—No nos hemos encontrado a nadie todavía —susurró la muchacha.
—Es extraño —replicó el otro chico.
Mejor que ni se lo advirtieran a Bloaize, quien había estado atento a eso siempre. Sabía que podían estar siendo observados, pero esto había sido una locura desde el comienzo.
Iban caminando por un corredor, cuando en el fondo de un cruce notaron una sombra moverse. Al instante todos se pegaron contra una pared y se quedaron callados.
«¿Nos habrán visto?, maldición, lo sabía».
Pero la sombra se deslizó con lentitud, caminando en una dirección diferente a la de ellos. Viéndolo mejor, se trataba de un guardia ataviado en armadura. Las lámparas ayudaban a distinguir las formas, pero estaban tan separadas unas de otras, que dejaban espacios de oscuridad donde podían ocultarse. El equipo se había aprovechado de eso.
El guardia echó vistazos para uno y otro lado, de forma casual, luego desapareció hacia la izquierda. Con ese peso menos, Bloaize dio indicaciones de seguir avanzando por el corredor.
Llegaron al final, donde se hallaba el cruce que habían divisado. Era una intersección de cuatro direcciones diferentes y había una característica en común de las otras tres: todas llevaban a niveles inferiores.
—Más descensos —maldijo Bloaize mientras chasqueaba la lengua.
—Este lugar parece gigante. No me extrañaría que fuera como un laberinto.
Las palabras de Trechiv sonaban irritantes para el egnarano, pues estaban complicados porque él era un estorbo para una retirada. Sin su presencia podrían haberse separado con Iriadi y luego explorado espacios más amplios. Pero Iriadi no podía usar invisibilidad, sino sería fácil de detectar. Lo había olvidado. No importaba como lo viera, infiltrarse en esta construcción era difícil.
—Eso es un mapa —dijo Iriadi.
Había una hendidura en la pared que doblaba a la derecha. El hombre de boina examinó los cuatro caminos por si venía alguien, y entonces se acercó.
Ella tenía razón. Se trataba de un cuadro soldado a la pared con bordes de oro. En su superficie de fondo blanco, estaba el plano de una estructura gigante.
—Qué rayos, es titánica —la voz de Trechiv sonó llena de admiración.
Había dos imágenes dibujadas en el mapa. La primera, en miniatura en el ángulo superior izquierdo, era Terunai completa. Una ciudad perfectamente circular cuya parte inferior era triangular, aquel montículo de tierra donde estaba la estructura. Y la segunda, esta última en detalle. El plano mostraba que estaban cerca de una zona externa de la ciudad, casi debajo de una de las plataformas de transporte.
Lo que permitía que Bloaize entendiera la ubicación actual del equipo, era una flecha roja, pero todo lo que eran letras se le hizo ilegible. Apenas comprendía caracteres básicos del velinés, ya tenía suficiente hablando a nivel mediocre. Era Iriadi quien dominaba tanto el lado oral como también el escrito.
—¿Por qué no puedo leerlo? —ella de pronto hizo una mueca de confusión.
—¿Qué?, pero es velinés, ¿no?
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Crónicas de Hayinash
FantasyUn muchacho llamado Trechiv se adentra en una gigante ciudad voladora: Terunai, la capital de Veliska. Aquel reino que ha prosperado como jamás lo había hecho desde hace quince años atrás. El motivo de su visita debería ser claro, pero grande es su...