¿Haz investigado el incendio?- preguntó Myrill cambiando las flores del jarrón al lado de mi cama.
Faltaban solo dos días para que me permitieran irme del hospital, pero ya me sentía tan bien que veía algo innecesario ese tiempo de espera, sin embargo, ni mi madre ni Cálfen me permitirían salir antes del día acordado.
-Fue un accidente- murmuré cerrando el libro que me había traído ayer, estaba a punto de terminarlo, pues dado que no tenía nada más que hacer, no había parado de leer. La semana estaba siendo interminable.
Observé a la duquesa de la tierra sur, debatiéndome si estaba tan desesperada como para cotillear con ella y así matar el aburrimiento, pero sin querer, dejó abajo sus defensas y logré escabullirme en su mente.
Las doctoras me habían restringido el uso de mi fuente, pero no quería atrofiarme, así que la usaba en pequeñas cantidades durante períodos muy cortos, claro que no dejaba que nadie me descubriera.
Tenía la mirada fija en el este, en dirección a Everuna mientras su mente se encontraba en un dilema. Hoy era el Día del Tributo, y a pesar de que ya había confirmado su asistencia, no quería ir sola. Además, no quería ir a divertirse cuando yo estaba postrada en cama.
Tomé una respiración profunda y me puse de pie, ignorando el pequeño mareo que me desestabilizó.
-¿Qué estás haciendo?- preguntó agarrando mi antebrazo con temor de que me cayera.
Me había criado como una princesa y ahora era una reina. Toda mi formación, desde que tenía memoria, había sido muy estricta. Jamás había tenido tiempo para hacer las cosas típicas de mi edad, como jugar, pasear con amigos o incluso tener un amor. Había sacrificado mi vida entera por el privilegio de reinar, y no estaba arrepentida de ello, pero justo en este momento, cuando la corona pesaba sobre mi cabeza, me preguntaba que sería de mí si hubiese nacido fuera de la familia real. ¿Hubiera podido disfrutar de todo lo que me perdí?
Myrill había sido tan amable conmigo desde siempre, traía retazos del mundo exterior cada que ingresaba al castillo y me los obsequiaba con tanto cariño. Ella era mi puente hacia una vida distinta.
No podía dejar de ser una reina, pero por lo menos podía ser una monarca que controlara su propia vida.
-Iremos a Everuna- me solté de su agarré y caminé hacia el ropero en la habitación que contenía dos vestidos, uno por cada día que aún me faltaba aquí. Los usaba solo para tomar pequeños paseos en el recinto y después volvía a vestirme con la bata del hospital una vez que regresaba a mi habitación.
-Aun no te han dado permiso de salir.
Le di uno de los vestidos, ya que ella normalmente usaba una vestimenta demasiado simple, y comencé a cambiarme.
-No necesito el permiso de nadie.
Sonreí, sintiendo el entusiasmo regir mis instintos. Jamás había roto las reglas en este aspecto y se sentía tanto aterrador como excitante.
Myrill me miró como si no me reconociera. A decir verdad yo tampoco lo hacía. Probablemente estaba un poco fuera de mis cabales por el medicamento, y quizá cuando recuperará la lucidez me arrepentiría de esto, pero ahora todo me impulsaba a continuar.
-¿Y cómo planeas que burlemos la seguridad del hospital? ¿Cómo vamos a llegar hasta Everuna sin que nadie nos vea?- preguntó con alarma, intentando hacerme entrar en razón, pero tenía todo calculado. Cualquiera que fuera mi destino, tenía cada uno de mis pasos trazados.
Sin embargo, intuía que no le agradaría la idea, así que solo me quedé callada y terminé de vestirme. Me miré en el espejo, haciéndome un rápido trenzado y después miré mi rostro, no tenía maquillaje conmigo, así que no había nada que pudiera hacer al respecto.
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CORONA DE VALHEU
FantasyHabía estado tan motivada a producir un cambio significativo durante mi soberanía, tan impactante que incluso sus beneficios perdurarán por generaciones, pero el tiempo que reinaba había sido muy corto y aunado a ello, muy problemático. Primero tuv...