes de comenzar a caminar, él me sonrió. El viento sopló y revolvió su cabello, al igual que el de Martha. Iba a decirle algo pero Martha corrió, dándole un tirón a Paul, haciendo que éste casi cayera de cara. Él soltó una gran carcajada tras haber puesto mala cara. Yo me limité a reír por lo bajo.

El frío nos obligó a caminar rápidamente hasta la puerta. Tocamos y en unos segundos nos encontrábamos frente al Sr. Smith, quien nos dedicó una grata sonrisa.

—Pasen. —Abrió la puerta hasta atrás—. Nos alegra que estén aquí —dijo tras saludarnos.

—Hola. —La Sra. Smith apareció sonriente desde la cocina mientras secaba sus manos en el delantal que llevaba puesto.

La saludamos.

Se acercó a mí para ver a Michelle. Ellos aún no la conocían.

—Qué niña más linda —aseveró con dulzura.

—¿Cuánto tiene?

—Cuatro meses.

—Tiene la nariz de Paul —observó sonriente la señora Alice—. Aún le quedan unos meses para que se le defina el color de ojos.

—Ojalá sean verdes como los de Caroline —dijo Paul—. Sus ojos son preciosos.

Me ruboricé tras la forma en que Paul comentó aquello y porque todas las miradas se clavaron en mis ojos. Carraspeé mi garganta tímidamente para apartar sus miradas.

—¿Rosie y Violet? —pregunté con cortesía combinada con el nerviosismo que me provocaba que me miraran por tanto tiempo.

—Están con sus padres, quizás lleguen por la tarde.

—¿Quieren algo de comer? —ofreció el Sr. Smith.

Con Paul intercambiamos unas miradas y negamos con la cabeza.

—Son muy amables pero nos gustaría instalarnos cuanto antes.

—Claro —dijo con su peculiar sonrisa la Sra. Smith—. Bob, deberíamos llevarlos antes de que comience a hacer más frío.

Él sonrió a su mujer y se dio unas cuantas vueltas por la casa.

—Vamos.

Con Paul les seguimos en el auto. El rancho no estaba muy lejos del que habitaban ellos. Era casi tan grande como el otro. También habían animales, pues según explicó Bob Smith, de vez en cuando sus hijos lo habitaban.

—Si necesitan cualquier cosa pueden llamarnos.

—Podrían ir a cenar con nosotros —propuso la Sra . Alice.

—Nos gustaría, si el clima nos lo permite. —Alcé la vista al cielo.

Unas grandes nubes grises se acercaban. Todos imitaron mi acto.

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