17 | Ley de atracción (parte II)

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«¿Qué?», pensó Bloaize ante la enigmática afirmación.

Esta vez no había venido con las obligaciones que le había impuesto, esta vez Trechiv lo había buscado con una intención propia y clara. Pero, ¿qué era?

—¿Qué quieres decir con eso?

—Quiero decir que quiero participar de la investigación, pero, esta vez desde adentro. Dunai.

El hombre abrió los ojos como platos, entonces endureció su mirada. Iriadi hizo una sonrisa algo sádica, luego ambos egnaranos se quedaron viendo.

—Eso no puede ser —dijo Bloaize—. Te pedí colaborar porque podrías ser de ayuda, no para que te entrometieras en nuestros asuntos.

—Nuestros —recalcó Trechiv, apropiándose con una mirada iracunda de sus declaraciones—. Lo has dicho. Yo estoy buscando a alguien, y es mi asunto.

Mierda. Esto se estaba saliendo de los límites. ¿Quién se creía que era Trechiv?

—Estamos hablando de una misión de mi reino cuyo objetivo se cruza con el tuyo. Nada más que eso. No estás dentro, aunque lo pidas.

—Me dijiste que estaban aquí para salvar vidas, que colaboráramos. ¿No estoy haciendo lo correcto?, te estás contradiciendo, egnarano.

El rostro de Bloaize comenzó a ruborizarse.

—Ay. Parece que tu presa era en realidad tu cazador, compañero —dijo de pronto Iriadi, dejando la maleta en el suelo y acercándose con una risita—. Es bastante bueno discutiendo, quizá sea entretenido debatir con él.

Oírla decir eso terminó por romper la calma de Bloaize.

—Espera, ¿acaso estás diciendo que...?

—Claro, ¿por qué no dejarlo participar?

El cantar de los pájaros fue lo único que se oyó por un momento. Un incómodo y tenso silencio tumbó cualquier reacción.

Iriadi caminó hacia Trechiv de forma amistosa. El muchacho la mantuvo con ojos críticos.

—¿Te llamabas?

—Trechiv.

—Muy bien Trechiv —ella se puso delante de él y luego dejó caer su mano sobre el hombro del adgenano—. Creo que puedes sernos de ayuda. Veo que eres bastante directo y valiente, mucho más que el tonto de Dunai. —ella le giñó burlescamente.

El corazón del hombre de gabán negro se batía hacia todos lados, frenético y enfurecido. Bloaize estaba parado sin decir una palabra. Su momento había pasado, ahora era su compañera quien con sus cuerdas atraparía a su víctima.

—Pero —Iriadi se acercó al oído de Trechiv y este retrocedió un poco sorprendido. La voz de la muchacha se volvió un susurro, audible, cortante y letal. Era el sonido que antecedía al verdadero peligro—, debes saber a lo que te estás uniendo. Tal vez, no te puedas despegar nunca más de nosotros.

Vamos. Si él era inteligente tenía que renunciar de inmediato. Nadie se comprometería con algo tan peligroso, más cuando estarías para siemp...

—De acuerdo. Lo haré —dijo Trechiv con tenue remordimiento en su cara.

«¿Pero qué hace?, ¿por qué llegar a este punto por alguien que no recuerda?». Bloaize se sentía contradicho por él mismo al tener ese tipo de pensamientos. Había sido quien motivó al muchacho a buscar a esa persona, y ahora intentaba apartarlo. Lo peor de todo, era que no tenía el derecho a hacerlo. Suspiró.

Crónicas de HayinashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora