Introducción

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Savanna:

Caos y desesperación son las palabras exactas para describir la situación.

Y no solo en las imágenes que no dejaban de repetirse en los noticieros locales, sino también en nuestro lugar de refugiados y mucho más específico.

En Eros.

—Estoy bien, mamá.—Aseguro en un tono claro a mi madre. No he podido responderle debido a la situación en la que estamos y solo se me da el privilegio de contactarme con mis padres una vez al mes.

—¿Por qué no contestabas? Creí... pensé que quizás habías regresado a ese lugar.—Me responde ella con voz temblorosa.—Que tal vez había vuelto ahí esa noche y...

—Mamá...—La detengo.— Sabes que estoy fuera de la ciudad. No puedo dejar mi puesto ni un solo minuto.

Menos ahora.

—Solo pensé...

Suspiro.—¿Cómo esta papá?

Mamá duda en responder.—Esta bien, aunque también preocupado.

Bajo la mirada.

—¿Y no quiere hablar conmigo?

Ella no responde y en mi silencio, asiento con la cabeza recordándome todo los problemas que hemos tenido.

Mi mirada se posa sobre el televisor, más específico en el noticiero. No dejan de hablar del desastre realizado en el club de strippers Greek Gods.

"Atentado" es la palabra que se repite por lo menos unas 20 veces al día.

Kevin aparece en mi campo visual, se queda de pie en el arco de la puerta de madera y me hace una señal, a lo que respondo asintiendo en su dirección.

Le doy la espalda al televisor.—Mamá, debo dejarte y estoy bien, no te preocupes por mí.

—Cariño...

—Mándale saludos a papá... ¿De acuerdo?

Me responde que sí y le cuelgo, Kevin ingresa a la habitación, su mirada se posa en la noticia, toma el control junto al mueble y le pone en mute, para luego tirar el mismo control sobre los cojines.

—¿Dónde está Blas Langford?

—Con Lucia en el segundo piso.—Respondo.

Kevin me observa con una expresión malhumorada.—¿Y lo tienes así sin supervisión?

—¿Y qué pretendes que haga? Sé que está en protección a testigos, no por eso debes tratarlo como un criminal.

—¿Y realmente no lo es? Fue cómplice de Naomi Damar ¿O debo recordártelo, Savanna?

—Protegía a su hermana.

—Que los sentimientos no te nublen el juicio, Oficial.

Trago saliva.—Se que Blas no te termina de cerrar del todo...

—Ningún criminal lo hace.

—Pero exageras.

—Y tú defiendes lo indefendible.

—¿Por qué esa actitud de repente?

—¿Acaso no es demasiado obvio?.—El señala el televisor, más no me giro.—Múltiples heridos y muertos.

Me mantengo callada y el me da una orden.

—Quiero que lo mantengas vigilado, no quiero que cometa una estupidez.

Greek Gods : El Secreto de DionisioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora