Epílogo

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Dux-Jong, general a cargo de la primera división de las Fuerzas Para el Renacimiento Tezvirano, caminaba ajetreadamente por la terraza del castillo Wen-Der-Lung. Era un corredor amplio, un camino largo hasta los aposentos de su señor, quien de seguro se encontraría holgazaneando como era costumbre. Si de Dux-Jong dependiera, ya le habría asestado un delicioso golpe en la quijada, pero si hacía eso, era de suponer que lo mandarían a la horca.

Luego de un rato caminando, llegó hasta una puerta de madera finamente decorada, cuyos marcos se arqueaban como sus propios bigotes. El aroma del barniz llegó hasta sus narices, así que echó un vistazo antes de tocar. Tal como suponía, el ocioso había mandado a retocar sus aposentos. Habían más cuadros con sus imágenes colgados a lo largo de todo el pasillo, figuras de un gordo de cachetes hinchados y mechas oscuras y onduladas. Hacían un juego terrible al lado de los sublimes bajorrelieves de dragones. Aunque, ahora que lo pensaba, supuso que Wen-Der-Lung podía ser tomado como una especie distinta al ser humano, un animal lujurioso y narcisista, interesante de vigilar a pesar de su repulsividad.

Tocó dos veces.

—Pasa —dijo una voz ahogada, así que el general abrió la puerta.

Cuando hubo cerrado, se deslizó a través de la enorme habitación. La madera de las tablas crujió bajo sus pies, siempre lo hacía, por más nuevo que fuera el suelo. Había un intenso aroma a incienso, el humo violeta recorría la atmósfera como una serpiente que se solapaba junto a otras.

Dux-Jong llegó donde su señor, quien estaba de espaldas, sentado en un pequeño y acolchonado taburete mientras el brasero delante de su gorda figura crepitaba. La luz del fuego iluminaba los contornos del hombre.

—¿Vienes a charlar conmigo de nuevo? He estado muy aburrido últimamente. No me molestaría, Jong Hijo.

—Honorable, vengo por un tema importante.

—¿Oh?, puedo tomar eso como que nuestra amistad es irrelevante.

Dux-Jong hizo una mueca de desagrado.

—Claro que eso también es importante, pero lo de ahora es urgente.

El señor entonces lo vio con el rabillo del ojo, su expresión era la de un depredador. No había que dejarse engañar por su apariencia.

—Habla.

—Honorable, ha sucedido algo. ¿Te acuerdas que no sabíamos cómo fue que obtuvimos la información de Veliska? Eso se ha despejado, y, no tengo idea qué fue lo que sucedió, pero ya lo sabíamos.

—¿Qué dices?

—Lo que oyes, desde un principio nosotros habíamos enviado a Wund-Derat, pero no sé qué sucedió que olvidamos su existencia —Dux-Jong había estado muy perturbado por eso.

El señor Wen-Der-Lung dejó salir un largo suspiró.

—Ah ya recuerdo. Ese velinés al que reclutaste. Sí, ¿por qué diantres no nos acordábamos de él?

—No lo sé. Lo teníamos en los registros, aunque cuando leíamos no creíamos que entre nosotros hubiera alguien con esas características. Simplemente, se había borrado de nuestras mentes.

—Bueno, pero eso ya no es así, ¿cierto? Y el muchacho logró enviar la información antes de que perdiéramos contacto con él. Todo en orden.

El general apretó los puños aguantando su rabia. Esta escoria de persona siempre con esa actitud, como si no importase el sacrificio hecho por el chico. Años en los que había menospreciado los sacrificios hechos por sus compatriotas, qué fácil era ordenar desde lo alto del trono.

Crónicas de HayinashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora