40 | Un poder que no basta

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Frente al blanco de la ventana estaba parada una figura. Cuando Bloaize reaccionó, se dio cuenta por esa delgadez y el suéter sobre la familiar camisa, que conocía a esa persona. De hecho, la conocía demasiado bien. El hombre, de bigote negro y arrugas grabadas bajo la nariz, ladeó un poco la cabeza hasta mirarlo. Bloaize estaba sentado en una cama.

«¿Por qué estoy aquí?», se preguntó.

Arrugó las sábanas mientras agachaba la cabeza. Su cuerpo no era el de un treintañero, sino el de un muchachito de menos de veinte. Sintió nostalgia al darse cuenta de que estaba viviendo un sueño tan claro y preciso. Este día...

Intentó abrir la boca, de decirle al hombre lo que tenía guardado dentro, pero no fue capaz. El sujeto se dio la vuelta por completo hacia él, con la ventana aun detrás irradiando luz extrema. Bloaize tenía problemas para distinguir por completo su expresión, no obstante sabía que era de vergüenza. El hombre había estado con las manos tomadas en la espalda, y entonces las puso en su costado, preparado para dictar una sentencia.

«No», dijo de pronto una voz ajena. «Esto no me sirve. Avancemos». De esa manera, la habitación con paredes barnizadas, una cabaña, desapareció como cuando las hojas de un árbol eran sopladas por el viento, y dio paso a otra escena.

Esta vez se trataba de un patio, uno hecho de piedra y cuyo suelo gris era separado por adoquines. Frente a Bloaize se erguía un edificio de tres pisos con ventanas de divisiones horizontales. Sobresalían dos grandes torres con techo esférico y en un rincón, estaba la última torre con el campanario. La gente caminaba en parejas y grupos, ataviados en largas túnicas que en la cintura se sujetaban con un lazo y de mangas exageradamente anchas. Los kimonos de su natal Egnarian. Cuando Bloaize examinó su cuerpo, se dio por enterado que vestía similar. Aquí estaba sobre los veinte años, tiempos donde su vida había fluido como una cordillera, de arriba hacia abajo y viceversa, llena de locuras.

Sabía que esto no era normal, que estaba soñando y que por ende nada era real. Pero, ¿no se sentía un poco raro? A momentos le parecía que alguien lo veía desde alguna parte, oculto. ¿En qué estaba Bloaize antes de caer dormido?

La voz inhumana entonces volvió a rugir en su consciencia. «Esto tampoco es útil. Necesito algo más tuyo, de tu vida actual. Sabes a lo que me refiero». Una vez más, la visión se esfumó y en su lugar apareció otra.

El hombre fue llevado hacia otro tiempo, uno donde ya usaba un gabán y una boina. Bloaize se dio cuenta de que esto no era nada bueno, esa presencia buscaba saber información delicada. Tal vez era solo un sueño, pero incluso así intentaría protegerla.

—Puedo asignarte aquella misión —estaba diciendo un compatriota suyo—. Enviaremos dos grupos y tú liderarás uno. ¿Quejas?

Las estanterías de libros puestas en paralelo y toda la habitación estaban casi sumidas en la oscuridad. Solo la vela con su luz parpadeante y anaranjada iluminaba una pequeña parte. Las sombras de ambos hombres se mecían conforme la llama ondeaba. El olor de las hojas del papel y del té de menta fluía a través del espacio agradablemente, Bloaize se sintió como en casa.

—Ninguna —respondió.

—Okey. Entonces me encargaré de hacerle saber a...

—Señor —interrumpió Bloaize. El otro egnarano, de cara larga y afilada lo quedó viendo con perplejidad—. Quería hablar de otro tema primero. Algo importante.

El sujeto suspiró, obviamente sorprendido ya que no esperaba que Bloaize hiciera ese tipo de cosas. «¿Qué le digo?», se preguntó este último. Debía cambiar el rumbo de la conversación a como diera lugar, sino quien fuera que estuviese oyendo lo...

Crónicas de HayinashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora