25 | Lo único constante es el cambio (parte II)

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—¿Qué hago entonces?

Klosik rio para sus adentros.

—No tengo idea. Nunca me he declarado a una chica.

—Pero, ¿te gusta alguna?

—Tampoco tengo idea. Nunca sabes cuándo empieza.

Las afirmaciones dejaban más dudas que respuestas. El niño pelirrojo a veces admiraba y otras veces detestaba esa forma de contestar de Klosik.

Poco después bajaron a cenar, al tiempo que mamá los llamaba y papá volvía de una visita a los vecinos. Se sentaron los cuatro frente a la mesa, haciendo sonar con entusiasmo sus utensilios contra la loza. Mamá a diferencia de papá, no había envejecido tanto, o por lo menos no lo aparentaba. Llevaba su pelo rubio tomado en una cola de caballo. Su delicado rostro semi-moreno se veía con pocas arrugas, esos ojos, serenos y un poco cansados, además de la nariz pequeña y cuello angosto.

Los velineses eran una etnia que se mantenían físicamente en puntos intermedios. Por las historias que Trechiv había leído, en Egnarian predominaba la delgadez, en Tezvir eran similares a los pueblos nortinos (aunque de baja estatura) y en Mahuk eran robustos. Papá por ejemplo, si bien podía haber sido alguna vez delgado, hoy en día comenzaba a sobresalirle una panza y se había ensanchado.

El aroma de la comida abundaba en el comedor.

—¿Por qué no fuiste a trabajar hoy?, Klosik —preguntó papá sin levantar la vista de su plato.

—Sabes bien la respuesta, padre.

La atmósfera de pronto se volvió pesada. Era raro ver una conversación directa entre papá y Klosik. Trechiv y mamá echaron tímidos vistazos.

—Ha pasado mucho tiempo ya, y no has dado una respuesta sobre qué harás con tu futuro. A tu edad todos trabajan en el campo y hasta tienen una mujer e hijos.

—Tienes razón. Lo hacen.

De repente, papá se detuvo y clavó la mirada en el hijo mayor. Parecía molesto, despojado de su inexpresividad habitual.

—Klosik, lo único que haces es pasar encerrado leyendo, o te escapas con tus amigos. Trechiv ha tenido que hacer tu trabajo, ¿no te da vergüenza?, ¿qué ejemplo le estás dando?

El joven continuó echándose comida a grandes bocados. Había en él clara intención de terminar la cena cuanto antes y retirarse. Sin embargo, papá se estaba mostrando autoritario, como pocas veces lo hacía notar.

—Si te quedas como estás me veré en la obligación de pedirte que te vayas de casa.

Klosik paró de comer. Sus ojos desenfocados se entrecerraron, como si sopesara las palabras desde un lugar ajeno a Risdar.

—¡¿Qué?! —preguntó Trechiv entrando en pánico—, ¿echarás a Klosik?

El hombre se volvió hacia él con una expresión complicada. Esperaba que no le diera una explicación de algo que sonaba obvio, pero lo que le dolió fue que mamá también agachó la cabeza, sin oposición a la idea.

Ellos lo habían discutido, de seguro que era así, pensó Trechiv.

—Naciste para ser mi mano confiable, quien estaría allí para tomar las riendas si me pasa algo. Así que, Klosik, si no lo eres, tendrás que ingeniártelas por tu cuenta —papá suavizó su rostro, pareciendo rogarle a Klosik que su respuesta fuera la adecuada.

Crónicas de HayinashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora