24 | Lo único constante es el cambio (parte I)

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Siete años atrás

Trechiv estaba sentado sobre una roca ante el amplio campo arado. Era un rincón donde unos árboles lo cobijaban del sol, el lugar donde solía descansar junto a sus amigos y en el cual se ponían a chismear.

Bebió grandes sorbos de agua con sonidos exagerados, luego tapó su cantimplora y la guardó en su bolso que llevaba a la cintura. Además de este último, Trechiv vestía una camisa negra con cuadros azules, además de anchos pantalones marrones y botas. Estaba manchado de tierra y polvo.

—No —dijo Triks—, Revanz no vendrá hoy.

—Se le hizo costumbre faltar últimamente —añadió Trechiv.

El niño que estaba a su lado, era un muchachito de su misma altura y edad, aunque su apariencia era como la de los velineses promedio, a diferencia de Trechiv. Su cabellera lavanda y ojos amarillos no eran nada especial. Su rostro era redondo, de mejillas carnosas y nariz diminuta. Sus grandes cejas casi siempre estaban arqueadas, hasta parecía andar siempre con rostro burlesco.

A su otro lado había un último niño, Kipon. Este era de esos que siempre estaba callado y muy tranquilo. Había cierta tristeza en su rostro, y esa había sido una de las razones por las cuales Trechiv le había hablado. El pequeño Kipon, que era un par de años menor, de unos once, tenía una cabellera larga y rubia como la de su padre. Sus ojos eran azules como los de Netarim, un gen que según lo que había averiguado, tenía su origen en la raza mahukarena. Por lo menos Trechiv ya no era el único.

—Estamos en problemas. Solo con tres no podremos ganarle al grupo de Gatrinav. Oye Trechiv, ¿a quién podríamos llevar? —preguntó Triks, sobándose la base de su nariz con un dedo perezoso.

—No se me ocurre nadie, ¿y si lo cancelamos?

El niño abrió los ojos y la boca de forma tonta, luego dio un pasito atrás espantado.

—No, por ningún motivo. Habíamos quedado en ir a jugar hoy por la tarde, ¿recuerdas?

—Sí, pero Revanz no llegó así que es historia.

—Vamos hombre, tienes que pensar en su reemplazo. Eres inteligente, ¿no?

Trechiv entrecerró sus ojos y miró con desconfianza a Triks. Resulta que con el tiempo le fue imposible ocultar que sabía leer y escribir, y entonces cuando hizo amigos, ellos detectaron en él algo especial. Lo trataban como el líder de todas las decisiones, consultándole si estaba bien hacer esto y esto otro, confiando en que podría solucionar cualquier cosa en el mundo. Había cosas buenas en ello, pero no podía negar que lo cansaba.

Miró de reojo a Kipon para ver qué decía. El pequeño hizo un minúsculo temblor y miró al frente evadiendo la presión.

—Kipon, quiero saber tu opinión.

—Yo... creo que deberíamos ir otro día.

—Allí lo tienes, Triks —Trechiv dirigió su rostro de frialdad hacia el peli lavanda, quien no pudo ocultar su decepción.

—Kipon, eres un traidor. Igual que Revanz —garabateó Triks.

—Déjalo, no tiene la culpa. Además yo tampoco estoy de ánimo para jugar hoy día.

Trechiv planeaba irse a penas terminara la jornada de trabajo, para sumergirse en libros y más libros de religión y geografía sureña. Junto a Klosik se habían propuesto una ambiciosa meta: traducir la colección completa de Los Cuentos de la Unión, una saga de diferentes libros sobre leyendas de Ormun, Dehadenad y los pueblos de la Coalición.

Crónicas de HayinashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora