13 | Lo que no puede ser

16 4 0
                                    

Trechiv estaba preocupado. Existía el asunto de la persona que buscaba, también lidiar con Dunai y todo lo que conllevaba esa situación, pero había algo más: su trabajo. Pues el joven había viajado desde Adgenai hacia Veliska con el permiso de su jefe de sección. Tenía dos semanas para ir y volver o si no sería despedido.

No más dinero. No más comida. No más renta. Todo estaría acabado.

Le angustiaba no saber cuántos días pasaría metido en Terunai sin siquiera una vaga estimación.

Dejó doblada una chaqueta que Netarim había confeccionado y la guardó dejándola sobre otras dentro de una maleta. Hoy era el día en que el viejo iría a dejar un encargo a uno de sus clientes; para ello, Trechiv lo acompañaría tal como habían acordado. La cita era a la cuarta hora, y actualmente, estaban en la segunda, poco antes del mediodía.

De pronto, tocaron la puerta de la habitación.

El hombre de pelo lavanda estaba en la despensa. Dejó de hacer lo que estaba haciendo y fue a atender. Era el conserje del edificio, quien al parecer traía una carta.

—Gracias —dijo Netarim, luego cerró la puerta y se puso a leer. Las arrugas de su rostro se pronunciaron cuando se tensó.

—¿Qué ocurre? —preguntó Trechiv.

—Uno de mis clientes quiere que le confeccione otro vestido. Y eso que antes de ayer le entregué uno listo.

—Eso habla bien de ti, viejo. No creo que a cualquier mercader le lluevan trabajos.

—Sin duda que es bueno, pero ahora no tengo espacio disponible. Tendré que enviarle una carta de vuelta —el velinés se dirigió a un rincón del estante de libros y dejó la carta junto a otras.

Trechiv puso sus ojos allí, atentos.

«¿Por qué no lo había pensado antes?». Si alguien vino a casa del viejo, posiblemente le debió escribir una carta por adelantado. A lo menos, era lo que hacía Trechiv cuando iba a casa de sus padres, o antes de venir con Netarim, ahora que recordaba. ¿No lo había notado hasta ahora?

Pero no podía pedirle al hombre que lo dejara ver cada una de ellas, pues nadie iba y le sacaba artículos privados a otro. Una carta solía contener información de carácter personal.

Tendría que revisar el montón cuando Netarim no lo estuviera viendo.

Se recordó que Dunai le había puesto un horario y dirección para llevarle sus progresos, y este sería el segundo día que no aparecería. Lo tenía nervioso la presión.

La tarde transcurrió y lamentablemente, no halló ocasión para revisar las cartas. Eran bastantes y estaban ordenadas. Esto último preocupaba a Trechiv, ya que el viejo podría darse cuenta de su intromisión. Más encima por fuera no tenían ningún escrito aparte del destinatario. Si tan solo hubiese aparecido el nombre del emisor.

Netarim pasaba todo el tiempo en la habitación principal, eso era lo más irritante. La única opción de Trechiv sería durante la noche.

Fue así como para la cuarta hora, ambos salieron de la residencia a entregar los trabajos del sastre.


---------------------------------------*


Ya en la noche, las maletas que traía Trechiv se habían vuelto livianas. Había sido una larga jornada yendo donde los clientes de Netarim, los cuales hablaron largo y tendido con el sastre, mientras se probaban la ropa con sonrisas de satisfacción en sus caras.

Crónicas de HayinashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora